
La propuesta planteada por Rómulo Almeida Neto, consciente de que los pocos restos que quedan desde su clausura hace medio siglo, en 1978, terminarán desapareciendo, concibió el nuevo puente como un «puente museo», que permite ver los restos existentes por debajo y lateralmente gracias a su elegante trazado curvo y orgánico.
El proyecto se resolvió de manera sencilla, pero elegante, minimizando su impacto visual, con un escaso presupuesto y buscando materiales que se integrasen bien entre las tonalidades y texturas del entorno natural, eligiendo el acero corten y la madera. Para optimizar el proceso de construcción y ejecución, el puente se proyectó en cinco partes, garantizando una anchura mínima de 2,50 metros y con una longitud máxima de 14 metros por segmento, lo que eliminó la necesidad de un transporte especial, reduciendo los costes logísticos y facilitando su montaje.

Recalificación del antiguo puente de Fareja por Rómulo Neto Arquitetos. Fotografía por Estudio Ivo Tavares.

Recalificación del antiguo puente de Fareja por Rómulo Neto Arquitetos. Fotografía por Estudio Ivo Tavares.
Descripción del proyecto por Rómulo Neto Arquitetos
El gobierno local nos retó a proyectar un nuevo paso peatonal y ciclista entre las orillas de Vagos y Sousa. El antiguo puente, construido el 27 de junio de 1855 y clausurado en 1978, se encuentra actualmente en ruinas y debe conservarse como parte integral del paisaje y la memoria histórica del lugar. Sin embargo, conscientes de que las ruinas podrían desaparecer con el tiempo, el principal reto fue proyectar un "puente museo" que realzara la estructura existente, a la vez que tuviera identidad propia y fuera capaz de perdurar y funcionar de forma autónoma en el futuro.
Tras analizar y estudiar las posibles soluciones para la ubicación, identificamos que un cruce con curva y contracurva sería la opción ideal, ya que permitiría una interacción visual continua con la ruina a lo largo del recorrido. El nuevo puente se concibió como un auténtico «puente museo», ofreciendo una experiencia única: la vista de la ruina es permanente mientras aún existe, y puede apreciarse tanto durante el cruce como directamente debajo de la nueva estructura.

Optamos por un proyecto limpio, utilizando materiales con colores y texturas que complementan el entorno, como el acero corten y la madera. La naturaleza orgánica de la forma fue clave para minimizar el impacto visual de la estructura en el paisaje, garantizando que el nuevo puente se integrara armoniosamente en el entorno natural, incluso en ausencia de la ruina.
Dado que el presupuesto del proyecto no podía superar los 180.000 € + IVA, tuvimos que encontrar soluciones funcionales y económicas. Por ello, el método de construcción se proyectó para optimizar los recursos: el puente se proyectó en cinco partes, con una longitud máxima de 14 metros por segmento. Este enfoque eliminó la necesidad de transporte especial, redujo los costes logísticos y permitió un montaje ágil y eficiente en obra. Además, la escala se ajustó cuidadosamente al programa, garantizando una anchura mínima de 2,50 metros para acomodar tanto la pista ciclista como el tráfico peatonal.

En las transiciones de las rampas del puente, se crearon espacios de ocio con zonas planas, donde se instalaron bancos. Estos espacios ofrecen puntos de descanso, zonas de pesca y la oportunidad de disfrutar de la vista, convirtiendo el cruce no solo en un espacio funcional, sino también en un espacio de socialización y contemplación.
El volumen del puente se presenta sutilmente, sin interferir con el paisaje circundante. La ubicación de la estructura evoca las ondulaciones y curvas características del entorno marino, posicionándose estratégicamente para integrarse visualmente con la ruina existente. Sin embargo, el nuevo puente fue proyectado para ser independiente, asegurando que su relevancia y funcionalidad se mantengan intactas incluso en la futura ausencia de la ruina, perpetuando su valor como elemento de conexión, experiencia y proyección.