El proyecto de Central de Arquitectura y Módica Ledezma, que ha sido proyectado para ser ocupado por entre 8 y 12 personas, sigue modelos cercanos en los que se priman los espacios abiertos, el uso de maderas tropicales y cubiertas de palma o teja. La vivienda se caracteriza por organizar el programa en dos niveles con una clara disposición longitudinal, estando el conjunto rematado por una gran cubierta a cuatro aguas.
El interés por realizar una vivienda adaptada a su contexto implicó una investigación sobre técnicas de ventilación cruzada y materiales que soportaran la condensación y la salinidad, e implicó que el faldón sur se prolongase sobre la cumbrera, facilitando la entrada de luz a través de una gran abertura corrida.
El acceso a la vivienda se realiza a través de una gran puerta pivotante de tres metros, realizada en parota, que da acceso a un interior cuya estructura ha sido ejecutada en madera de pino y ha recibido un tratamiento de arseniato de cobre cromado para protegerla tanto de insectos como de humedad. En el ajardinamiento se seleccionó vegetación procedente de los bosques caducifolios de Nayarit, como el Palo Blanco o el Palo Mulato, para reducir el mantenimiento, el consumo hídrico y favorecer la integración paisajística.

Casa Kupuri por Central de Arquitectura + Módica Ledezma. Fotografía por Zaickz Moz.
Descripción del proyecto por Central de Arquitectura + Módica Ledezma
Casa Kupuri está ubicada en Punta Mita, Nayarit, México. El proyecto se encuentra en estrecho diálogo con el enclave costero, donde la luz, la humedad y la vegetación tropical generan una experiencia única de habitar a pocos metros del mar.
El proyecto realizado en 18 meses se ubica sobre un terreno de 1.081 m² con una pendiente descendente hacia la bahía. Éste emerge, no como objeto impuesto, sino como extensión del relieve litoral.
Esta sinergia con el lugar responde a tres condicionantes: el desnivel natural pronunciado que exige contención del terreno, el clima cálido y húmedo que demanda ventilación pasiva y materiales resilientes, así como las normativas del fraccionamiento, que exigen una morfología coherente con la memoria constructiva vernácula de la región.
Para garantizar el mayor confort de sus habitantes, el proyecto proyectado para alojar de 8 a 12 personas implicó una investigación sobre técnicas de ventilación cruzada y materiales que soportaran la condensación y la salinidad.
El proyecto respeta el lenguaje morfológico de la zona, donde predominan elementos tradicionales de la arquitectura costera del Pacífico mexicano, como los espacios abiertos, uso de maderas tropicales y cubiertas de palma o teja a 4 aguas, reinterpretándolos para responder al modo de vida actual, con una expresión clara, honesta y adaptada al lugar.
      El emplazamiento sigue la topografía natural para convertirla en la base de la experiencia habitable.
El acceso principal se da a través del nivel de calle, por medio de un basamento de hormigón pigmentado en tono ocre empotrado al terreno, que absorbe la inclinación del terreno para organizar y anclar la casa, alcanzando solidez y contundencia en su encuentro con la tierra.
En este nivel -1, se agrupa una suite completa para la privacidad de los invitados, con vistas al jardín, la escalera que lleva a las áreas comunes, así como las áreas de servicio de la casa.
La puerta principal con un mecanismo de pivote está elaborada a base de madera de parota al aceite y tiene más de 3 metros de ancho. Ésta, al abrir disimula las puertas de las zonas de servicio -ocultas en un muro del mismo material- creando un pasillo que enmarca las vistas a la naturaleza de manera frontal y guía al usuario a la escalera que lleva a las áreas comunes en la planta superior.
Esta madera se encuentra presente en la mayor parte de muros divisorios de la residencia y es endémica en Nayarit.
En el nivel 0, se encuentra el acceso peatonal, así como el resto del programa arquitectónico, que se compone de un área común con sala y comedor para 10 personas, así como cocina, cuarto de TV, alberca, jacuzzi, lavandería, 2 habitaciones principales y 4 secundarias, todas con baño propio.
