El pabellón planteado por el estudio de arquitectura Eletres Studio y el arquitecto Pablo Paradinas Sastre se despliega en 100 metros lineales, con una formalización caracterizada por la reiteración de un módulo con una cubierta simbólica en homenaje a la producción y al trabajo agrícola. La propuesta busca la reactivación de la memoria patrimonial desde la ligereza y la repetición.
La cubierta está realizada con tela textil tensionada y adaptada al suelo sobre tubos redondos de acero corrugado, generando un juego de luces y sombras que remite a los ritmos del cultivo, las protecciones estacionales y los cuidados del campo.

Pabellón 100 metros lineales por Pablo Paradinas Sastre y Eletres Studio. Fotografía por Gian franco Pili.
Descripción del proyecto por Eletres Studio y Pablo Paradinas Sastre
El pabellón 100 metros lineales se inserta en el paisaje de la huerta valenciana como una línea sutil y evocadora, construida a partir de la repetición rítmica de un pórtico reinterpretado. Esta estructura, inspirada en las tradicionales tomateras de madera que durante generaciones han sostenido el cultivo de tomates en la región, se adapta al presente mediante el uso de redondos de acero corrugado: un material contemporáneo, reciclable y reversible que mantiene la ligereza y la honestidad constructiva del original.
La propuesta establece un diálogo entre memoria agrícola y arte contemporáneo, articulando una línea de 100 metros que no impone una forma cerrada, sino que activa el territorio mediante un gesto mínimo pero poderoso. Esta línea, construida por la reiteración casi musical del módulo, no solo invita a recorrer, sino a mirar, habitar y escuchar la huerta.
La cubierta textil, ligera y flotante, introduce un segundo plano de lectura: el de la sombra y la atmósfera. Las telas tensionadas entre los pórticos generan un juego de luces y penumbras que recuerdan los ritmos del cultivo, las protecciones estacionales y los cuidados cotidianos del campo. No es una cubierta funcional, sino simbólica: una evocación del trabajo, del cobijo y de los tiempos largos del paisaje agrícola.
El proyecto entiende que la preservación del territorio agrícola no pasa únicamente por conservar su aspecto físico, sino por activar su imaginario desde una lectura contemporánea. Reinterpretar las estructuras agrícolas no es solo un gesto formal, sino una forma de traer al presente un modo de vida amenazado por la presión urbana, el abandono del campo y la crisis climática. El pabellón se convierte así en una herramienta crítica y poética para recuperar la relación emocional y sensorial con el territorio.
Desde su carácter reversible y su mínima huella ecológica, la instalación plantea un marco de contemplación y relectura del paisaje. Invita a la comunidad a recorrerlo, habitarlo y apropiarse de él desde una mirada renovada. Lejos de imponerse, la intervención acompaña: se funde con los surcos, sigue la dirección del riego, y se deja atravesar por el viento, el sol y el paso del tiempo.
El proyecto, 100 metros lineales, busca reactivar la memoria patrimonial desde la fragilidad, la ligereza y la repetición. Construye un puente entre tradición e innovación, entre el gesto agrícola y el gesto artístico, entre lo que fuimos y lo que aún podemos ser como comunidad vinculada a un territorio en transformación.