El próximo jueves, 22 de noviembre, una exposición sobre fotografía que no te debes perder en la Galería Rita Castellote de Madrid. Titulada "El jardín del olvido" recoge un recopilación o foto-imaginarium realizado por el fotógrafo australiano Victor Stamp.

La verdad susceptible de ser mentira, la mentira susceptible de ser verdad. Esencias y paradojas: un momento eternamente congelado en el tiempo, pero amenazado por la inmediatez del olvido y del abandono. Un instante de vida donde se puede leer en filigrana una muerte segura.

El fotógrafo australiano Victor Stamp muestra por primera vez una selección de obras de su gabinete.

"El jardín del olvido" es un foto-imaginarium que fascina de la misma manera que lo hace Europa -tierra de amnesia, conmemoración y olvido-. El lugar imaginario donde los recuerdos olvidados del pasado languidecen.

“El Jardín del Olvido” es el lugar imaginario donde los recuerdos olvidados del pasado languidecen a la espera de ser redescubiertos y transformados.

Fotografías rutinarias e instantáneas son rescatadas para crear escenas y contar historias. Las imágenes del mundo contemporáneo están rigurosamente excluidas: lo que se muestra pertenece o bien a un pasado más o menos reciente o bien a un reino utópico y acrónico.

La verdad susceptible de ser mentira, la mentira susceptible de ser verdad. Esencias y paradojas: un momento eternamente congelado en el tiempo, pero amenazado por la inmediatez del olvido y del abandono. Un instante de vida donde se puede leer en filigrana una muerte segura.

“El Jardín del Olvido” es un foto-imaginarium en el que la incorporación de títulos, palabras, fechas y textos en varios idiomas perturba las imágenes. La obra abraza irónica pero alegremente la nostalgia, y la temática frívola se codea con la trágica en una yuxtaposición repentina de registros opuestos.

Elementos gráficos liberados de su fuente original y recompuesta arrojan nuevos contextos y significaciones.

La fotografía como pretexto para un ejercicio de pos-fotografía.

 

Fecha: jueves 22 de noviembre, a partir de las 20 horas
Lugar: en GRC-Mg (Galería Rita Castellote), calle San Lucas, 9. Madrid.

 

Comisario. José Reguera ha sido el responsable de Programación, Contenidos y Exposiciones de la galería GLORIA donde ha comisariado, diseñado y producido más de veinte exposiciones en el ámbito de la Arquitectura, las Artes Visuales y el Diseño.

Formado en la NYFA & La Fémis de París, el Instituto Superior de Arte I-ART de Madrid, y en la ESCAC de Barcelona. Es experto en Gestión Cultural por la Universidad de Cádiz. Actualmente forma parte del equipo de GLORIA TRANSMEDIA.

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Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.
                     —Álvaro de Campos, Tabacaria

Victor Stamp vislumbró la luz del día por primera vez el 22 de abril de 1957, a unos 20.000 kilómetros al sur de donde se suponía que tenía que haberla visto. Por alguna equivocación cósmica, no nació en París o en Berlín Oeste, sino en Cygnet, un pintoresco pueblo costero, (población ~900) en el Valle de Huon, al sur de Tasmania. 

Stamp, quién en una ocasión se definió sardónicamente como "el hijo réprobo de un presbiteriano présbita y de una hija de dentista", se quedó hechizado por el sueño de una Europa mítica desde una edad temprana. Contra todo pronóstico desafió el determinismo genético y social, desoyó el canto de sirena de la odontología y se manifestó como artista y poeta desde su más tierna edad: en una entrevista con Marc Ronceraille, Stamp relata cómo, con catorce años, durante un viaje a Hobart con sus padres, se compró un ejemplar de segunda mano de la poesía completa de Mallarmé (edición Penguin) que le cambió la vida para siempre. Pero este encaprichamiento con las infinidades glaciales de la poesía pura chocó frontalmente con el tedio de la vida cotidiana en un rinconcito apagado del mundo dónde, como reza una guía turística no del todo reciente, ‘una de las diversiones principales consiste en observar al tornero de madera fabricar bochas.’

En 1977 y sin terminar sus estudios universitarios, zarpó rumbo al viejo continente para no volver a regresar. A lo largo de los siguientes quince años y antes de dedicarse exclusivamente a su actividad artística, su genio autodidáctico le sería útil a medida que emprendía una variedad de proyectos, para ninguno de los cuales tenía la más mínima cualificación.

Victor Stamp está convencido de que más allá de este breve esqueleto biográfico, cuanto menos se sabe de él mejor. Sin embargo, está dispuesto a revelar que su color favorito es gris, su metal favorito el plomo, y su cualidad preferida en una mujer, los hombros anchos.

Cuándo no está proyectando y ejecutando sus modestas intervenciones artísticas, se le puede encontrar golpeando la acera de las avenidas y bulevares de las grandes ciudades europeas, fusionando su reflejo en los escaparates con la interrogación muda de la mercancía, parándose raras veces y comprando nada.

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