María Fandiño Iglesias ha planteado un petril sobre el río, formado por piedras graníticas colocadas y encajadas de forma artesanal. El lugar está estratégicamente ubicado a la sombra del río y tiene el tamaño y la forma adecuados para que la gente descanse. Presenta grandes huecos que permiten el drenaje de la lluvia. El pavimento es de piedra en las zonas inundables, y cada adoquín se adapta a las formas del camino, respetando la pendiente y reflejando el transcurso del río colindante.
La recogida y encauzamiento de aguas se realiza con arena y cantos rodados propios del lugar, difuminando los límites entre la parte natural y la construida. La obra consigue crear un nivel intermedio entre el puente de piedra y la vegetación de ribera. La intervención, cuidadosamente estudiada, presta especial atención a los encuentros entre pavimentos y en los giros, imitando a los grandes casqueiros de granito y a las laxes tradicionales de acceso a las parcelas.
El resultado es un diálogo constante entre las técnicas ancestrales y las contemporáneas, donde se logra recuperar el paisaje colorido, junto con el sonido del agua del río sobre las piedras, antes de concluir en el mar.

Acondicionamiento del Puente del río Villar por María Fandiño Iglesias. Fotografía por Héctor Santos-Díez.
Descripción del proyecto por María Fandiño Iglesias
A resguardo de la Sierra da Groba, el río Villar desciende por su ladera oeste hasta encontrarse con el Atlántico. A su paso, atraviesa un paisaje pétreo que va desde grandes formaciones rocosas de montaña hasta pequeños bolos graníticos.
La corriente cruza bajo la PO-552 y la «Estrada Vella» —actual trazado del Camino de Santiago por la Costa—, un antiguo camino que discurre paralelo al horizonte sobre una llanura intensamente antropizada. Los muros de piedra seca que delimitan las parcelas protegen los cultivos de la salinidad marina y, al mismo tiempo, generan caminos sobre grandes laxes donde aún son visibles las rodaduras de antiguos carros.
La construcción de la PO-552 en los años 90 interrumpió las escorrentías naturales de la montaña, canalizándolas y taponando las más pequeñas. Con los actuales regímenes de lluvia, esto hecho provoca inundaciones, deterioro de caminos y arrastres que comprometen los muros de piedra seca colindantes con la «Estrada Vella». Poniendo en jaque el patrimonio del lugar: su paisaje.
El proyecto busca resolver este cruce mejorando el drenaje, la topografía y la seguridad pública, al tiempo que propone un área de estancia para peregrinos. Se plantea desde un único material: la piedra.
El pretil sobre el río Villar se construye con grandes piezas graníticas encajadas artesanalmente. Su anchura permite el descanso sin necesidad de mobiliario, a la sombra del río y su vegetación de ribera. Los huecos entre las piezas garantizan el desagüe en época de lluvias y permiten la iluminación nocturna.
El pavimento, de piedra sólo en las zonas inundables, refleja la lógica del agua, motor del proyecto. Su geometría fluida se adapta a los cambios de pendiente y enfatiza la transversalidad entre río y mar. El adoquín forma un velo que se disuelve en los bordes con el caz lateral.
El caz se ejecuta con arena y cantos rodados encontrados en la excavación, generando una transición sutil entre lo construido y lo natural. En los encuentros entre pavimentos y en los giros los grandes “casqueiros” de granito —recortes rectificados de cantera— evocan las laxes tradicionales de acceso a las parcelas.
El resultado oscila entre el control técnico del material y la espontaneidad de los antiguos muros de mampostería. Es un diálogo entre los nuevos usos y el territorio ancestral, que invita a sentarse y escuchar las aguas claras de la sierra de A Groba sobre las piedras antes de encontrarse con el mar.