Nunca dejó de dar clases (en Harvard, Princeton y en el ETH de Zurich además de en la ETSAM) y su contacto con los estudiantes era constante.
Lo que ennoblece y engrandece la obra de Tuñón y Mansilla es la paradoja de llegar primero y de llegar despacio a la vez. El año pasado concluyeron en Lalín (Pontevedra) la sede del Concello, un proyecto con el que la arquitectura española inauguró una época de plantas circulares. Unos años antes, idearon un museo del automóvil con los restos de un desguace de coches y, antes aún, llegaron a León para cambiarle la cara a la ciudad nueva. Con el auditorio rendían tributo a Breuer, Fisac y los más exquisitos maestros modernos. Con el MUSAC plasmaban su idea de lo que el arte puede ser en el siglo XXI: una abstracción, una denuncia, algo cambiante, una fascinante incomprensión.
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