El proyecto de Raúl Sánchez se desarrolla en tres niveles: una planta baja con una primera zona a doble altura a cota de calle, una zona posterior tres peldaños por debajo, y un altillo accesible desde una escalera de caracol al fondo de la tienda, como espacio de ayuda
El interior se articula espacialmente con varios elementos que cohesionan y resuelve en un único espacio la diferencia de alturas. Dos percheros longitudinales y un elemento central de acero inoxidable resuelven el programa y generan una circulación en isla para evitar el clásico fondo de saco.
La intervención se completa con los acabados de suelo y techo, roca y mar en los materiales, generando un conjunto que da la sensación de encontrarse metido en una pequeña cala del Mediterráneo.
«La solución del techo metálico a doble altura, con los marcos dibujando una cuadrícula en todas sus caras, es una referencia directa, y un homenaje, al American Bar de Adolf Loos, una obra maestra del interiorismo.»
Tienda insignia The Polonio por Raúl Sánchez. Fotografía por Luis Asín.
Descripción del proyecto por Raúl Sánchez
The Polonio es una nueva marca de ropa, muy ligada al verano y la playa, que nació hace unos pocos años en Cadaqués, el idílico pueblo de la costa brava catalana cerca del cual Salvador Dalí fijó su residencia habitual. Tras crecer durante unos años en Cadaqués, la marca decidió abrir un nuevo espacio en Ibiza, en una céntrica zona peatonal y comercial, en un pequeño local de apenas 60 metros cuadrados, desarrollado en tres niveles: una planta baja con una primera zona a doble altura a cota de calle, una zona posterior tres peldaños por debajo, y un altillo accesible desde una escalera de caracol al fondo de la tienda.
El diseño refuerza precisamente el fuerte vínculo de la marca con Cadaqués, con la costa y el verano, y realiza una abstracción espacial que a su vez sirve para resolver algunos problemas funcionales que el local presentaba. Así, dos percheros longitudinales recorren todo el perímetro del local colándose por debajo del altillo (donde se ubica el almacén), comunicándose entre sí mediante una cortina que dibuja una curva que une los percheros, y que oculta tras de sí tres probadores. El hecho de unir los dos niveles de la planta baja mediante estos elementos resuelve la previsible desconexión entre estas dos zonas. En el medio, un mueble escultural de acero inoxidable resuelve la zona de mostrador y percheros adicionales, y crea una circulación a su alrededor que deshace el clásico fondo de saco de este tipo de locales.
Los percheros son una construcción «excavada» en el local, revestidos de mortero proyectado, con un acabado irregular, resaltado: son las rocas; el suelo es una moqueta continua azul, de pelo largo, que tras las pisadas de los clientes dibuja olas y distintas gradaciones de azul: es el agua; y por encima, en el espacio de doble altura, unas chapas con un acabado en volumen reflejan el color azul de la moqueta (el agua en movimiento) y los colores de las ropas; es el cielo. El conjunto es como si hubiéramos metido una pequeña cala de Cadaqués en este local. Y el mueble central es algo así como una barca de pescadores anclada en el medio. Incluso los probadores, acabados en una pintura estucada de color turquesa, con una moqueta de igual color, pueden verse como cuevas en el mar, donde aparecen nuevos colores y texturas.
Estos tres elementos, percheros, moqueta y techo, resuelven en realidad un local de pequeño tamaño pero muy accidentado, con multitud de pilares, vigas descolgadas o irregularidades, creando así un espacio de geometría muy marcada y regular, dispuesto según un eje de simetría con el acceso.
Por último, la solución del techo metálico a doble altura, con los marcos dibujando una cuadrícula en todas sus caras, es una referencia directa, y un homenaje, al American Bar de Adolf Loos, una obra maestra del interiorismo.