The architect Igor Bragado recovers the history of the Nakwon Sangga, a maximun futuristic aspiration project which became out-of-date before achieving its goal in the city, and now thanks to several collectives is reinvented. The building was projected as an economic modernization banner which the Korean dictatorial regime of the second half of the 20th century tried to carry through. Its last aim was to displace the social and cultural minorities. Paradoxically, those minorities are the ones that today have turned the Nakwon Sangga into a cultural referent through the music, cinema and other activities.

Scale and change in the alternative paradise.

The Nakwon Sangga (1967), a “megaform” floating above the historic hanoks of Seoul, tells a story of the failure of urban planning authorities relocating social minorities from the center of the capital. Built by the architect Kim-Swoo-Geun amid the South Korean dictatorship (1961-1987), the giant infrastructure represents the post-war thirst for indiscriminate redevelopment and modernization. The building reflects a totalitarian perspective, however, the principles of flexibility, change, density and superposition of the “mat-buildings” and the “open structures” (closely related to the democratic values of postwar Europe) were the theoretical soil of Nakwon Sangga, which eventually allowed the building to adapt to the contextual conditions and respond to the requirements of the local community.

Can we instrumentalize “bigness” as a means to achieve culturally significant and socially equitable environments in the context of discontinuity and randomness from which many Asian cities suffer?

Text.- Igor Bragado for METALOCUS.

De cómo un edificio destinado al público general acaba refugiando a las minorías más creativas.

El gigantesco edificio Nakwon Sangga, una vez reflejo del sueño colectivo de modernización del milagro económico coreano del siglo XX, es hoy un foco de cultura alternativa y una gran isla de grupos sociales ajenos a las tendencias homogeneizadoras de la Corea del Sur contemporánea.Una tarde reciente, la plaza de su cuarta planta reúne a una heterogénea multitud. Ancianos compran entradas para su sesión de “cine plateado”, turistas del sudeste asiático en busca del hallyu -la fiebre de cultura pop coreana- esperan para entrar al musical Sachoom, y, a escasos metros, un centro de información contra el sida reparte preservativos e información a los jóvenes que acuden al festival de cine de gays, lesbianas , transexuales y bisexuales de Seúl.

El Nakwon Sangga se proyectó en el centro de Seúl con la precisa finalidad de desplazar de la zona, en pro del "desarrollo urbano", a las minorías sociales y culturales que hoy día refugia. Según Sanki Choe, profesor de arquitectura de la Universidad de Seúl, la subcultura que los planeadores urbanos quisieron eliminar acabó por trepar por el edificio y apropiarse de él. Su fracaso es una de las razones que convierten al edificio en un valioso monumento. La gigantesca forma cambió inesperadamente sometida a la idiosincrasia de su contexto urbano. Un contexto que los planeadores pretendían dilapidar imponiendo unas nuevas dinámicas de ciudad. Su arquitectura, sin embargo, se había ideado para ser capaz de cambiar y evolucionar, lo que le permitió absorber la vida comunitaria local, pagando el precio de convertirse en una suerte de ruina futurista.

Construido en el 1967, retrata, como ningún otro edificio, las aspiraciones de una sociedad devastada por la guerra de Corea (1950-53). Simboliza el ansia desenfrenada de desarrollo del periodo conocido como milagro económico del río Han, en el que Corea del Sur pasa de ser una economía paupérrima a ser la decimoquinta potencia mundial.

Sus 40.000 metros cuadrados se levantan del suelo como una plataforma elevada sobre el tejido histórico de la capital y sobre sus hanok -construcciones residenciales tradicionales-, dejando libre su planta baja, por la que pasa una de las mayores avenidas del centro de Seúl. Se trata de una genérica infraestructura que, en forma de gruesa torta de hormigón de cuatro plantas, alberga uno de los mayores mercados musicales de Asia, sobre la cual se han instalado espacios públicos, una torre de viviendas y oficinas, y salas de cine. Un entramado de rampas y escaleras conecta el nivel de la calle con la gran plataforma elevada y su subterráneo, que se reserva a un oscuro e intrincado mercado tradicional salpicado por restaurantes y puestos de comida locales.

Las ideas que conformaron esta reliquia moderna nacieron en la Europa de principios de los 50. El Team X, un grupo de jóvenes arquitectos discípulos de los maestros del Movimiento Moderno, reivindicó la vuelta a los valores de la ciudad tradicional y el papel de la calle y la comunidad en las urbes. Plantearon unas ciudades basadas en interacciones entre espacio público y privado con la finalidad de acabar con el urbanismo moderno, basado en aisladas arquitecturas-objeto. Entre sus propuestas más radicales se encuentran los edificios-ciudad: grandes formas urbanas que, tal y como la ciudad tradicional, no tienen una única actividad asociada y son estructuradas a través de calles y plazas que aparecen no sólo a nivel de suelo, sino también en diferentes alturas. Es igualmente representativa la introducción de la componente del tiempo como germen de estos proyectos, que crecían, decrecían y cambiaban de forma a lo largo de su existencia.

Los discursos de vanguardia de las generaciones que se oponían a la modernidad heroica, encabezados por los británicos Alison y Peter Smithson, encontraron su lugar en la Corea de posguerra. El autor del Nakwon, Kim Swoo Geun (1931-1986), el más influyente educador, promotor cultural y arquitecto moderno coreano de su tiempo, se formó en Japón y tuvo fuertes influencias internacionales. Resultan evidentes las características que el Nakwon comparte con la propuesta que los Smithson enviaron al concurso urbano Hauptstadt para Berlín en 1957. Sanki Choe, que realizó su tesis sobre este edificio en la Universidad de Harvard, encuentra que el propio nombre del proyecto es un reflejo del carácter utópico y vanguardista que encerraba su arquitectura. Nakwon significa “paraíso”.

