Iniciado en 2016, Coachella celebra su decimo aniversario con tres nuevas instalaciones y cinco artistas que interactúan con la luz cambiante, el viento y la dinámica del público. Las nuevas piezas son «Taffy», un espectáculo con siete imponentes cilindros de la diseñadora canadiense Stephanie Lin, en paralelo «Le Grand Bouquet», una instalación floral del colectivo de diseño francés Uchronia, y como tercera participación «Take Flight» un conjunto de torres de 18 metros de altura del estudio de diseño londinense formado por Isabel Gibson y Helen Chesner.

Taffy por Stephanie Lin. Coachella 2025. Fotografía por Lance Gerber.
Taffy, de Stephanie Lin, decana de The School of Architecture (TSOA), es una instalación compuesta por siete cilindros de 7 a 15 metros de altura, envueltos en una malla ondulada que genera efectos moiré cambiantes. Inspirada en el modernismo del desierto de mediados del siglo XX, su paleta cromática varía con la luz solar, revelando el paisaje en clave temporal. Bajo las estructuras, bancos circulares de madera invitan a la reunión, convirtiendo la obra en hito visual y espacio social.

Le Grand Bouquet por Uchronia. Coachella 2025. Fotografía por Lance Gerber.
Le Grand Bouquet, del colectivo francés Uchronia, es una instalación inflable de 10 metros de altura compuesta por 19 flores luminosas que evocan las floraciones estacionales del desierto. Seis ramos satélite expanden la obra a lo largo del recinto, mientras que los asientos con forma de pétalo invitan a la pausa y la interacción pasiva. Con referencias formales al diseño gráfico de las décadas de 1960 y 1970, la instalación configura un jardín onírico, vibrante a la luz del día y resplandeciente durante la noche, combinando impacto visual con función espacial.

Take Flight por Isabel + Helen. Coachella 2025. Fotografía por Lance Gerber.
Take Flight, del estudio Isabel + Helen, está formada por tres torres cinéticas de 18 metros con turbinas que giran con el viento del Valle de Coachella. Inspirada en los primeros experimentos de aviación del siglo XIX, la obra investiga el viento como fuerza mecánica y poética. Dos bicicletas móviles y turbinas portátiles amplían su carácter interactivo. Al anochecer, la iluminación transforma la instalación en una escultura viva, revelando su vínculo con el movimiento y el diseño especulativo.