
Theo Domini desliga al espacio y a los materiales de sus aspectos funcionales, confiriendo mayor relevancia a la esencia de los mismos. Como si de una eremita cabaña se tratase, donde los únicos sonidos que se perciben son los del viento, la lluvia y el crujir de las maderas, Sacre Coeur acoge al usuario brindándole serenidad y sosiego.
La piedra de los muros y la madera de pilares y entrevigados que soportan la buhardilla donde se encuentra la habitación, no solo actúan como elementos estructurales, también son los acabados que representan al proyecto. Una concomitancia de materiales que seduce al usuario, empujándolo a enfrentarse a la naturaleza e intensidad del hogar.

Sacre Coeur por Theo Domini. Fotografía por Theo Domini.
Descripción del proyecto por Theo Domini
La arquitectura de piedra, extraída de la tierra, preexistente al hombre, no perdura sólo gracias a su robustez, sino porque pertenece irrevocablemente al paso del tiempo. Una de las cosas más ciertas de su belleza es que no coincide del todo con su época. Nada de lo preexistente es cuadrado o recto, pero las proporciones son correctas. La falta de adornos y opulencia de estas antiguas viviendas subraya el arcaísmo de sus materiales. A nuestros ojos, revela una cierta propensión a concebir la arquitectura como una experiencia de indigencia, una confrontación con lo esencial.
Impresa por años de ocupación, la belleza intrínseca de las maderas canosas, las piezas oxidadas y la piedra erosionada nos proyecta hacia su parte incompleta y fragmentada. Sentados en el suelo, con los tablones de madera bajo nosotros, el olor a humo en el hogar, las gotas de lluvia en el tejado, la leña crepitando en el fuego, los ruidos urbanos en algún lugar del mundo exterior... Aquí, la influencia del lugar sugiere las cosas de otra manera.

El lugar no se reduce únicamente al placer y la emoción estética, nos incita a reexaminar nuestra propia noción de confort y nos expone que el lujo reside más en nuestra manera de vivir un espacio que en la apariencia de los materiales preciosos. No se expresa a través de lo espectacular, sino que suscita asombro al permitir en cada momento la posibilidad de expresar su propia espectacularidad.
El entorno material ignora cualquier jerarquía entre materiales. Cada elemento se aleja lo más posible de su estado original y se libera de una exposición excesiva. No hay acabados, la estructura es el acabado y exhibe la belleza de las cosas en bruto. Sólo persisten las necesidades básicas, amuebladas sin excesos. Ninguna silla, ningún sillón, una mesa monacal de nogal macizo, un banco, una sábana blanca tendida para mostrar películas, asientos de cuero en el suelo.

Es un lugar de despojamiento, un lugar que no responde a una forma de vida doméstica como la que se puede encontrar en una casa tradicional. El confort de estos espacios reside en su serenidad, en su encanto. No intimida, no rebosa lujo. Es muy apacible, casi acogedor. Bañados por una luz indirecta, agotada, casi precaria, que permite matizar, se fuerza la intensidad de la iluminación para conservar la belleza de la sombra.
La frontera de los espacios, nunca herméticamente cerrados, exaspera la curiosidad y suscita una sensación de inmensidad aunque el lugar sea pequeño. Este entorno, revelado en su estado más primitivo, nos introduce en una nueva forma de reaccionar, experimentar y comprender lo que nos rodea. Apoyo de una experiencia con nosotros mismos que moldea nuestro gusto por lo contemplativo y nos hace vivir cada momento con mayor intensidad.