A pesar de que los propósitos de flexibilidad, superposición y cambio de estas "estructuras abiertas" estaban íntimamente ligados a los ideales democráticos de la Europa de posguerra, el Nakwon Sangga se proyectó en el contexto de la dictadura surcoreana (1961-1987) como un emblema de poder y ultra-modernización, y se impuso brutalmente sobre un tejido con unas muy marcadas condiciones históricas, culturales y comunitarias.

Su ajetreada actividad, junto con su aspecto puro y su insólita mezcla de usos, convertían el edificio en un singular y dinámico fragmento de ciudad. Era el final de los años 60 y el Nakwon Sangga se encontraba en su apogeo como hito de la modernidad. Según Laurent Pereira, arquitecto belga y también antiguo residente del edificio, por aquel entonces el Nakwon era la ciudad del futuro y se encontraba literalmente sobre su pasado, los hanok.

Sin embargo, aquella novedad y modernidad cambió lenta pero decisivamente en lo que hoy constituye el Nakwon Sangga. En 1969 aparecieron sobre la plaza de la cuarta planta del edificio las salas Hollywood Cinema. A finales de los 70, las oficinas fueron ocupadas por tiendas de música. Veinte años más tarde, el auge de la popularidad de los karaokes y la crisis financiera asiática asestaron un duro golpe al mercado musical del Nakwon. A mediados de la primera década del siglo XXI, el antiguo cine se convirtió en la cinemateca de Seúl. A la vez, la baja calidad de los materiales utilizados en la construcción y la falta de experiencia en obras similares aceleraron el deterioro del edificio, junto con su consiguiente devaluación social. Pereira, que comparte oficina con su socia Chae Songhee y que estuvo instalada en el Nakwon en 2006, da fe del mal estado de la construcción. Los constantes cortes de luz, la vibración que causaba una discoteca after hours que se encontraba en el edificio, y el humo del tabaco de los vecinos que atravesaba las paredes precipitaron la decisión de mudarse.

Los desaciertos acumulados a lo largo del tiempo por la construcción alentaron a que Kim Swoo Geun renegara de su obra, dejándola huérfana. Hoy día, el Nakwon Sangga no forma parte de la excepcionalmente prolífica biografía del arquitecto, que cuenta entre sus obras con el Estadio Olímpico de Seúl, la iglesia presbiteriana Kyungdong o la casa del embajador surcoreano en Washington.

Fue precisamente por el declive de los precios de los alquileres debido al mal estado de la obra, junto con el marco de dinamismo e intensidad que suponía este contexto, que la cultura alternativa entró en la escena del Nakwon. Los músicos, los artistas y la comunidad gay hacían del edificio un lugar excepcional y único en el país. El talento y la creatividad serán, a partir de este momento, inseparables del "paraíso".

A pesar del valor cultural que encierra el Nakwon, la línea de actuación del ayuntamiento de Seúl en los últimos años no augura un clemente futuro para la decadente mole de hormigón que sobrevive a los vertiginosos cambios de la capital. Con el propósito de eliminar obsoletas infraestructuras modernas e impulsar la competitividad de la ciudad, el ayuntamiento inició en 2008 una campaña de transformación urbana, con actuaciones como la demolición del Sewoon Sangga (coetáneo al Nakwon y del mismo autor) o la eliminación de la autopista que cubría el antiguo río Cheonggyecheon, convertida hoy en un popular espacio público. El Ayuntamiento está trabajando para reconstruir la ciudad antigua. Sin embargo, la aproximación nostálgica de obviar la herencia moderna es no sólo de un ejercicio peligroso, sino que también, tal y como cree Sanki Choe, esconde una forma de aburguesamiento urbano.

En septiembre de 2013, la oficina de planeamiento urbano de Seúl inició, según el Ayuntamiento, el estudio para el plan específico de “regeneración” del área del Nakwon Sangga.

Sería aventurado aseverar que la evolución natural de todo entorno urbano de uso mixto y alta densidad tiende a generar contextos culturalmente significativos. Pero, sin duda, las tipologías de "estructura abierta", junto con las "grandes formas", constituyen un léxico del urbanismo del pasado siglo con vigencia para lidiar con la actual condición de muchas metrópolis. Su potencial para construir lugares urbanamente trascendentales en sí mismos y, a la vez, la cualidad de adaptarse a las volátiles situaciones contextuales capacitan a estas estructuras para resolver los problemas de las ciudades derivados de la aleatoriedad, la discontinuidad urbana y las transformaciones físicas cada vez más aceleradas.

Text.- Igor Bragado, previously published in the cultural magazine Babelia, El País.

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Based in Beijing, Igor Bragado (1985) established his independent practice in 2012. He currently works as a project architect in big scale developments and master planning at Trace Architecture Office. Prior to that, he collaborated for two years with Juan Herreros (2010-2011). He has been an invited lecturer and critique at the German Institute of Beijing and the Studio X of Columbia University. He studied Architecture and Urban Planning at the School of Architecture of Barcelona and Waseda University in Tokyo. His thesis project, Vertical Structure for Marunouchi, was selected for the 11th Spanish Architecture Biennial. After his graduation, he received the Arquia Fellowship by Caja de Arquitectos Foundation.

www.igorbragado.com

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Published on: March 1, 2014
Cite: "A futurist ruin in Seoul" METALOCUS. Accessed
<https://www.metalocus.es/en/news/a-futurist-ruin-seoul> ISSN 1139-6415
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