A nivel de la calle, amplios escaparates dan la bienvenida a los visitantes para ingresar desde la calle a los espacios del museo. La planta baja alberga la librería y la cafetería, que se caracterizan por la presencia de un patio central que ilumina todas estas funciones.
Tras una contrapropuesta al escrito del concurso, el espacio de exposición temporal ocupa el nivel subterráneo, mientras que el montaje permanente se organiza en cuatro plantas.
El último piso alberga un espacio polivalente para 250 personas, que se abre a una logia exterior que filtra la relación con la ciudad de Bruselas. El proyecto mantiene la fachada existente del edificio, que se corona con el nuevo mirador y ofrece magníficas vistas del Palacio de Justicia y las Marolles.
Con pocos gestos precisos el proyecto apunta a lograr su primer objetivo: hacer visible el museo en la ciudad y la ciudad visible nuevamente desde el museo. Al mismo tiempo, el museo combina diferentes programas públicos, con el objetivo de ser un lugar dinámico para la apertura, el diálogo y la conexión.