La exposición del fotógrafo Nicholas Nixon (Detroit, Míchigan, 1947), uno de los más importantes de la segunda mitad del siglo XX, puede visitarse hasta el 7 de enero, en la sala Bárbara de Braganza, 13 (Madrid).
La muestra, compuesta por más de 200 fotografías, presenta sus principales series organizadas de manera cronológica. En todas ellas, Nixon emplea una técnica sencilla, casi obsoleta, pero impecable, usando una cámara de gran formato que impone la cercanía. Cuenta, además, con la colaboración de los retratados con el fin de mostrar los mundos próximos en los que fija su atención: los ancianos, los enfermos, la intimidad de las parejas y la familia. Su obra revela una tensión entre lo visible (el contenido) y lo invisible (los pensamientos e inquietudes de los protagonistas).
El recorrido de la exposición comienza con Vistas, serie en la que se incluyen imágenes tomadas en los alrededores de la ciudad de Alburquerque (Nuevo México) siendo estudiante de fotografía. En esta sección también se incluyen instantáneas con las vistas de Boston y Nueva York realizadas por Nixon entre 1974 y 1975. Con estas obras el norteamericano participó en New Topographics, una de las exposiciones más importantes de la historia de la fotografía.
A partir de 1977, Nixon se centra principalmente en el retrato, un género que encaja con sus intereses y valores personales que se trasladan a su trabajo diario. Este cambio de objetivo puede observarse en las siguientes series del recorrido: Porches, que ofrece imágenes que recorren los márgenes del río Charles, cerca de Boston, y más tarde otros barrios pobres de Florida y Kentucky. Las fotografías se realizan en la ribera del río, en las playas y sobre todo en los porches de las casas, espacios de transición entre lo público y lo privado.
Hacia 1984, empieza a fijarse en un tema que se acabará convirtiendo en una nueva serie que le ocupará también el año siguiente y al que ha vuelto recientemente: los ancianos alojados en residencias que visitaba como voluntario. La experiencia directa y el interés por las personas al final de sus vidas están presentes en su obra de aquí en adelante.
El siguiente proyecto que aborda tiene una evidente continuidad con la serie anterior. Se trata de People with AIDS (1988) donde el artista recoge la secuencia de quince vidas afectadas por el sida, así como cartas y conversaciones transcritas por Bebe, su mujer. Nixon se implicó de una manera muy clara en este proyecto con el fin de ofrecer una crónica honesta y real de estas vidas y se adentró en su privacidad para comprender el sufrimiento de los enfermos y el de sus seres cercanos.
Con la serie Familia, formada por imágenes de su mujer, su hijo Sam y su hija Clementine, Nixon se recrea en la intimidad. La proximidad de su cámara sugiere algo táctil, como si les acariciara.
A partir del año 2000 Nixon no trabaja con series cerradas, sino que vuelve una y otra vez sobre sus principales obsesiones. Buen ejemplo de ello es la serie Parejas, en la que no prepara las escenas, sino que participa de ellas, y en las que se esfuerza por crear un clima de confianza que permite que la fotografía surja sola.
En Nuevas Vistas, Nixon vuelve a subir a las azoteas de Boston. Estas vistas están tomadas con un formato mayor de cámara, 11x14 pulgadas, que permite ver mucho más de lo que percibe el ojo a simple vista.
En la última década Nixon se centra de lleno en el retrato, con primeros planos de recién nacidos, niños, enfermos hospitalizados y ancianos que muestran la fragilidad y la capacidad misteriosa de resistencia del ser humano. En esta línea, destaca la serie Las Hermanas Brown, sin duda su obra más conocida, compuesta por los retratos de su mujer Beverly Brown (Bebe) y de sus tres hermanas, con las que crea una de las investigaciones sobre el retrato y el tiempo más convincentes de la fotografía contemporánea. Esta serie, con la que Fundación MAPFRE inició su colección de fotografía (2009), también forma parte de las colecciones del MoMA de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Houston, la National Gallery of Art de Washington, o la Fundación A de Bruselas.
Cierra la exposición un pequeño grupo de fotografías tomadas en las escaleras y en el porche de su casa y en las que destacan las cortinas mecidas por el aire, así como un cuadro que siempre estuvo ahí.