
El edificio de viviendas de Endosdedos arquitectura se organiza en cuatro niveles más una terraza en la cubierta equipada con piscina. El edificio también cuenta con pequeño jardín para aprovechar el fondo de la parcela y proporcionar a los residentes un espacio bajo el cielo.
La propuesta destaca por emplear materiales cerámicos en múltiples formatos y acabados. La fachada principal de fábrica de ladrillo macizo, está modulada en función de las dimensiones del ladrillo y de las celosías cerámicas empleadas, definiendo las dimensiones de los balcones y las protecciones solares correderas.
Mientras que el objetivo de la fachada principal era crear una conexión visual con el barrio mediante el uso de materiales cerámicos, la fachada trasera se resuelve totalmente diferente empleando una trama desordenada de huecos con carpinterías de color cerámico. La imagen de la fachada trasera recuerda a las casas mediterráneas gracias al acabado blanco de mortero de cal romano blanco.

Edificio Mazarí por Endosdedos arquitectura. Fotografía por Fernando Gómez.
Descripción del proyecto por Endosdedos arquitectura
En los antiguos arrabales extramuros de la ciudad altomedieval, el barrio del Molinillo evolucionó durante el siglo XIX desde las huertas conventuales y alquerías regadas por arroyos y torrenteras al pequeño barrio de corrales de vecinos y «casas mata» que es actualmente, trazado a cartabón en los aledaños del río Guadalmedina.
Las normas urbanísticas impedían rentabilizar al máximo la edificabilidad disponible al establecer una profundidad límite de edificación de 15 metros. Dado que la parcela tiene una profundidad mayor, la posibilidad quedó truncada. Sin embargo, ese impedimento facilitó que la relación entre el promotor y la dirección facultativa se estrechase al máximo confiando aquel en que los arquitectos desarrollasen al máximo las cualidades funcionales, formales y estéticas del nuevo edificio.

De la parcela emergió un inmueble de 7 viviendas estructurado en cuatro niveles (plantas baja, primera y segunda, junto a una cubierta transitable) cuyo fondo de parcela se transformó en un íntimo y coqueto jardín para el uso de los residentes junto con la terraza equipada con piscina. Espacios para el recogimiento, el disfrute, la socialización o la contemplación.
La elevada presión urbanística del barrio en el que la convivencia entre diferentes culturas y rentas comienza a verse afectada por la entrada de residentes que están adquiriendo las pequeñas casas existentes para rehabilitarlas y usarlas para uso propio o rentabilizarlas como uso turístico en el mayor de los casos, está generando un problema añadido, que ya es general en la ciudad, al elevar los precios y confiar en la imagen globalizada del «airbnb» la reforma de estas casas que están despersonalizando y alterando el carácter de un barrio en su más amplia definición.

Situados muy cerca, el Mercado de Salamanca o los edificios de Av de la Rosaleda 3 y 4 de Daniel Rubio o la pequeña casa de Socorro de E.Strachan, todos de principios del siglo XX aportan un carácter marcadamente regionalista al Molinillo, eco de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Su lectura en el entorno es aún bien visible.
Dado que el parcelario se ha visto muy alterado con el paso de las años debido entre otros, a la autoconstrucción, el edificio pretende integrarse a la vez que servir de referente visual para un barrio de marcado ambiente vecinal en el que, poco a poco, los residentes comienzan a sentirse enajenados de su entorno.

La imagen exterior e interior del edificio se define mediante el empleo de material cerámico de la zona en múltiples formatos y acabados. La fachada principal se resuelve en fábrica de ladrillo macizo destonificado procedente de los cercanos alfares de Vélez-Málaga, marcándose con un llagueado horizontal en mortero de cal. La fachada está modulada en función del formato del ladrillo y de la celosía cerámica cuadrada empleada, de 15 x 15 x 7 cm, los cuales definen dimensiones de balconeras y protecciones solares, realizadas en el mismo material y correderas en toda su longitud. Si bien la fachada principal conecta visulamente con otros referentes del barrio, revisándolos desde un concepto actual, la fachada trasera se torna totalmente diferente, resolviéndose con una trama aparentemente desordenada de huecos y macizos –eco de las fachadas autoconstruidas del entorno- con carpinterías de color cerámico sobre un lienzo acabado en mortero de cal romano natural. Su imagen es mediterránea y festiva, generando un telón de fondo contemplativo para el patio-jardín y para el conjunto de casas de la manzana que se abren a este espacio central invisible desde las calles colindantes.
Al interior, los alicatados cerámicos grecados en colores naturales, ocres y azules en contraste con las solerías de terrazo, muy habitual en las viviendas de la zona y la cerrajería de barandillas, sencilla y funcional, se completa con el uso de carpinterías en roble que aportan calidez y se complementan bien con el cromatismo global empleado.