Jaume Plensa presenta un grupo de esculturas realizado por mallas de acero que atrapan en el espacio los rostros inacabados de figuras suspendidas en el aire, atravesadas por la luz en un juego inteligente de transparencias con el pabellón de cristal.
Invisibles esta formado por tres cabezas que parecen estar suspendidas en el Palacio de Cristal. Cada una de las piezas ha recibido un nombre de mujer, Laura, Anna, Rui Rui. Han sido realizadas con una malla metálica, lo que les permite tomar una mayor o menor coorporeidad según sea la luz del día que atraviesa el pabellón del Palacio de Cristal, generando a su vez una nueva reintrepretanción de la arquitectura del vidrio y el hierro de tan emblematico edificio en el parque madrileño.
Invisibles esta formado por tres cabezas que parecen estar suspendidas en el Palacio de Cristal. Cada una de las piezas ha recibido un nombre de mujer, Laura, Anna, Rui Rui. Han sido realizadas con una malla metálica, lo que les permite tomar una mayor o menor coorporeidad según sea la luz del día que atraviesa el pabellón del Palacio de Cristal, generando a su vez una nueva reintrepretanción de la arquitectura del vidrio y el hierro de tan emblematico edificio en el parque madrileño.
En la historia de la escultura, la representación de una cabeza siempre fue una convención hasta que Pablo Picasso la subvirtió en 1906 con su Cabeza de mujer (Fernande). Desde sus orígenes en los ritos funerarios hasta su uso para la celebración de la vida de un personaje público o de su poder, la cabeza concilia la ausencia con la presencia. Le falta el cuerpo pero no la identidad, definida en gran medida por el gesto escultórico que busca eternizarla. En Invisibles, Jaume Plensa, Premio Velázquez de las Artes 2013, redefine una tradición y la reinventa. Sus cabezas son metamorfosis del ser, subrayan en sus transfiguraciones una identidad de la condición humana y se convierten en ejercicios de memoria al irrumpir en el presente a través de la materialidad que las configura. Una alteridad entre ser y parecer, una permeabilidad entre la similitud y la diferencia que define su complejidad. La monumentalidad de sus figuras contrasta con un juego de transparencias que las convierte en palimpsestos de la retícula que las define, así como de la luz que las baña. Se revela en ellas, con una miríada de formas cóncavas y convexas, líneas y curvas, el proceso de modelación y metamorfosis de las personas reales que han servido de modelos. El dibujo de la mano del artista y las complejas operaciones logarítmicas de un programa de ordenador, específicamente concebido para las características del trabajo del escultor, construyen una tensión entre abstracción y figuración.
Invitan al silencio, al movimiento en torno a ellas para descubrir sus detalles y sus secretos, sus juegos de líneas y luz, entre su materialidad e inmaterialidad. La ausencia se transmuta en la presencia de estos acontecimientos-esculturas, epifanías, que cuestionan el lugar donde estamos, convertidos en revelaciones de lo tangible e intangible. Apariciones y desapariciones. Una memoria enigmática del tiempo que vivimos.
Invitan al silencio, al movimiento en torno a ellas para descubrir sus detalles y sus secretos, sus juegos de líneas y luz, entre su materialidad e inmaterialidad. La ausencia se transmuta en la presencia de estos acontecimientos-esculturas, epifanías, que cuestionan el lugar donde estamos, convertidos en revelaciones de lo tangible e intangible. Apariciones y desapariciones. Una memoria enigmática del tiempo que vivimos.
João Fernandes Comisario
Jaume Plensa tiene una trayectoría dilatada, Premio Velázquez de las Artes Plásticas en 2013, y se ha convertido en uno de los máximos representates de la escena escultórica internacional, en espceial por sus intervenciones en el espacio público, siendo conocido internacionalmente por sus piezas e instalaciones en espacios públicos.
Su trabajo no se limita a la escultura, y en su amplio espectro de intervenciones, Plensa ha trabajado también con el grabado, el dibujo, el sonido, el vídeo e incluso la escenografía, colaborando con la compañía La Fura del Baus en cuatro óperas clásicas, La Atlántida, El martirio de San Sebastián, La condenación de Fausto y La flauta mágica.
Ha sido galardonado con diversos premios nacionales e internacionales como la Medaille des Chevaliers des Arts et Lettres del Ministerio de Cultura francés en 1993, el Premi Nacional de Cultura d’Arts Plàstiques de la Generalitat de Catalunya en 1997 y con el Premio Velázquez de las Artes Plásticas en 2013.