Los materiales juegan un papel importante en la armonización del espacio gracias a su textura rugosa y vibrante, gracias a la radicalidad del amor al material que aportan el hormigón visto encofrado y el ladrillo cara vista rústico.
Descripción del proyecto por Malu de Miguel
La vivienda se sitúa en una parcela de poco más de 1000 m² y su mayor parte se desarrolla en planta baja, con una doble altura en el salón, que articula la pequeña área de dos plantas. Se cede a la calle la franja frontal de retranqueo, conformando un espacio abierto, que sirve de aparcamiento para visitas y dilata la calle, como una pequeña plaza. En un urbanismo de lindes cerradas y vallas continuas, sorprende por la generosidad al regalar este ámbito, del que la casa también se beneficia. El programa resulta atípico y paradójicamente, su novedad consiste en ser antiguo y casi olvidado: dar acomodo a un núcleo familiar formado por tres generaciones. De ahí la configuración en dos pabellones.
Además, la organización de la planta supera la tradicional distribución de “dormitorios principales” y “de niños”: sea cual fuere la organización familiar, las estancias se ocuparán por decisión de sus habitantes, no por imposición de la casa. Se buscan espacios de sombra, continuidad dentro / fuera (el cerramiento del patio se oculta y desaparece aspirando a que quede abierto de marzo a octubre), y que los recorridos por la casa sean circuitos sin fin, que la casa sea un espacio continuo donde correr de un lado a otro, jugar y escapar, sin recorridos con un final inevitable.
Dos materiales armonizados a través de su textura rugosa y vibrante:
1. Hormigón visto encofrado con tablero OSB, cuya textura lo convierte en un material casi vegetal, amigable y cálido.
2. Ladrillo cara vista rústico, aparejado con llaga de mortero bastardo de grueso similar al del ladrillo. La fábrica resultante rememora gratamente fábricas históricas, de cuando la materia, y no la química, era el principal recurso de la construcción.
Esta fábrica se ha empleado en los paramentos exteriores y en todas las particiones interiores, variando sólo el aparejo, al tresbolillo en exteriores y reticular en interiores. Así, gracias a esta fábrica interior, se expresa el deseo de que cuando la casa esté abierta (que es su sueño) su materialidad lo asemeje a un exterior cubierto. Se ha empleado el ladrillo en jambas a galleta, recercando ventanas, produciendo salientes a modo de repisas en exteriores, estancias, baños. La radicalidad del amor al material lleva incluso a que en las duchas el ladrillo quede visto, impermeabilizado con una imprimación transparente.