
Urko Sánchez Architects aprovechó la morfología del bosque en su beneficio. Por ello, se valió de los espacios creados naturalmente por el bosque para ubicar las aulas, que constituyen un único bloque entrelazado con los troncos y la vegetación del lugar. Sus formas orgánicas y suaves crean una organización en espiral similar a la de las manyatas masáis —las viviendas tradicionales de los masáis, una tribu del sur de Kenia— y acentúan la conexión con el entorno.
El entorno implicaba unas condiciones constructivas distintas, por lo que se adaptaron las necesidades a estas. Los muros son un ejemplo de ello: dos planchas de policarbonato transparente con tierra de las excavaciones y hojas recolectadas en su interior cumplen la función de cerramiento. De este modo, se crean unos «muros con vida», en cuyo interior se pueden encontrar insectos, raíces y otros seres vivos pequeños, lo que da lugar a un muro dinámico que juega con las luces e implica al ecosistema en el aula.
Como parte clave del proyecto, se planteó desarrollarlo de forma sostenible gracias a las técnicas constructivas, la participación de la comunidad en su ejecución y la reutilización de materiales. Todo ello contribuye a la sostenibilidad de esta escuela, un proyecto innovador que participa activamente con el entorno.

Escuela Waldorf en Nairobi por Urko Sanchez Architects. Fotografía por Javier Callejas.
Descripción del proyecto por Urko Sánchez Architects
El encargo fue realizado por una escuela Waldorf ubicada en Nairobi, una institución educativa profundamente conectada con la naturaleza y que basa su pedagogía en los principios de la Antroposofía.
Esta escuela necesitaba ampliar sus instalaciones de forma urgente y sostenible, por lo que el proyecto debía cumplir con varias condiciones clave: debía construirse con rapidez, a bajo costo (logrando un coste de tan solo 250 dólares por metro cuadrado) y con materiales y soluciones pensadas para una vida útil limitada, ya que el contrato de arrendamiento del terreno finalizaría en un plazo de diez años.

El concepto inicial que guió el diseño fue el de crear un pequeño pueblo para niños escondido en el corazón del bosque. La idea era que los edificios no interrumpieran el paisaje, sino que se integraran orgánicamente en él, preservando al máximo el entorno natural. Una antigua casa existente en el terreno fue aprovechada para albergar servicios y aulas adicionales, evitando así construcciones innecesarias.
El sitio, un bosque denso y rico en especies autóctonas, ofrecía el contexto perfecto para un proyecto que buscaba fomentar el vínculo entre los niños y el entorno natural. En lugar de agrupar las aulas en un único volumen, estas se distribuyeron estratégicamente como pequeñas construcciones dispersas en los claros naturales del bosque. Cada aula se diseñó con formas suaves y orgánicas, organizadas en configuraciones de espiral que evocan las manyatas masáis y otras arquitecturas vernáculas kenianas, respetando tanto el lenguaje local como las dinámicas del terreno.

Uno de los elementos más distintivos del proyecto fueron los denominados «muros con vida». Dada la naturaleza efímera del conjunto, se ideó una técnica innovadora y accesible: los muros de las aulas se construyeron utilizando dos láminas de policarbonato transparente entre las cuales se introdujo tierra sobrante de las excavaciones y hojas recolectadas del propio bosque. Este sistema no solo redujo significativamente los costos y aceleró los tiempos de construcción, sino que también generó un resultado visual y ambiental único. A través del policarbonato, los niños pueden observar cómo estos muros cambian con el tiempo: hormigas, insectos, raíces y plantas comienzan a formar parte del aula, convirtiendo las paredes en superficies dinámicas que reflejan la luz natural y traen el ecosistema al interior del espacio educativo.
Además, el proceso constructivo fue pensado como una experiencia comunitaria. Padres, maestros y alumnos participaron activamente en diferentes fases del proyecto, reforzando los lazos de pertenencia y colaboración. Se priorizó el reciclaje y la reutilización de materiales: por ejemplo, las estructuras de madera de antiguas aulas desmontadas se transformaron en barandillas, y las tejas usadas se reutilizaron como bordes para los caminos. Incluso los bidones de aceite reciclados se adaptaron para funcionar como lavamanos en los baños, y los troncos de árboles que se retiraron del terreno —previo al inicio del proyecto para habilitar canchas deportivas— se convirtieron en pantallas divisorias en el comedor.

Otro gesto sostenible y creativo fue la reutilización de un contenedor de envío que había pertenecido a la antigua escuela. Este se trasladó y transformó en la nueva biblioteca escolar, equipada con luz natural y adaptada al nuevo entorno. Para minimizar el uso de cemento y materiales industriales, la tierra excavada también se incorporó a las mezclas para los caminos y las losas de hormigón.
El resultado es un entorno de aprendizaje que combina sostenibilidad, imaginación y participación activa. Este pequeño pueblo escolar, integrado en el paisaje forestal, no solo cumple con los requerimientos funcionales y económicos del cliente, sino que también ofrece a los estudiantes una experiencia educativa profundamente conectada con la naturaleza. Es un lugar que invita a la observación, al descubrimiento y al respeto por el entorno desde una edad temprana.