En una metáfora visual de nuestras contradicciones contemporáneas, Basurama transforma la piel de las torres, explorando la potencialidad del plástico para generar texturas y producir extrañamiento. Difuminando los límites entre lo natural y lo artificial, las Torres Hejduk se mimetizan en cuerpos vivos, convirtiendo el residuo en una herramienta creativa y crítica.
El plástico, rugoso y brillante, recubre la torre de cristal, generando un juego de texturas, destellos y reflejos que remiten al sobreenvasado de objetos y alimentos. Curiosamente, la obsesión por la asepsia denota una clara dicotomía: si bien el plástico mantiene limpia la torre, es, a la vez, uno de los principales responsables de la contaminación microplástica de nuestros ecosistemas.

Proceso de trabajo. Intervención en las Torres Hejduk por colectivo Basurama. Fotografía por Manuel G Vicente.
A modo de alegoría de la simbiosis, formas plásticas de colores visten la torre de granito ubicada junto a la torre de cristal. Haciendo alusión a los líquenes que colonizan las paredes de la ciudad, estos «líquenes de plástico» intervienen la materia pétrea, la alteran, la suturan.
La propuesta invita a imaginar escenarios futuros donde predominen la adaptación, la colaboración y la resiliencia, superando la concepción del plástico únicamente como un residuo.
Un emblema del Gaiás: el legado de John Hejduk insertado en la obra de Peter Eisenman
Proyectadas en 1992 por el arquitecto estadounidense John Hejduk (Nueva York, 1929–2000), las Torres Hejduk fueron concebidas para funcionar como un jardín escultórico-botánico y albergar actividades pedagógicas en el parque compostelano de Belvís. El proyecto no llegó a materializarse y, tras la muerte de Hejduk, Peter Eisenman decidió recuperar la idea de su amigo y compañero en The New York Five y propuso su construcción, integrándolas en el proyecto de la Cidade da Cultura de Galicia.

Proceso de trabajo. Intervención en las Torres Hejduk por colectivo Basurama. Fotografía por Manuel G Vicente.
Ubicadas en el borde suroeste de la intervención, fueron uno de los primeros elementos en construirse en el monte Gaiás y pronto se convirtieron en símbolos icónicos de la Cidade da Cultura, operando como faros vigías del devenir de la ciudad. Vinculando el pasado sacro con la utopía contemporánea, sus siluetas se recortan en la línea del horizonte como un eco esquemático de las torres de la Catedral de Santiago.
Consolidada su vocación como espacio expositivo no convencional, las Torres Hejduk han funcionado como plataforma para propuestas de artistas contemporáneos como Pamen Pereira, Ana Soler, Alejandra Sampedro, Félix Fernández, Sonia Navarro o Irma Álvarez-Laviada, entre otros. A su vez, han albergado discursos artísticos vinculados al medio ambiente, la naturaleza y el paisajismo.