A mediados del siglo XX la aparición de nuevos materiales (caucho y derivados, plásticos, mallas tejidas ...) multiplicó los posibles usos y aplicaciones prácticas de las estructuras hinchables. Tras la crisis del petróleo, los plásticos fueron desapareciendo, aunque actualmente, estudios de renombre como Diller Scofidio + Renfro, Nicholas Grimshaw, Arata Isozaki, Herzog & de Meuron, Snøhetta, han buscado alternativas como los textiles orgánicos.
Descripción del proyecto por Centro Pompidou-Metz
Si el sueño de volar ha acompañado al hombre desde Ícaro, es realmente con la idea de una funda inflable, en sustitución del despliegue de las alas, que se hizo efectivo a partir del siglo XVIII. La historia de los inflables, paralela a la de la aeronáutica, es la del desarrollo de una relación más orgánica con lo aéreo. La vaina es una metáfora de la piel, una protección para el cuerpo, que permite una proximidad inmediata con el aire. El inflable lleva consigo la idea del pneuma de la respiración; una relación inmediata con lo vivo, con el acontecimiento, con la vida.
La exposición revela esta dimensión humana de lo «neumático», desde las primeras explotaciones industriales y militares (dirigibles, globos meteorológicos, montajes flotantes, señuelos inflables ...) hasta las experiencias desarrolladas por numerosos artistas diseñadores y arquitectos.
A mediados del siglo XX la aparición de nuevos materiales (caucho y derivados, plásticos, mallas tejidas ...) multiplicó los posibles usos y aplicaciones prácticas de las estructuras hinchables.
De acuerdo con la "utopía lograda" de Richard Buckminster Fuller, numerosos arquitectos dieron credibilidad arquitectónica a los inflables, como Victor Lundy, Walter Bird, Frei Otto, Gernot Minke, Cedric Price y Arthur Quarmby. En mayo de 1967, un simposio sobre el tema causó revuelo en Stuttgart y constituiría la referencia para los colectivos en busca de arquitectura móvil y modular como Archigram, Ant Farm, Eventstructure Research Group, por lo tanto para artistas de todo el mundo como Graham Stevens o Panamarenko, arquitectos (Jean Aubert, Jean-Paul Jungmann, Antoine Stinco, Hans Walter Muller, Johanne et Gernot Nalbach o Günther Domenig y Eilfried Huth). Pero fue a través de algunas exposiciones míticas que el inflable encontró un eco internacional y una imagen pública, en particular la exposición en el Musée d'art moderne de la ciudad de París en 1968, y los pabellones de la Exposición Universal de Osaka en 1970. (de las cuales las de Yutaka Murata) y finalmente Documenta V en 1972 en Kassel donde artistas y arquitectos como Christo, Hans Hollein, Haus-Rucker-Co, Coop Himmelb (l) au se apoderan de los espacios públicos con sus obras.
En adelante, el inflable, toma la forma de muebles, viviendas, estructuras. Los polímeros plásticos se hicieron más comunes y abrieron un extraordinario florecimiento de creaciones, de formas y de colores. Mobiliario de Bernard Quentin, A.J.S. Aérolande, Quasar, De Pas, Urbino y Lomazzi, acompañarían el imaginario pop art y el de una "lucidez" de decoraciones y usos.
El debate ecológico pronto se apoderaría del tema, pues si en ese momento aún no desconfiamos del plástico y de otros derivados de la gasolina, la arquitectura hinchable por el contrario parece ser una "arquitectura del aire", apartándose del Entrada definitiva e irreversible en el tiempo y el espacio, escapando de cimientos y materiales pesados. En Inglaterra, por ejemplo, el artista Graham Stevens trabajó para dar una dimensión ecológica al uso de estructuras neumáticas.
También adquirió una función crítica y política. La naturaleza efímera del inflable sí le da una dimensión intemporal, la del evento, de la acción, de la participación. Es el instrumento de una intervención, que no escapó a artistas como los del Gruppo N, o Piero Manzoni, Yves Klein, Hans Haacke, Otto Piene, Marinus Boezem, Lars Englund, Andy Warhol… y los arquitectos que la harían el instrumento de una crítica alternativa como OVNI, Utopía o los creadores de la escena radical vienesa. Precursores de la contienda que retumbó entre la generación joven, los hinchables actúan como un prisma para ver el mundo que nos rodea de otra manera (como los Urboeffimeri de UFO) y para convivir de otra manera (Instant City, Ibiza, 1971). El inflable es así utilizado por el grupo A.J.S. Aérolande, formada por Jean Aubert, Jean-Paul Jungman y Antoine Stinco, para cuestionar el concurso del prix de Rome justo antes de mayo del 68 y proponer una nueva forma de construir, modular, festiva e infinitamente transformable.
Después de la crisis del petróleo de finales de los años 70 que sonaría el golpe de gracia de una ideología del uso de plásticos, el inflable se desvaneció progresivamente, la corriente posmoderna comprometiendo la imagen de este producto industrial. Pero desde hace unos diez años, con la aparición de nuevas tecnologías más ecológicas, el inflable ha recuperado su reputación y representa una alternativa para varios arquitectos (Diller Scofidio + Renfro, Nicholas Grimshaw, Arata Isozaki, Herzog & de Meuron, Snøhetta…) . El inflable permite reinventar las posibilidades espaciales, introduciendo diferentes experiencias perceptivas y cognitivas. La reciente aparición de los textiles orgánicos nos permite vislumbrar el desarrollo de investigaciones donde el inflable podría ofrecer nuevas opciones arquitectónicas y de diseño e introducir nuevos principios constructivos, como lo demuestran las experiencias de Achim Menges, en medio .cero9, Kengo Kuma, Mad Architects Zero, Selgascano...