Valorizando una práctica artesanal que tradicionalmente se asocia a las mujeres, Izaskun Chinchilla Architects invita a los visitantes a reflexionar sobre la ausencia histórica de autoras femeninas en el pensamiento utópico. El proyecto se presenta como un espacio de encuentro efímero, que simboliza las luchas por la igualdad, la justicia y la creatividad en el ámbito urbano, y «borda» las fronteras entre la tradición y la innovación, el pasado y el futuro.
Por medio de materiales reciclados recuperados del mar, el pabellón se convierte en una manifestación de protesta, una reivindicación de la memoria como imaginario colectivo que promueva nuevas prácticas para construir el futuro, puntada a puntada.

Levedad y denuncia: el bordado como utopía en femenino por Izaskun Chinchilla Architects. Fotografía por Mikel Blasco. Imagen cortesía por Mugak/2025.
Descripción del proyecto por Izaskun Chinchilla Architects
El diseño recupera el bordado, una tradición históricamente asociada al cuidado y a la producción artesanal femenina, y lo eleva a la categoría de herramienta arquitectónica y política. Su planteamiento no solo reflexiona sobre la ausencia histórica de autoras femeninas en el pensamiento utópico, sino que reivindica su presencia mediante la representación de una estructura que simboliza las luchas por la igualdad, la justicia y la creatividad en el ámbito urbano, y «borda» las fronteras entre la tradición y la innovación, el pasado y el futuro.
La estructura textil tensada, de formas curvas y ligeras, puede acoger bajo sí misma diversas actividades. Juega con la tensión y la transparencia para crear un espacio de encuentro efímero y simbólico. Además, empleará la tecnología de impresión 3D, un enfoque alineado con la sostenibilidad y los objetivos de la Bienal.
«El proyecto resalta la utopía desde una perspectiva feminista, haciendo visible cómo las prácticas tradicionales asociadas a las mujeres, como el bordado, pueden ser un medio para imaginar y construir futuros alternativos».
La estructura rinde homenaje a símbolos como el Árbol de Gernika, los kaikus y la barandilla de La Concha, integrando bastidores que recogen sueños ciudadanos y denuncias sobre turistificación, vivienda, desigualdad o pérdida de biodiversidad. Pensado como un espacio abierto, flexible y circular, permite bordar en común, acoger asambleas, proyecciones o debates, y habilitar el cuidado infantil colectivo.
Los materiales son reciclados: velas de barco y plásticos recuperados del mar. Cada pieza se convierte en soporte de memoria y protesta, recordando que bordar es narrar y transformar. El pabellón reivindica el valor político de lo manual y lo participativo frente a discursos verticales y soluciones tecnocráticas. No promete el paraíso, pero invita a construirlo, puntada a puntada, desde lo común. Una utopía tejida a muchas manos, donde imaginar otras formas de ciudad es también imaginar nuevas maneras de estar juntas en el mundo.