
Contemplando las ventajas térmicas y económicas del ladrillo rojo, el equipo de Escobedo Soliz optó por la implementación de una técnica de construcción de muros dobles conocida como «enhuacalado». Esta forma local de construcción facilitó la construcción por etapas y posibilitó la creación de muros robustos que logran alojar tanto la estructura como las instalaciones en su interior.
Tradición, sencillez y honestidad de materiales, son principios que persigue el proyecto de Casa Finlandia desde un inicio. Lejos de valoraciones estéticas preestablecidas, la propuesta aborda lo esencial de la arquitectura mexicana y nórdica, dando como resultado un hogar donde la atmósfera resulta tranquila y acogedora.

Casa Finlandia por Escobedo Soliz. Fotografía por Ariadna Polo.
Descripción del proyecto por Escobedo Soliz
Este proyecto consiste en una vivienda para una mujer finlandesa retirada en un antiguo pueblo minero de la Sierra Gorda de Guanajuato. Concebida como un refugio silencioso y discreto, la casa se emplaza en un terreno de poligonal irregular, poblado de pirules, órganos, mezquites, nopaleras y un pequeño pozo minero del siglo XVIII.
El terreno es estrecho e irregular, delimitado al oriente por un muro preexistente de adobe y piedra, y al poniente por una barda natural de órganos. El programa, definido por la señora Christel, requería una vivienda principal en una sola planta y, en el nivel superior, un departamento de dos recámaras con acceso independiente para renta.

El emplazamiento de la casa incorpora el muro de adobe preexistente como eje de acceso a la vivienda principal a través de un patio que es abrazado tanto por la casa como por el muro. Este patio comunica, mediante un pórtico semiabierto, todos los espacios de la vivienda. En el nivel superior se organiza el departamento, el cual cuenta con un patio central propio. Hacia el poniente, la casa se desfasa en tres volúmenes para adaptarse al trazo irregular de la barda de órganos y esquivar los vestigios del pozo minero. El proyecto fue pensado para que ambas casas se pudieran construir en distintas fases.
La decisión de utilizar ladrillo rojo recocido surgió de la intención de emplear un material tradicional y local, cuyas ventajas térmicas y económicas permitieron trabajar con un sistema de muro doble conocido como «enhuacalado». Este sistema posibilitó la creación de muros robustos y huecos para albergar la estructura y las instalaciones, además de facilitar la construcción por fases de manera más óptima. Los vanos cuadrados enmarcan vistas concretas del jardín, mientras que en el patio central, los muros altos filtran la luz y acentúan el silencio, creando una atmósfera de recogimiento ideal para la lectura y la contemplación.

El proyecto persiguió desde el principio la sencillez, la intimidad de los espacios y la honestidad de los materiales, valores comunes en la arquitectura mexicana y nórdica. La búsqueda de lo esencial y poético del habitar sobre lo banal y glamoroso.
La materialización de la primera fase del proyecto tomó cuatro años y solo fue posible gracias a la energía y dedicación compartida entre la clienta, la arquitecta local y el equipo de Escobedo Soliz.