      En este piso, la losa se vuela hacia el jardín, permitiendo la implementación de jardineras con plantas colgantes que ayudan a desvanecer el volumen en la pendiente natural del predio.
Para compensar la contundencia del zócalo pétreo, sobre el nivel social, surge un elemento clave de Kupuri, la gran cubierta a cuatro aguas. Ésta se resuelve mediante una estructura elaborada de madera de pino, revestida con teja de barro. Toda esta estructura cuenta con un tratamiento de arseniato de cobre cromado, para protegerla tanto de insectos como de humedad. Este acabado hace, además, que la madera de pino homologue su tono con la madera de parota utilizada en el resto de los acabados de la casa. La cubierta cumple con los requerimientos del conjunto y, al mismo tiempo, reinterpreta la tradición constructiva de la costa nayarita para garantizar eficiencia pasiva, confort térmico y un diálogo claro con la memoria vernácula del lugar.
Bajo esta techumbre se albergan y organizan todas las actividades del programa. Lejos de concebirse como una simple cubierta, esta pieza central aporta ligereza al conjunto y garantiza que la casa respire al abrirse hacia los jardines, las terrazas y los cuerpos de agua que la rodean.
En este esquema claro y honesto el proyecto es coronado por un lucernario en el tejado, adquiriendo un papel protagónico. Este se forma al elevar la cubierta sur para generar una abertura al norte, a todo lo largo del tejado, que introduce luz natural al corazón de la casa. Dicho tragaluz da vida al interior, cambiando la intensidad y tono con el paso de las horas y de las estaciones. Éste funciona como una grieta de luz generando una experiencia que acentúa con dramatismo la materialidad y espacialidad al interior. El lucernario modela la atmósfera interna al filtrar la luz solar a través de la sucesión de vigas de madera que lo componen, creando un continuo juego de claroscuros.
      Los espacios privados y áreas sociales se agrupan alrededor de este eje central iluminado, logrando que cada ambiente respire, participe de la luz natural y conecte con la vida del lugar.
Mientras, el perímetro de la residencia se abre al exterior mediante canceles y persianas corredizos que pueden abrir claros completos entre columnas. Estos disimulan sus uniones entre los mismos pilares, dando la sensación de completa apertura.
Al abrirse hacia los jardines, las terrazas y a los cuerpos de agua, la frontera entre interior y exterior desaparece para garantizar que habitar la casa sea una experiencia en diálogo continuo con la costa.
En cuanto a la materialidad, el uso de elementos en el estado más prístino posible da como resultado una paleta de colores en tonos tierra, ocres y naturales, armonizando con la vegetación y el paisaje. El hormigón pigmentado en pilares y planta de acceso, aporta calidez y solidez al encuentro con la tierra, mientras que la estructura de madera garantiza adaptabilidad al clima y aporta una cualidad artesanal al lenguaje de la casa.
El diseño de interiores estuvo a cargo de Habitación 116. Ellos integraron piezas de mobiliario de líneas contemporáneas mexicanas en madera y textiles naturales, seleccionadas para armonizar con la paleta de acabados.
      Elementos, como mobiliario fijo y carpinterías, fueron diseñados a la medida, para optimizar el espacio y mantener coherencia material.
En jardines y terrazas se seleccionó vegetación nativa característica de los bosques caducifolios de Nayarit como el Palo Blanco o Palo Mulato, para reducir mantenimiento, consumo hídrico y favorecer la integración paisajística. El porcentaje de áreas verdes es de más del 50% del terreno, abarcando principalmente las zonas perimetrales.
Casa Kupuri trasciende la idea de habitar para convertirse en un lugar donde la experiencia humana, la luz, la topografía y la reinterpretación honesta de elementos tradicionales alcanzan un equilibrio claro y coherente.
Cada elemento arquitectónico en Casa Kupuri opera como interfaz entre el usuario y el paisaje marítimo.
Habitar aquí es participar en un ritual diario donde la luz modela volúmenes, las brisas dibujan recorridos y la topografía dicta los ritmos. Se trata de una arquitectura que se vive en presente continuo, revelando nuevas capas de significado con cada rayo de sol que atraviesa su grieta lumínica.