Cristina Mejías combina instalación, escultura y vídeo, centrándose en la relación entre agua, transmisión de saberes y transformación material. Parte de la fascinación por el discurrir del agua, evocando jardines árabes, naturaleza y relatos heredados. La obra continúa una investigación iniciada en 2021 durante una residencia en las Azores, donde el agua recorría el bosque mediante estructuras efímeras.
A partir de experiencias previas, incluido su trabajo en Valladolid y Córdoba, la artista construye un ecosistema frágil sin jerarquías, donde cada pieza depende de otra y la gravedad articula el conjunto. Las formas y palabras se vuelven polisémicas, invitando a múltiples lecturas. Los materiales, en gran parte reciclados, acumulan huellas y narrativas, vinculándose a oficios tradicionales y a procesos lentos de aprendizaje. El agua fluye y se bifurca, generando una composición coral habitada por criaturas híbridas que encarnan voces y saberes en transformación en el tiempo.

Lengua en coro, cuenta por Cristina Mejías. Fotografía por Fernando Tribiño.
Descripción del proyecto por Soledad Gutiérrez
El lenguaje en coro, cuenta
Esta propuesta de Cristina Mejías nace en diálogo con el espacio que la acoge, la antigua cámara frigorífica del Matadero Municipal de Madrid. Una sala que está atravesada longitudinalmente por lo que fueron las canaletas de desagüe de la dependencia municipal. A partir de ellas y del deseo de recuperar este elemento en desuso, cubierto y olvidado, Cristina nos invita a adentrarnos en esta instalación en la que el agua se convierte en material sensible que fluye a través de un entramado de gestos escultóricos que alimentan historias y construyen relatos.
Hay algo mágico y fascinante, casi hipnótico, en observar el discurrir del agua, un sonido que nos transporta a los jardines árabes, tan presentes en la arquitectura andaluza. Al mismo tiempo que nos remite a la naturaleza y al frágil equilibrio que la sostiene, o a esas leyendas que nos construyen y que se han ido transmitiendo de generación en generación. Esta instalación ahonda en el deseo de Mejías de entender la materialidad de la construcción de saberes, de aprehender el funcionamiento de la transmisión, y de comprender que cada elemento se transforma en contacto con el otro, añadiendo capas de significado y que es precisamente en esa evolución donde radica su riqueza.
Lengua en coro, cuenta forma parte de una serie de proyectos que Cristina Mejías inicia en 2021 en el marco de una residencia en Pico do Refúgio en las Islas Azores y que da lugar a una primera instalación site-specific: Knot The Tongue, Grasp a Stream, en la que el agua recorría el bosque a través de diferentes elementos escultóricos. Un mecanismo efímero anudado a los elementos naturales, imposible de controlar y de una fragilidad poética.
El aprendizaje se basa en la experiencia, y es precisamente de esa primera experiencia en las Azores, atravesada por dos de sus proyectos más recientes: Aprendices errantes (Museo Patio Herreriano, Valladolid, 2023) y Saber de oído (C3A, Córdoba, 2025), que Cristina nos propone este nuevo capítulo en su trabajo. Lengua en coro, cuenta es un ecosistema frágil y mutable donde no hay jerarquías ni rangos, ya que cada una de sus piezas depende de otra, generando un nudo de equilibrios en el que la gravedad es motor y fuerza. En este paisaje imaginado, las formas como las palabras son polisémicas y lo visible y lo invisible forman parte del relato. Una invitación para que podamos, a partir de estos gestos escultóricos, crear nuestras propias lecturas y encorpar una experiencia en la que las manos nos guían y acarician, se convierte en contenedor y contenido, vemos su positivo y encontramos su negativo. El agua rebosa, la luz se tamiza, el reflejo aparece sobre la arquitectura, el lugar también alimenta la historia.
El agua se filtra, y al hacerlo transforma el paisaje. Los elementos escultóricos que conforman este relato están producidos, en su mayoría, a partir de materiales reciclados, objetos provenientes de otros proyectos, ajenos o propios que son modificados y adaptados a este nuevo uso, acumulando marcas, trazos, historias y haciendo útil a lo abandonado. Un rastro humano que también está presente en las nuevas producciones: piezas artesanales de cerámica y metal que hacen referencia a la transmisión de saberes tradicionales que necesita de un tiempo largo, pausado y que habita en la imperfección, el balbuceo, el tropiezo de esos cuerpos que aprenden a hablar, andar, a fluir y que construyen lenguaje, movimiento. En esos saberes también está el del acequiero que lee la orografía de su sierra y siembra el agua de las gargantas, cuidando el paisaje.
El agua fluye, se bifurca a través de una criatura de dos bocas, convirtiéndose en voz, transmutándose el espacio en una composición coral a través de la cual nos abrimos a las múltiples posibilidades y formas que adoptan las cosas. Estas criaturas que nos acompañan, mitad humanas, mitad mágicas, organismos informes a los que nuestra imaginación da vida, guardan quizás esas voces, esos saberes que han fluido en el tiempo. En esta fábula polifónica de ritmo cambiante no hay principio ni final, caminamos a través de un nudo de momentos presentes a la búsqueda de un desenlace que no llega. ¿Qué queda de aquel primer relato?