Hoy en nuestra cuarta entrada de esta sección, compartimos con vosotros un extracto de La metamorfosis, de Kafka.

Franz kafka nace en Praga en el año 1883, y muere en Austria en 1924. Su obra La Metamorfosis, se desarrolla en dos habitaciones, la habitación del protagonista, y el salón de la casa. Compartimos unos extractos en los que se describe la habitación de Gregorio. En ellos cambia la percepción de la habitación como "lugar personal", dormitorio que hacemos nuestro. El protagonista a medida que coge miedos, y la metamorfosis comienza a ser no sólo física, percibe el cuarto de manera distinta, ya no lo considera su habitación. Prefiere refugiarse bajo el sofá arrinconado, que tumbarse en su propia cama. A pesar de ésto, prefiere no deshacerse de los muebles, que son los elementos que le ayudan a recordar, que és ser humano.

¿Qué me ha ocurrido? No estaba soñando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña, tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado un muestrario de paños - Samsa era viajante de comercio-, y de la pared colgaba una estampa recientemente recortada de una revista  lustrada y puesta en un marco dorado. La estampa mostraba a una mujer tocada con un gorro de pieles, envuelta en una estola también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía un amplio manguito, asimismo de piel, que ocultaba todo su antebrazo.

Gregorio miró hacia la ventana; estaba nublado, y sobre el cinc del alféizar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo sentir una gran melancolía. «Bueno –pensó–; ¿y si siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas estas locuras?» Pero no era posible, pues Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no le permitía adoptar tal postura. Por más que se esforzara volvía a quedar de espaldas. Intentó en vano esta operación numerosas veces; cerró los ojos para no tener que ver aquella confusa agitación de patas, que no cesó hasta que notó en el costado un dolor leve y punzante, un dolor jamás sentido hasta entonces.


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Pero aquella habitación fría y de techo alto, en donde había de permanecer echado de bruces. Le dio miedo; no entendía por qué, pues era la suya, la habitación en que vivía desde hacía cinco años... Bruscamente, y no sin algo de vergüenza, se metió debajo del sofá, en donde, a pesar de sentirse algo estrujado, por no poder levantar la cabeza, se encontró en seguida muy bien, lamentando únicamente no poder introducirse allí por completo a causa de su excesiva corpulencia.

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Durante el día, por consideración a sus padres, no se asomaba a la ventana, y en los dos metros cuadrados de suelo libre de su habitación casi no podía moverse. Descansar tranquilo le era ya difícil durante la noche. La comida pronto dejó de causarle placer, y para distraerse empezó a trepar zigzagueando por las paredes y el techo. En el techo era donde más a gusto se encontraba: aquello era mucho mejor que estar echado en el suelo; respiraba mejor, y se estremecía con una suave vibración. Un día Gregorio, casi feliz y despreocupado, se desprendió del techo, con gran sorpresa suya, y se estrelló contra el suelo.

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¿Acaso quería realmente que se convirtiese aquella confortable habitación, con sus muebles familiares, en un desierto en el cual hubiera podido, es verdad, trepar en todas las direcciones sin obstáculos, pero donde en poco tiempo hubiera olvidado por completo su pasada condición humana?

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