Como resultado surge un mundo claramente diferenciado, un espacio, un objeto, la relación entre ellos y la generación de un lugar, todo cosido y relacionado mediante dos ideas: transformar y formar. Tomando como referencia la tradición de Vela Latina, ampliamente seguida en Canarias, y en homenaje a ella, se extrae para este proyecto la geometría básica de la Vela, la misma que enmarca las direcciones que son dominantes en el proyecto del paseo y en las marquesinas reflectantes.
Descripción del proyecto por Romera y Ruiz Arquitectos
El horizonte se nos muestra como el rostro de la tierra, aquel contorno que identifica un lugar y lo diferencia de otro. Horizonte y horizontal se hacen próximos pero la realidad nos permite reconocer matices que los hacen diversos. Nuestra mirada se alza y busca puntos de referencia, en ese momento el horizonte nos sirve de pauta, lanza coordenadas que nos sitúan. La experiencia del espacio es fundamentalmente en movimiento. Cuando recorremos un lugar desconocido, nos hemos movido con cuidado al caminar, observando el lugar donde ponemos nuestros pies. De repente, nos asalta un sentido de desorientación y buscamos algo que nos indique una referencia, miramos al horizonte y reconocemos el lugar. Medimos las distancias, las proporciones y nos orientamos. El náufrago añora encontrar tierra, una línea en el horizonte que lo oriente, nosotros caminamos de la mano de los horizontes, con la creencia de no habernos perdido.
El mar nos ofrece una sucesión de secciones diversas en sus encuentros con la tierra. Un mismo elemento, el agua, establece distintas maneras de manifestarse a una materia, la tierra, a través de su forma. La orilla, la línea intersección del agua con la isla ofrece variaciones a una cuestión de geometría descriptiva: una costa rocosa, un plano suspendido, un puerto, ... La silueta de una costa ofrece un perfil no estable, atento a las mareas, al oleaje que la altera, pero que como el trazo dubitativo de un boceto permite definir la silueta definitiva, la del valor absoluto, aquella que corresponde a la forma que el lugar le aporta, adaptándose a la topografía. El nuevo espacio público del Parque Marítimo de Las Palmas de Gran Canaria se construye subrayando la horizontalidad del terreno, mediante una gran plataforma suspendida que transforma el lugar, descubriendo una superficie con unas características inéditas ya que junto al mar, elevarse unos metros supone alargar nuestro horizonte una gran distancia. Sobre esta plataforma se disponen unas formas nuevas, sencillas, ilusorias y cargadas de imaginación. Cuando proyectamos tratamos de dar forma a lo que no existe, el objeto de un proyecto es el resultado de dotar de forma a un argumento planteado. A lo que existe podemos tan solo transformarlo y en el lugar se interviene alterándolo. De esta manera surge un mundo perfectamente diferenciado, el del lugar y el del objeto, con dos verbos propios, transformar y formar.
El origen de la Vela Latina en Canarias se remonta posiblemente al s. XIV en los tiempos en los que existió en Lanzarote un pequeño puesto comercial genovés. La mayoría de las representaciones de aquella época de barcos arribando a Canarias son de Vela Latina, que costeaban en ceñida la costa africana. Hoy en día en Gran Canaria las regatas son ampliamente seguidas y cuentan con una fuerte tradición. En homenaje a esta tradición se extrae para este proyecto la geometría básica de la Vela Latina. La geometría triangular vibra y se desplaza para reaccionar ante los condicionantes del entorno. Dichos factores marcan las direcciones que son dominantes en el diseño del paseo y de las marquesinas reflectantes; son, entre otros: la visión directa desde el nuevo paseo al Muelle de Santa Catalina y la protección de las nuevas zonas de estancia de los vientos dominantes y del movimiento solar. El entrelazamiento de las marquesinas que flotan sobre el nuevo suelo genera una ambigüedad perceptiva que nos sumerge en un medio que replica lo que percibe. Juntos componen dos triángulos que son focos visuales de su entorno inmediato. El espacio bajo las marquesinas se convierte en un juego de espejos, donde las relaciones se dan entre lo real y lo virtual. El hecho de romper el suelo, de enmarcarlo bajo la marquesina de manera precisa, refuerza esa idea de virtualidad, donde el viandante se introduce en un mundo de lo imaginario. La percepción del conjunto se caracteriza por la levedad desprendida del juego formal de las marquesinas con su entrada de luz compartida, reforzada por la ligereza visual que aporta el nuevo material de revestimiento, así como la textura inclinada de los jardines halófilos costeros, que muestran una dimensión cambiante según el lugar por donde te aproximes.
Estas direcciones junto con otras, producto del programa de necesidades, generan una malla espacial anisótropa que el proyecto asume como base de partida para la geometría del paseo. La formalización del proyecto se resuelve con dos materiales, hormigón y vidrio), y con tres estratos a tres cotas distintas. La primera está enrasada con el paseo existente y comparte el mismo material para provocar una continuidad que integre la intervención con el paseo. Los otros dos estratos están por debajo del paseo: uno y dos metros por debajo de este, pero siempre quedan por encima de las mareas más altas y dentro de los límites del perímetro de protección naval. Uno de los objetivos del proyecto es estrechar la distancia que existe en casi toda la ciudad entre el ciudadano y el mar, a través de este nuevo recorrido accesible. Esto se consigue mediante una gran terraza suspendida sobre el mar, e inserto en el paisaje portuario tan característico de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Liberados de la gravedad, nuestros pies sobre el agua, buscan donde mirar y alargar nuestras distancias y encontrar el rostro del lugar, aquella imagen que nos permita reconocerlo.