Llegados en el nuevo ferrocarril que conecta Pekín con Lhasa, a veces huyen, a menudo en la noche, a recoger imágenes o algunas confidencias, y otras veces siguen dócilmente el curso balizado que se les había concedido. Nos invitan así a un doble enfoque cuyo segundo, quizás, no es el menos interesante. La impresión inmediata que logran las imágenes de Laurent Zylberman es la de una región bajo alta vigilancia: la omnipresencia de siluetas de policías y patrullas militares en las calles lo certifican; una región invadida cada día por millares de inmigrantes Han que se vuelcan en las estaciones, pioneros de este nuevo Far West, llegados en busca de fortuna y trastornando por su número la demografía del país. Pero al compás de las visitas, otra visión se dibuja: la de un país en profundo y brutal cambio económico que trastorna un método de vida milenario y el frágil equilibrio ecológico de un altiplano hasta ahora poblado por nómadas. Canales de riego, carreteras, centrales hidroeléctricas, explotaciones mineras, aeropuertos y también escuelas, universidades, hospitales dan prueba de la colosal inversión china para hacer del Tíbet una región moderna y rentable.
En la ciudad, abundan las tiendas de prendas de vestir “made in China”, los grandes almacenes con sus batallones alineados de vendedoras en uniforme, las discotecas en la noche atraen a la juventud tibetana a escuchar la música occidental. Todo eso revela la voluntad de seducción de las autoridades oficiales que apuestan sobre la llegada masiva de bienes de consumo y hacen incluso alarde de una determinada tolerancia respecto a las prácticas religiosas o la enseñanza de la cultura tibetana.
La fuerza simbólica de las fotografías en blanco y negro de Laurent Zylberman condensan, a menudo en una única imagen, los choques entre dos sistemas de valores llevados por dos comunidades entre las cuales reinan la incomprensión, la desconfianza, y a menudo el menosprecio.
Encuentros inesperados, a veces divertidos, choques temporales directos son manifestaciones de estas fricciones entre dos culturas, una materialista, violentamente vuelta hacia la eficacia técnica y la conquista de nuevas riquezas, otra esencialmente espiritualista, fiel a una concepción del lugar del hombre en un tiempo cíclico y un orden cósmico inmutable.
Galería Rita Castellote. C/San Lucas 9, 28004 – Madrid