Antonio Palacios, arquitecto de Madrid

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Antonio PALACIOS

Antonio Palacios comienza a trabajar en un momento histórico caracterizado por la inestabilidad política y social y, muy especialmente, por el desastre del 98, tras el que se intensificó el debate entre tradición y modernidad. La arquitectura de ese período se vería fuertemente influida por las corrientes que pretendían la búsqueda de la identidad nacional, volviendo la mirada hacia épocas como el Renacimiento que simbolizaban el esplendor perdido. No extraña, por tanto, que Palacios, en línea con las tendencias historicistas impulsadas por Viollet le Duc o Rushkin durante el siglo XIX, recurriera a elementos prestados del Gótico, el Neoplateresco o el Barroco para crear obra monumentales cuya máxima expresión alcanza en los edificios regionalistas que construyó en Galicia. 


Pero tampoco fue ajeno a corrientes contemporáneas como el Modernismo, cuya influencia está presente en su interés por lo ornamental, lo orgánico y en la ambición de crear obras de arte totales con la incorporación de las artes decorativas, a las que añade los ecos secesionistas de Otto Wagner, de quien se fija en su particular evolución hacia estructuras funcionales y la limpieza de los materiales. Todo esto unido al empleo de órdenes gigantes, las referencias al clasicismo académico internacional, la arquitectura estadounidense y la incorporación de nuevos materiales permitieron a Palacios alcanzar un equilibrio integrador entre las viejas concepciones arquitectónicas y los nuevos métodos constructivos para crear una obra muy personal y difícil de clasificar.

La arquitectura de Antonio Palacios se sitúa en un etapa de transición entre el Modernismo y el Movimiento Moderno, por lo que algunos de los seguidores de esta corriente no dudaron de tacharlo de megalómano, monumentalista y formalista. Sin embargo, tras la apariencia escultórica de muchos de sus edificios, Palacios se anticipó en cierto modo al racionalismo al anteponer una distribución funcional del espacio. Si bien es cierto que sus obras manifiestan un afán de transcender, no hay que olvidar que fueron concebidas para adecuarse e integrarse en un entorno de carácter oficial y monumental como el del Madrid de principios de siglo XX.

A pesar de todo, Antonio Palacios dejó un extraordinario legado formado por las más significativas y monumentales construcciones del Madrid moderno. Un conjunto de edificios que contribuyeron a modificar su perfil urbano y que hoy, ajenos a cualquier corriente arquitectónica, permanecen en la memoria colectiva junto a hitos clave de la ciudad como el Palacio Real, la Plaza Mayor o la Basílica de San Francisco el Grande.
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