Uno de los cambios más visibles es la codificación cromática: mientras que la serie original se centraba en luces azules, esta entrega utiliza el rojo para enfatizar su artificio, alejándose de lo natural.
Tras quince años desde Tron: Legacy, la película mantiene la estructura básica de un mundo dentro de ordenadores, pero su argumento y estética reflejan los cambios tecnológicos. Se pasa de disquetes de 5,25 pulgadas, monitores CRT y teclados clásicos, a espacios dominados por IA y tecnologías avanzadas, incluyendo impresoras 3D capaces de materializar edificios, puentes, agua, materia orgánica e incluso personas en segundos.

Steven Lisberger, Tron, 1982.
La trama gira en torno a ENCOM y Dillinger Systems, que compiten por el código de permanencia de Kevin Flynn, capaz de materializar programas de la Red en el mundo real. Dillinger busca crear armas y soldados instantáneos, mientras Eve Kim pretende usar la tecnología para curar, alimentar y honrar a su hermana fallecida. Sin el código, las creaciones solo duran 29 minutos, generando crisis existenciales en Ares, el Programa de Control Maestro de Dillinger.
Cuando Kim obtiene el código, Dillinger intenta capturarla, pero Ares se rebela y se une a ella contra Athena y un Dillinger cada vez más desesperado. La historia transcurre casi por completo en el mundo real, dejando la Red como un fondo visual minimalista.

Tron: Ares, 2025 de Joachim Rønning. Imagen cortesía de 2025 Disney Enterprises, Inc.
La película destaca por trasladar la icónica estética de Tron al mundo físico, con secuencias visuales impactantes. La persecución inicial en motos de luz, con estelas que se vuelven obstáculos reales como en Akira, ejemplifica esta fusión entre diseño digital y realidad, repetida a lo largo de la película. El espectáculo visual se mantiene de principio a fin, aunque la narrativa evita reflexiones filosóficas profundas y muestra una visión positiva de los avances tecnológicos.