Conocido, antes de ser arquitecto, como dibujante excepcional (Premio Lazarillo 1964) ilustró entre otros el libro Canciones y Poemas para Niños de Federico García Lorca. Pocos años después, en 1972, arquitecto y urbanista, en ambas facetas comprometido socialmente por igual.
Tras su formación académica colaboraró con diferentes estudios, en especial me transmitió el recuerdo de cómo formó parte de ese grupo de arquitectos que relevó a los que habían integrado el primer equipo formado por Francisco Javier Saenz de Oiza para ganar la torre del Banco de Bilbao, en 1972, trabajando en el proyecto que se desarrolló para construir la emblemática torre. Un recuerdo que se completaba con el que me transmitio Alfonso Valdés que participó en el primer equipo.
Sus trabajos y estudios inéditos sobre los paisajes andaluces son casi una recopilación enciclopédica, pero tanto o más que esos estudios lo son los de los paisajes periféricos, esos que tanto mostraba y a los que hacía referencia, recordando la Escuela de Vallecas. Los olvidados paisajes del sur de Madrid, los de los yesos, áridos y estigmatizados por el norte rico y verde, por ende olvidados y asignados a los asentamientos de los trabajadores, la industrias, los residuos, consecuencia de las incomprensibles o egoístas políticas de algunos ministros de hace más de medio siglo.
Posteriormente, con su hermano como comisario, recuperarían la figura del escultor Alberto Sánchez (2010) y su proyecto de escultura surrealista, Monumento a los pájaros para su instalación en el cerro Almodovar. Pocos conocen que la obra fue un complemento magistral a la presentada en el pabellón español en París, con el Guernica de Picasso, y su obra más conocida de la que hay una réplica en la puerta del actual Museo Reina Sofía, "El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella". El cerro en el que debería instalarse esa escultura forma parte de esos paisajes periféricos de los que tanto hablaba Daniel Zarza, un territorio de naturaleza casi mitológica. Alberto Sanchéz murió en el exilio en 1962, en Moscú, y no fue el único personaje brillante con trayectoria similar por el que se interesó Daniel Zarza. Modernidades olvidadas. Luis Lacasa fue otro de esos olvidados, sobre cuya obra trabajó con Carlos Sambricio, invetigación que culminó en una exposición en el COAM en 1976, "Racionalismo Madrileño Luis Lacasa, 1920 - 1939".
Colaboró en uno de esos planes urbanos que se han convertido en referencia para todo el urbanismo español, el PGOU de Madrid del 85 y formó parte activa de los de Sevilla, Granada, Bilbao y el Especial de la Alhambra
Conocí su trabajo cuando todavía era estudiante a través de la publicación del Parque Industrial Las Monjas, Madrid, 1987. Un modelo innovador para la implementación de políticas urbanísticas industriales, algo que repetiría en numerosos proyectos para actividades productivas, planes regionales e infraestructuras territoriales.
Personalmente le conocí en el año 2003, cuando empecé a dar clases en la Universidad de Alcalá, en la que hacía poco él había ganado su plaza de catedrático de urbanismo. Fueron 15 años intensos, de trabajo mutuo en los que me trasmitió su forma de ver el paisaje y de entender el urbanismo como arquitectos y no solo como planificadores perdidos en las visiones de abogados e ingenieros. La visión del arquitecto para construir ciudad fue uno de los puntos en los que coincidimos y con esa y otras coincidencias nos presentamos a varios concursos, algunos de ellos ganados como la reforma de la Gran Vía en 2010 (no realizado por la crisis y políticos a los que “asustaban” los arquitectos, nunca entendí porqué plantear un concurso que no se quería realizar). Algunas de aquellas ideas que planteamos se están realizando hoy en la Gran Vía de Madrid. En la celebración de su centenario volvió a participar en el documental sobre la historia de la vía más conocida de la capital, el documental dirigido por su hermano Rafael Zarza sobre la Gran Vía para Telemadrid.
Otros proyectos en los que también participamos, algunos premiados y otros con menos fortuna fueron la increíble propuesta para el “Parque de Valdebebas” o la “Reforma del Río Segura a su paso por Beniel”. Un proceso de colaboración y trabajo que también continuó en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá. Un trabajo en estrecha colaboración, que se tradujo en mutuos intercambios, pero del que yo salí más beneficiado al poder aprender una visión diferente sobre el paisaje, que tan brillantemente él conocía y trasmitía.
Su forma de dar clases siempre era una oportunidad para aprender. Su manejo del discurso teórico acompañado de un instrumental que ya nos parece arcaico, pero que él dominaba con maestría y genialidad, eran los dibujos en la pizarra realizados con tiza para explicar, sintetizar las ideas, resumir en un esquema una comprensión fácil de un pensamiento complejo. Su compromiso siempre era con la Inteligencia directa, aquella que sabe llegar a todos, sin palabras que ocultan, sin adornos versallescos.
Durante estos años nos hicimos amigos, compartimos muchas ideas, proyectos, charlas, debates, discusiones y conversaciones. Sus últimos tres años, fueron una fase injusta para una trayectoria brillante con la arquitectura, el urbanismo y la cultura del paisaje, pero especialmente injustos para con la persona. Tres años duros, que nos hacen recordar con más fuerza el valor del compromiso ético y profesional, algo que no siempre es suficientemente valorado y sin embargo tan necesario, básico y ejemplar.
Azores, octubre de 2018. José Juan Barba