Durante mucho tiempo las convocatorias de las BIAUs parecían zonas de tinieblas, en las que intentar acceder a ellas suponía explorar sórdidas galerías apenas visibles, que solo generaban ansiedad a quienes querían participar o proponer.
En comparación con anteriores ediciones, con un silencio casi hostil e irónicamente “casi perfecto», nos habíamos habituado horriblemente a ese dudoso mundo, incluso considerábamos que otra forma de hacer las bienales era imposible que pudiera existir. La convocatoria pública a través de concurso de esta última edición, ha supuesto una bocanada de aire fresco.
Así que ser la primera edición de la BIAU en esta una nueva etapa suponía muchos retos para quienes han sido sus comisarios tras ganar el concurso público: Guillem Augé y Anna Vergés. Un reto que incluso aumentó de escala cuando inteligentemente propusieron compartir el comisariado en México con Raúl Cárdenas e incluir la hibridación con los directores del Festival Mextrópoli, Miquel Adrià y Andrea Griborio.
Lo que podía suponer un conflicto de intereses y que ambos eventos se tapasen uno al otro, ha resultado ser todo lo contrario, se ha convertido en un incremento de las ideas, aumento de la participación, generación de un mayor eco, presentando temas acuciantes que marcan el presente y determinarán el futuro próximo, involucrando propuestas de toda Iberoamérica.
Una selección que también ha supuesto una gran diferencia con el anterior mundo de oscuros laberintos y que se ha realizado a través de un amplio grupo de jurados que fueron seleccionando propuestas para cada una de las secciones, en las que se han mostrado los diferentes campos de creatividad a partir de problemas y temas actuales como lo social, a través de prismas como el clima, los suelos, la transformación y el trabajo, la tecnología o la convivencia entre especies.
Arquitectos emergentes locales e internacionales han invitado a pensar otro tipo de relaciones con nuestros entornos, mediante la construcción de diferentes escenarios en las numerosas sedes que han emergido por toda la Ciudad de México.
El resultado ha sido un acercamiento intenso y generoso a los temas que acucian la realidad de la arquitectura, a sus realizadores y realizadoras, una mirada a la sociedad que necesita de arquitectos cercanos e involucrados con los problemas. La búsqueda de la resiliencia arquitectónica parece emerger en el reconocimiento de los premiados, con nuevos enfoques, o simplemente resaltando enfoques que habían sido ignorados.
Lo que en otras ocasiones se planteó de manera confusa, o poco creíble, en esta ocasión los comisarios y organizadores (incluyendo al MITMA, al CSCAE y en especial desde la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura, dirigida por Iñaki Carnicero), ha supuesto el inicio de un nuevo tipo de eventos sobre arquitectura, que bien nos puede recordar el texto de Borges: