Recientemente, con motivo de su inauguración las alabanzas han sido numerosas, con alguna crítica dura como la del periódico The Guardian. En esta controversia indaguemos un poco más en la arquitectura que refleja el nuevo Munch (sus propietarios intencionamente han eliminado la palabra museo de la fachada).
Forma
La comparación utilizada por Oliver Wainwright sobre la imagen de torre vigía portuaria («ominosa torre gris en el paseo marítimo de Oslo, que se tambalea en la parte superior como un puesto de vigilancia militar, vigilando el fiordo»), quizá sea demasiado explícita y sencilla. Las referencias son más amplias y es bueno realizar un rastreo en nuestra memoria visual. Seguramente será más fácil recordar la intervención de Piñón y Villaplana en la espléndida reforma para la creación del CCCB de Barcelona, un magistral gesto que al inclinar la fachada hacia el patio generaba una una innovadora forma de introducir la ciudad en el interior del patio, de hacer público lo privado, de poder ver la ciudad mirando desde la densidad hacia el cielo.
Otra referencia, quizá más olvidada por no ser una institución cultural, es el proyecto de plaza y torre Woermann, en Las Palmas de Gran Canaria realizado por el anterior estudio Ábalos y Herreros, es decir, antes de la ruptura del estudio en 2006. Ese interesante edificio tiene inteligentes referencias (al BBVA de Oiza una de ellas), y un gesto bastante similar, también de inclinación en el final de su torre.
El Much ha presentado el mismo gesto y con casi la misma proporción en su escenográfico skyline, así que resulta difícil no ver la repetición de ideas. ¿Era necesario este gesto formal en este caso? Seguramente se trasladó porque había sido la principal referencia formal del autor en aquel proyecto de Canarias o como gesto gráfico rápido para la resolución de un concurso que, contaba con un interesante plantel de participantes. Y como suele ocurrir en muchos concursos, la propuesta más inesperada resulta ganadora por descarte de las demás.
Aquel gesto gratuito, copia o redundante trasladado de otras propuestas arquitectónicas, se convirtió en lo más significativo e icónico del proyecto. Y aunque las propuestas de concurso cambian, y mucho, en un proceso tan dilatado de redacción, el gesto heredado se convirtió en una referencia difícil de cambiar sin alterar la propuesta.
Ese gesto viene a alimentar una percepción de falta de ideas padecidas por algunos arquitectos en la actualidad, gestos de autorrepetición que buscan el cliché de la originalidad, para justificar una icónica competición, de principios de siglo, con los edificios en altura levantados en las promociones residenciales que rodean al Munch.
Programa
Se ha justificado el programa con un cierta explicación de populismo cultural. Lo sorprendente es que se diga que “no será necesario saber de arte para pasar al museo” ¿ah, pero es necesario saber de arte para pasar a un museo? Una afirmación un tanto arcaica, supongo que esto causará un profunda interrogación en aquellos padres que llevan a sus hijos a los museos, con una visión lúdica y no elitista. Aquellos que creen que el arte no es alta cultura, es más, que el arte es de todos. Algo que tiene sentido si pensamos que los grandes museos en Europa, son financiados y pagados con los impuestos de todos, y da igual cuál sea su formación. ¿Era necesario estigmatizar la idea de museo de cultura, para justificar una propuesta cuya visión se acerca a la de un aeropuerto o centro comercial? ¿Era necesario recurrir a otras tipologías arquitectónicas, para reinterpretar la de un espacio museo? ¿Se ha conseguido?
Si la justificación de su programa es que de esta manera la complejidad de usos, especialmente en la planta baja, permitirá una relación directa con el barrio para que se convierta en un centro cultural cercano, algunos volverán a preguntarse si para generar cultura en un barrio son necesarias unas instalaciones de tanta escala, dimensiones y programa. ¿Era necesario este gasto de energía? cuando se afirma que el 50% de los visitantes serán locales, en un país de poco más de 5 millones de habitantes. Por otro lado, tampoco resulta factible otra de las justificaciones por las que se piensa que un programa así fomentará que los visitantes crucen este espacio libremente, dado que al cruzarlo no hay ningún sitio dónde ir: un fondo de saco, el agua.
El proyecto pretende ser una eficiente máquina de conservación (que evite robos famosos como los que provocaron el concurso), un sistema vertical de comunicaciones, un espacio público/mirador ascendente que se desarrolla en vertical, en cuyo recorrido los visitantes van descubriendo otro tipo de estancias, salas de restauración, dependencias administrativas, la biblioteca o el centro educativo.
Seguramente es pronto para saber si las razones dadas por quienes lo alagan en exceso o por quienes lo critican airadamente aciertan. Solo el tiempo dará y quitará razones para reconocer cuán desnudo o no está el grito.
Descripción del proyecto por etudio Herreros
El futuro Munch Museum no es solo un equipamiento para la salvaguarda y difusión de un patrimonio fundamental de la historia y el carácter de la cultura noruega. Nos encontramos ante una oportunidad única para desarrollar un concepto contemporáneo de museo nutrido de un trascendental rol urbano y una responsabilidad histórica como elemento cohesivo de la comunidad, no solo de Oslo sino de toda la nación.
Su recorrido ascendente conecta el espacio público cubierto del vestíbulo que aloja usos lúdicos, comerciales, culturales y de restauración, con las terrazas/observatorio/club de la cubierta, ofreciendo en paralelo al descubrimiento de la obra de Edvard Munch los diferentes estratos históricos de la ciudad de Oslo.
Este gesto de concebir el sistema vertical de comunicaciones como un espacio público/mirador ascendente es la esencia del carácter heterodoxo que supone desarrollar un museo en vertical.
Pero hay más, en este recorrido, el público descubre otro tipo de estancias, salas de restauración, dependencias administrativas, la biblioteca o el centro educativo, que hablan de una complejidad programática que supera la idea convencional del museo como un conjunto de salas que se visitan y una serie de dependencia invisibles en las que se maneja la institución.
El edificio responde a la exigente implicación en los aspectos energéticos y de sensibilidad medioambiental que demanda el público noruego mediante una concepción holística en la que estructura, instalaciones y construcción operan colaborativamente bajo el concepto Passive House.
Mínima huella de carbono, sostenibilidad, reciclabilidad y mantenimiento son las directrices de un proceso constructivo convertido en un acontecimiento en sí mismo centrado en la experimentación y la innovación.
Las fachadas, terminadas en aluminio perforado con diferentes grados de trasparencia que ofrecen una percepción enigmática y evanescente del edificio que reacciona a los leves estímulos del clima de Oslo ofreciendo imágenes muy diferentes según el momento; los enormes encofrados deslizantes operando 24 horas; el uso de hormigones y aceros reciclados de baja emisividad; y otros avances convierten al edificio en pionero en varios frentes.
El nuevo Museo Munch inaugurado en otoño de 2021 será un centro dinámico para la cultura contemporánea, con públicos diversos en edad e intereses (expertos, escolares, turistas, amantes del arte) que se espera que acudan periódicamente atraídos por un programa con gran variedad de formatos.
Su intensa actividad desplazará el centro de gravedad de Oslo hacia su punto de encuentro con el fiordo refundando a través de la cultura y la fuerza de la sociedad civil el original puerto vikingo que dio origen a la ciudad.