La envolvente de la vivienda es sólida, gruesa y pesada; abstracta y geométrica, realizada con la piedra local por antonomasia, la piedra de Marés, cuya tonalidad se replica en el pavimento para dar unidad a la construcción.
En el interior, los espacios responden a la misma lógica estableciendo diferentes plataformas concatenadas y continuas que se van desplegando escalonadamente según su uso, comunicando los dos espacios más importantes: un patio trasero sobre el que se apoya el núcleo vertical, y la gran sala inferior con la gran terraza frontal, mirando al mar.
Casa Onze por Cadaval & Solà-Morales. Fotografía por Sandra Pereznieto.
Descripción del proyecto por Cadaval & Solà-Morales
Enmarcar las vistas y construir la sombra. El proyecto responde necesariamente a las condiciones topográficas y morfológicas del terreno, pero sobre todo busca construir una secuencia de espacios desde el interior hacia el exterior donde el ocupante pueda sentirse en el paisaje desde un refugio construido a su escala y para su confort.
El terreno, próximo al mar, tiene condiciones visuales privilegiadas, a pesar de su forma alargada (la propiedad son dos parcelas unidas por el testero estrecho), dificulta a priori dotar de vistas a todas las estancias. Dada la altura de las construcciones vecinas, el proyecto aposta por desplegarse como un abanico y abrirse sobre la diagonal, multiplicando así la fachada y los frentes con vista.
El desdoblamiento del proyecto en diagonal, y dada la longitud del terreno, la construcción final adquiere unas proporciones extremadamente largas, muy diferentes a las de las edificaciones contiguas. Aprovechando el propio desnivel del terreno, el proyecto opta por articular la construcción en tres volúmenes diferentes que se adaptan al terreno y que generan un juego de volúmenes (y sombras) que permite la percepción de la construcción como una sucesión de cuerpos autónomos que descansan sobre un terreno sensiblemente inclinado. Los tres cuerpos se apoyan en un muro continuo, opaco, que construye las dos fachadas sin vistas (y con futuros vecinos) de la propiedad, asegurando la privacidad, y estructurando los usos internos en forma de pinta. En el interior, la adaptación al terreno se articula como una sucesión de espacios concatenados y continuos que se van escalando según su uso, y que comunican los dos espacios protagonistas de la casa: un patio trasero, protegido, con el núcleo vertical, y la sala con la gran terraza frontal, abierta al mar.
Casa Onze por Cadaval & Solà-Morales. Fotografía por Sandra Pereznieto.
La construcción de la sombra es prioridad del proyecto. La propuesta genera una doble piel en el frontal que se abre a las vistas, generando espacios exteriores de sombra en continuidad con el espacio interior. La geometría de la piel interior, de cristal, es independiente de la exterior, generando espacios de estancia en este umbral. Son extensiones visuales del espacio interior (las puertas correderas pueden abrirse en su totalidad) a pesar de ser, por escala y forma, espacios propios. La piel exterior es extremadamente permeable a la vista a pesar de ser voluntariamente un elemento sólido y denso.
La envolvente de la casa es de Marés, piedra local por antonomasia. Quiere ser sólida, gruesa, pesada; abstracta, y geométrica. Y, además, con mucha inercia térmica. Constructivamente, es un acabado de mucha masa (25cm de grueso), colocado enteramente por un solo operario - Joan-, y según una métrica propia del material y con conocimientos aplicados sobre la geometría en particular.
El pavimento, de tonalidades similares al Marés, busca dar unidad a la construcción. Las terrazas exteriores conforman las plataformas sobre las que se apoyan los tres cuerpos, y descansan sobre el terreno, que aparece con su vegetación en los límites de las plataformas. La vegetación difuminará los límites ortogonales y construirá nuevos límites (físicos y visuales) a la propiedad. La casa es una macla de piedra tallada dentro de un «mar» de vegetación autóctona.