La propuesta de Ignasi Aballí para Venecia está compuesta por dos acciones: una intervención arquitectónica a escala 1:1 sobre el pabellón y la publicación de 6 guías. Ambas acciones han sido pensadas teniendo como objetivo conceptual corregir los «errores» que según Aballí detectó en su investigación mirando los planos del pabellón en torno a su volumetría y su relación con la ciudad de Venecia. Con la primera acción, Aballí altera la disposición del edificio español planteando un giro de diez grados en su estructura, permitiéndole, de este modo, una buscada alineación con los pabellones próximos en los Giardini. La segunda acción, la edición de 6 publicaciones, le permite corregir la idea generalmente aceptada de qué es una guía turística de la ciudad italiana.
Una intervención interesante, pero que recuerda demasiado las propuestas deconstructivistas de Peter Eisenman.»
Como viene siendo habitual desde 2005, la participación está organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y cuenta con la co-organización de Acción Cultural Española (AC/E).

Dibujo de la planta de la propuesta, «Corrección», para el Pabellón español por Ignasi Aballí

Corrección por Ignasi Aballí. Fotografía por Claudio Franzini

«Corrección» Ignasi Alballí
por Bea Espejo
Dice la teoría de los errores que el desajuste está en el origen de todo. La física lo constata: el universo se basa en una errata. La cantidad de materia y de antimateria deberían haber sido iguales y, sin embargo, un desequilibrio entre ambas originó el Big Bang. Nada existiría sin esa infinitesimal avería. Una pequeña cojera casi invisible sobre la que oscila casi todo. Desequilibrar para reequilibrar, decía Robert Bresson proponiendo otra manera de mirar. En ella se instala el trabajo de Ignasi Aballí. Todas sus obras son un desafío a la percepción del espectador, también Corrección, la propuesta para el Pabellón de España de la Bienal de Venecia de 2022.
El punto de partida es aparentemente sencillo: girar el Pabellón de España. Ubicado en una de las esquinas de los Giardini, próximo a la entrada del recinto de la Bienal, el edificio aparece ligeramente desplazado respecto a los pabellones vecinos, Bélgica y Holanda. Desde ese rincón, parece un Pabellón ciego. En ese aparente error recaló Ignasi Aballí mirando los planos. Por un lado, en la inquietante proximidad con Bélgica, donde los muros de ambos pabellones parecen tocarse. Por otro, en el espacio desaprovechado que queda en la parte trasera al pabellón de España, en la Calle Paludo. En la supuesta idea de que la ubicación actual fuese una anomalía, ¿qué pasaría si se moviera el Pabellón hasta nivelarlo con el resto de edificios colindantes? Y, ¿qué cambios implica dicha corrección?
Partir de un supuesto error en la ubicación del edificio del Pabellón de España, cuando es el espacio del país que representas, es un gesto de por sí osado. No lo es menos ejercer de corrector en un contexto como la Bienal de Venecia. Pretender girarlo para ponerlo al nivel espacial de los demás provoca una desviación aún mayor de la que ya existe, no solo física, sino también simbólica. El espacio original de exposición se desdibuja convirtiéndose en otro mucho más confuso y laberíntico, lleno de vueltas y rodeos. ¿No ocurre eso cuando a menudo visitamos las bienales? El giro que propone Ignasi Aballí es, además, un movimiento mínimo pero titánico que se abre a una de las contradicciones intrínsecas de su trabajo: eso de que todo está hecho y solo es posible rehacer. Lo de querer hacer lo menos posible y acabar haciendo más de lo que quería.
La correlación de la idea de corrección con otras afines tampoco es baladí. Enderezar, poner recto, enfilar, derechura... todo sobrevuela el sentido de lo propuesto aquí. ¿Por qué corregir un pabellón que otro ha dado por válido? ¿Por qué compararse con el vecino?¿Para qué ese esfuerzo para perder espacio? ¿Por qué desaprovechar el espacio del pabellón? En ojos de Ignasi Aballí tiene que ver con quien levanta una ceja ante un bote de pintura sin saber muy bien qué hacer con él. En sus manos, el error y la corrección son materiales de trabajo como el polvo, la rutina, el típex o los recortes de los periódicos. En su interés por ampliar los límites tradicionales de lo pictórico, mira atento cómo algunos materiales pueden llegar a convertirse en otra cosa, siempre dando las mínimas pistas y sin hacer, apenas, concesiones. Así es el mapa que ubica los seis libros de Aballí sobre Venecia, la segunda propuesta planteada para la bienal. Pequeñas guías que también corrigen la imagen más turística de una ciudad a ratos tan torcida como lo está el Pabellón de España respecto a sus edificios vecinos.
Todo el proyecto para el Pabellón de España de Ignasi Aballí lanza más preguntas que respuestas. Funciona a la vez como meta exposición y como desaparición. También parte de un posible error para provocar otro mayor, un error doble. La imposibilidad de que los dos espacios puedan convivir sin que ambos hagan concesiones. La tentativa de compararse a los demás sabiendo que esa ruta no lleva a ningún sitio. La invitación a salir de los Giardini para buscar unos libros gastando seguramente el tiempo para ver la bienal. La expectativa curricular de llegar a un evento como el de Venecia y desaprovechar el espacio expositivo. El juego visual de dejar el pabellón aparentemente vacío y, a la vez, extremadamente lleno. Un pabellón que revela una imagen desencajada de España que, a su vez, es el habitual paisaje de Venecia.