Clara Porset. Pasión por el conocimiento y el diseño industrial

Historia y vida

Porset nació en Matanza, Cuba, el 25 de mayo de 1895 dentro de una familia acomodada de tradición española, donde le inculcaron valores y educación hispánica tradicional. Esto le permitió viajar por Europa y Estados Unidos y formarse en distintos países. Le permitió seguir avanzando para realizar la secundaria en Nueva York. Tras esto, ingresó en la Universidad de Columbia, donde realizó el bachillerato en Artes  en la Escuela de Bellas Artes, en 1925.

Años más tarde, sigue enfocada en el mundo del diseño, lo que la llevó a viajar a París donde entró a estudiar en la «Escuela Nacional de Arquitectura y Diseño con el arquitecto Henri Rapin desde 1928 hasta 1931, haciendo cursos de historia de arquitectura y arte, así como de teoría de arquitectura en la École de Beaux Arts de Estética en la Sorbonne y cursos de Arte en el Museo del Louvre.»³

Cuba

En 1932 retorna a Cuba tras un extenso viaje por el mundo que la llevó a la Bauhaus⁴ en Alemania y experimentar de primera mano el diseño y la vida artística que se estaba creando allí con grandes profesores como Meyer. Pero decide regresar a Cuba para trabajar como arquitecta, aunque enfocada al diseño industrial en el cual comenzó a sobresaltar con mobiliario fijo como el proyecto de crear dos casas pilotos del Banco Mendoza o los muebles para hospitales, escuelas, clubes y demás entornos fijos en la Habana. En 1935 tuvo que emigrar por la inestabilidad política del país.

México

Con su salida de la isla reubica su residencia en la ciudad de México donde empieza a trabajar conjugando «la abstracción y el arte popular mexicano y resaltar las tradiciones físicas de las culturas ancestrales del país.»⁵

En 1941 participó en el concurso Organic Design for Home Furnishing convocado por el MOMA de Nueva York. Ganó el primer premio bajo el diseño de la abstracción del arte popular plasmado en muebles y sillas. Siguió participando en concursos, esta vez para el New York Prize Design for Modern Furniture donde no logró ganar el primer premio, pero sí fueron incluidas sus obras dentro del catálogo del museo donde logra resaltar con una silla de mimbre y una estructura metálica.

Estos trabajos la llevaron a la movida artística-revolucionara y a poder conocer eminentes artistas de la época como Frida Kahlo o los muralistas Diego Rivera y Xavier Guerrero, quien años después se convierte en su pareja. Fue invitada como docente para impartir historia del arte para la UNAM en la Escuela Nacional de Arquitectura en el Departamento de Historia y Crítica de la Arquitectura. Posteriormente comenzó a trabajar en revistas de arquitectura y diseño como Espacio desde 1947, ambos trabajos los siguió desarrollando hasta el final de su carrera profesional.

Multifamiliar habitacional Presidente Miguel Alemán

Bajo la dirección y creación del arquitecto Mario Pani se desarrolla un ambicioso proyecto habitacional para la población de bajos recurso en la ciudad y que vivían en la informalidad.

Por ello, se construyen una serie de torres alta en la zona sur entre los años 1947 y 1949, donde el mismo arquitecto le encarga a Clara el diseño del mobiliario interno de algunos apartamentos para la venta. Esto se debió a que ella lograba resaltar de buena manera la cultura mexicana en mobiliario de buena calidad lo que impulsó a crear sillas, butacas, mesas y sillones de madera y mimbre para los innovadores apartamentos. Este hecho le sigue dando fama como gran diseñadora de muebles al poder acoplarse a proyectos de bajo costo de la misma manera que a proyectos de mayor costo y la estimuló a seguir con todo tipo de obras en el país y fuera de él.

En 1952, organizó la exposición El arte en la vida diaria. Exposición de objetos de buen diseño hechos en México para el Instituto Nacional de Bellas Artes siendo considerada la primera exposición de este tipo en América Latina.

