El 22 de julio de 2022, Saburo Teshigawara y Rihoko Sato estrenaron Petrouchka en el Teatro Malibran de Venecia, un ballet que se distingue tanto por la valentía de revivir una piedra angular del Ballet Ruso como por una coreografía que combina la danza con el vestuario y las máscaras, y por un diseño de iluminación impresionante. Sabemos que el Maestro es un artista completo y polifacético, escultor, dibujante, pintor, además de coreógrafo y bailarín. Sus obras son envolventes, hipnóticas e icónicas.

En la tradición rusa, Petrouchka es una marioneta como Arlequín, Pulcinella, Coppelia, Pierrot o Pinocho, pero su carácter melancólico y cargado de romanticismo y sentimiento revela la metamorfosis que sufre un objeto inanimado cuando se humaniza a través del amor. La humanización como proceso liberador.

Teshigawara habla de la liberación de la danza, analizando los matices y las contradicciones de la danza contemporánea, al tiempo que se pregunta: ¿qué significa exactamente la libertad? ¿Conseguir el sentido de la libertad? ¿Cómo se da la libertad? ¿Prefieres liberarte a ti mismo o a los demás? La relación con el objeto y la búsqueda de la libertad, ¿cómo funcionan juntas? Cuando miramos un objeto común, como una silla, nos damos cuenta de que sigue siendo una parte de nuestra conexión emocional, y que puede esperarnos durante mucho tiempo mientras sigue estando disponible para nuestra relación con nuestro cuerpo.

Así, la marioneta, la máscara, el amor de Petrouchka / Saburo hacia la Bailarina / Rihoko, y los golpes del moro que llevarán a la muerte del protagonista y a la reaparición de la Bailarina, no hacen más que materializar el cumplimiento de este amor en la pérdida de la vida, y como una crisálida vuelves a la vida en un proceso dinámico de liberación.
La entrega de los premios a la mañana siguiente en el teatro Arsenale.

El acto comienza con el León de Plata a Rocío Molina, una figura de gran importancia en la tradición flamenca, un baile que se mueve desde la cultura gitana andaluza, por tanto desde la tradición gitana. Los pueblos sin patria siempre han estado presentes en las artes, basta con pensar en el Buenaventura o en el Bari de Caravaggio.  
 
«Importante. Su trabajo es, literalmente, importante para el flamenco. Trae, porta algo significativo y de valor, y lo pone dentro, en el centro del flamenco. Rocío Molina es una de las artistas más importantes de nuestro país, de nuestro presente, no sólo para el flamenco, claro. Pero, para el flamenco, para el adentro del flamenco, Molina es importante, muy importante. Desde luego, los que hemos disfrutado y aprendido tanto con su trabajo nos alegramos del premio de Venecia que es como gritar a los cuatro vientos que el trabajo de Rocío Molina es muy importante».

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Al primero a quien oí hablar de ella fue a José Luis Ortiz Nuevo: "¡hay una niña en Málaga que es una cosa!, ¡una barbaridad!, no sólo baila bien, la Molina es una artista". El trabajo de Rocío Molina entró pronto en el espacio que Israel Galván había abierto para el flamenco desde Los zapatos rojos. La palabra revolución es demasiado publicitaria, demasiado mitinera si se quiere. Prefiero hablar de metamorfosis, no sé, como las metamorfosis que Enrique Morente o Camarón de la Isla producen en el flamenco en un momento dado.

No afectan sólo al cante. Abren territorios que cambian parámetros, reglas e incluso cambian las emociones en la experiencia del arte, en la experiencia del flamenco. Rocío Molina, por instinto e inteligencia, se metió de inmediato en ese territorio y lo llevó a cotas nuevas. Muy desde el principio. La manera en que dió conocimiento a su cuerpo y desde su cuerpo dió conocimiento al flamenco fue desde primera hora. Hay algo de epifanía en la aparición de la Molina en ese territorio nuevo».
Pedro G Romero.
 

Rocío Molina en Caída del Cielo. Fotografía por Foteini Christofilopoulou. Imagen cortesía de La Biennale di Venezia.


Entrega del León de Oro a Saburo Teshigawara. Imagen cortesía de La Biennale di Venezia.

La ceremonia del León de Oro a Saburo Teshigawara en nombre del Presidente y del Director, sigue.
 
El director, al motivar el premio, dice: «Valiente, extraordinario, sensible y electrizante, Saburo Teshigawara ha inspirado, desafiado y galvanizado a muchas generaciones de artistas. La aguda sensibilidad escultórica de Teshigawara, su poderoso sentido de las formas coreográficas y su personalísimo lenguaje se unen para crear un mundo que es peculiarmente suyo. Su práctica abarca una amplia gama de disciplinas, desde el teatro hasta las artes visuales, desde el cine/vídeo hasta la escenografía, la iluminación y el vestuario de todos sus espectáculos.

Es su capacidad para construir ecosistemas artísticos completos, junto con su inagotable valor para desaprender, lo que le hace único en comparación con otros artistas.  

Teshigawara capta el poder de un cuerpo en constante transformación y está decidido a ampliar el potencial de la coreografía más allá de los límites tradicionales. Su actitud pionera, su incomparable técnica y su dominio de los medios dan como resultado obras que traspasan las fronteras deslizándose a través de los géneros».

Teshigawara, al saludar y agradecer a los participantes, no dejó de dedicar el Leone d'Oro a Rihoko Sato; tampoco dejó de recordar la importancia de apoyar a las generaciones más jóvenes, a las que recomendó, ante algo difícil, sentirse aislado, tener el valor de experimentar, ser uno mismo en todas las circunstancias, atravesar la fragilidad y los miedos, porque este movimiento construye un estado de ánimo más poderoso para la construcción de una obra de arte. Los mensajes de Teshigawara son francos, directos, sinceros; son auténticos y siempre invitan a involucrarse, y este Leone d'Oro es un gran regalo para todos nosotros y para todos los que aman las artes, todas ellas.


Rihoko Sato. Imagen cortesía de La Biennale di Venezia.


Rihoko Sato. Imagen cortesía de La Biennale di Venezia.
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