
Este espectacular condensador programático y basamento urbano proyectado por Paredes Pedrosa consiste en un gran volumen quebrado y alargado en el que, de manera concatenada, se van añadiendo los diferentes usos, jugando con distintas alturas y tamaños en función de estos. Del programa sobresalen sus dos grandes auditorios, de 900 y 300 plazas, que son los que más destacan en su composición formal.
Su disposición sobre la pendiente de la ladera en la que se apoya permite accesos y salidas diferenciadas, posibilitando la entrada por su parte superior desde los jardines y, a la vez, desde la zona inferior por la avenida Magoi. El edificio también dispone de un gran vestíbulo continuo que conecta todos los espacios a diferentes alturas, entre los que se encuentra un centro de exposiciones.
A pesar de su gran tamaño, el edificio se percibe como un complejo volumétricamente integrado y ligero, en parte gracias al uso de materiales livianos y a las grandes transparencias que puntean toda su fachada, ocupando una gran parte de esta. Se trata de una envolvente caracterizada por vidrios serigrafiados de distintas opacidades que emplean un sistema de muros cortina. Para el resto de las partes opacas de la fachada y de la cubierta se ha optado por el aluminio plegado como material de acabado que reviste estas superficies.

Auditorio de Lugo por Paredes Pedrosa. Fotografía por Fernando Alda.
Descripción del proyecto por Paredes Pedrosa
El Auditorio, organizado en un volumen alargado entre dos cotas: el nivel urbano de la avenida y el nivel superior de los jardines, con siete metros de desnivel, tiene una poderosa condición topográfica, como la muralla de Lugo. Esta condición permite utilizar la topografía a favor del proyecto y minimiza la necesaria altura de la torre escénica, configurando un perfil urbano continuo hacia la ciudad y permitiendo disponer un jardín elevado de acceso al Auditorio mirando a naciente, antesala verde y silenciosa del edificio.
Entre la transparencia de ambas caras se organiza el interior linealmente con una espina funcional y las dos salas, de 900 y 300 plazas, se apoyan sobre el perfil natural del terreno con una única pendiente, incorporando la visión de los jardines y la luz natural al fondo de los graderíos. A través del jardín se produce el acceso a las salas y desde la avenida, el acceso al centro de exposiciones. El vestíbulo alto y continuo, enlaza los recorridos y articula los vacíos de diferentes alturas que potencian unos espacios rotundos para el encuentro.

La cubierta de aluminio se pliega para envolver los distintos espacios, cada uno con la altura necesaria, y dibuja una cornisa quebrada que lo aleja de una imagen monolítica. Como una galería, unas veces traslúcida y otras transparente, la fachada de vidrio serigrafiado de distintas opacidades confiere al edificio un carácter luminoso y construye la cara más urbana del Auditorio, configurando un edificio que debe representar una institución abierta para los ciudadanos. La imagen es plana y continúa hacia la calle, con distintas alturas, y fragmentada en el jardín hacia donde ofrece una silueta irregular que apenas sobresale de la copa de los árboles.