Docencia universitaria

En 1960 es llamada otra vez a Cuba por Fidel Castro para diseñar de nuevo en su país y le encarga el mobiliario fijo para el recién creado Instituto educativo Camilo Cienfuegos donde era imprescindible las mesas y sillas para 5000 alumnos. Ella logra el encargo y le son adjudicados más proyecto dentro de la isla especialmente en la Habana y colabora con «la Escuela Nacional de Artes, Artes Plásticas y de Danza Moderna de La Habana de los arquitectos Ricardo Porro, Vittorio Garatti y Roberto Gottardi (1961-1965).»⁶

Realizó muchos otros proyectos que la denominaron una excelente diseñadora y catedrática. Esto fue tanto que es el rector de la Universidad de la Habana y Ernesto Guevara le pidieron fundar la primera escuela de diseño en Cuba, “Instituto Superior de Diseño Industrial” en 1962, donde el gobierno le adjudica un viaje por todo el mundo para ver las escuelas de arquitectura, arte y diseño industrial y así poder poner la escuela a funcionar. Pero por diferencias ideológicas y con la inestabilidad del país se retira como directora del instituto en 1963.

Cuando regresa a México le permiten volver a trabajar en la UNAM y poder dictar en la Escuela Nacional de Arquitectura hasta 1969. El entonces rector, Pablo Gonzales, y el director de la Escuela, Ramón Torres, crean el primer grado en Diseño industrial para el país y crean el CIDI (Centro de Investigación en Diseño industrial). Le piden participar como uno de los 10 profesores siendo solo dos mujeres invitadas a trabajar conjuntamente y crear el primer grupo de 17 diseñadores. Todo ello en un país que estaba dejando en el pasado el caso de Tlatelolco 68 donde los estudiantes estaban siendo visto como revolucionarios y mercenarios antes que investigadores.

La beca Clara Porset a las diseñadoras mexicanas

En 1988, la Facultad de Arquitectura bajo la dirección del CIDI crea el «Premio Beca Nacional de Diseño Industrial Clara Porset»⁷ al eminente proyecto de vida que ella desarrolló como diseñadora en el país.

El premio se celebra cada dos años, una labor que ahora le corresponde al CIDI. Se hace bajo un concurso de diseño a mujeres que logren resaltar mediante sus obras el diseño autóctono del país y generen bienestar y confort para la comunidad siempre con la mirada del bajo costo para poder ser adquirido fácilmente por todos. Este premio promete desarrollarse en el tiempo bajo un fin de comisión que dejó la misma Clara para poder premiar y valorar el arte popular mexicano mediante objetos físicos y que se entrega cada año en la universidad.

Final de su carrera

Durante muchos años, Clara se centra en la investigación y docencia más que en crear, lo que la lleva a una gran recopilación de documentos históricos de la cultura popular mexicana, desde los primeros asentamientos prehispánicos hasta los años 50. Todo este acervo de información lo dona como parte fundamental del desarrollo cultural al CIDI.

Ella sigue dando clases en el grado de Diseño y con los años ya no se puede trasladar a la universidad, por lo que los estudiantes se acercan a su casa. Esto demostró un excelente trabajo como docente y profesional para volverse todo un icono en el medio industrial. Como en 1971, cuando el «Instituto Nacional de Bellas Artes le otorga la medalla de oro por su importancia como pionera del diseño industrial moderno en México, máxima distinción de este instituto.»⁸

Fallece en mayo de 1981 con 86 años en Ciudad de México, dejando una obra de vida incomparable como mujer y como profesional de la época.

Conclusiones finales

Toda una obra de vida para una singular mujer que se enfrentó a un mercado desconocido en dos países que afrontaban grandes cambios sociales y económicos. Por un lado, la inconformidad de la educación y, por el otro, un vuelco social y económico. Estas dos acciones marcaron su vida y su carrera profesional hasta tal punto de querer aportar de alguna manera. Lo logró con obras físicas y materiales de bajo coste que eran adquiribles para toda la comunidad en general.

Pero lo más destacable de ella era la pasión por el conocimiento y la cultura tradicional mexicana que la llevó a crear grandes objetos de muy buena calidad y con una identidad inigualable. Esto hizo que se representara en todos los mexicanos un arraigo propio por los diseños nacionales más que por los importados.

NOTAS.-