Los eficientes sistemas de calefacción y aire acondicionado, los ventanales que podían bajar por completo automáticamente lo que permitía la plena integración entre el interior, la terraza exterior y el jardín. En la selección de materiales, patrones y colores para los muebles del interior, Mies van der Rohe fue asistido por una importante diseñadora del moderno: Lilly Reich. Existen suposiciones sobre el apoyo de Reich a Mies en la generación de ideas y en el desarrollo de aspectos teóricos de sus diseños.
Los Tugendhat, un matrimonio de industriales acomodados contacto con el arquitecto para llevar a cabo la que sería su casa familiar, la cual era un regalo de bodas por parte de los padres de la novia. En este momento Mies van der Rohe se encontraba preparando el proyecto para la Exposición Universal de Barcelona. Los Tugendhat no se acercaron a Mies por casualidad, Grete Tugendhat, había vivido en Berlín y conocía el trabajo del arquitecto en la casa Perls.
Entre los años 1928 y 1929, Mies diseña y prepara dibujos técnicos de la casa. La construcción comenzaría este mismo año. Los Tugendhat le dieron total libertad a Mies para este trabajo, pues el dinero no era un problema para ellos, incluso le confiaron el diseño interior y de muebles de la casa.
La casa está situada en una ladera, dándonos una impresión desde la calle, de ser de un solo nivel. Esta colación, de espalda a la calle, se centra en las vistas que tiene al jardín y al casco antiguo de Brno. La primera planta (nivel de calle) es donde se encuentran las estancias más privadas: las habitaciones y la azotea. Una planta más abajo, bajando las escaleras que siguen la curvatura del cristal opaco, se encuentran las aéreas sociales de la vivienda y por último, otro nivel más bajo, está la planta de maquinas y servicios. El proyecto, retoma algunas ideas del pabellón de Barcelona, pero al mismo tiempo se adapta a las necesidades de la familia Tugendhat.
La casa cuenta con una zona de usos múltiples con un área de 280 m² donde se encuentra: la recepción, el comedor, el salón, la sala de estar, un estudio con biblioteca, una sala de proyección de películas y jardín de invierno. En el exterior hay una terraza por la cual se accede al jardín mediante unas escalinatas. La zona de servidumbre se encuentra claramente separada de las zonas sociales y familiares de la casa.
Mies van der Rohe aquí quiso liberar la planta de todos los tabiques para crear una planta libre donde la dialéctica entre el interior-exterior llegara a nuevas cotas. A esto se unen los grandes ventanales panorámicos a la altura del techo que cubren esta zona, incluso algunos de estos podían hundirse mediante mecanismos electrónicos, dándole un carácter de terraza el lugar.
Las cortinas de seda Shantung son de color gris-plata y cubrían los grandes muros de cristal. El espacio se divide por un plano recto de Ónice amarronado y dorado, y por otro curvo de ébano Macassar negro y marrón claro. Suelos son Linóleo Blanco, aunque algunas porciones de esté están cubiertas por alfombras de lana y orientales. En el salón estar, había una escultura hecha por Wilhelm Lehmbruck, el mismo escultor que había colaborado con Mies en el pabellón de Barcelona.
La silla Tugendhat y la silla Brno fueron diseñadas especialmente para esta casa y estaban tapizadas de gris-plata, cuero verde esmeralda, terciopelo rojo rubí o piel blanca: un uso atrevido del color por parte de Mies. Sería bueno señalar que tanto la silla Tugendhat, como la Barcelona, pese a tener una apariencia meramente industrial son una gran obra de artesanía, se elaboran a mano y en cantidades muy pequeñas. La belleza de estas sillas sigue siendo signo de distinción, elegancia y lujo.
En la época, la casa Tugendhat provoco opiniones dispares entre los críticos. Por un lado, arquitectos como Philip Johnson decían: “¡Es como el Partenón. Las fotografías no dicen absolutamente nada sobre este edificio!” y por otro estaban los que consideraban que la casa no manifestaba los principios básicos del Movimiento Moderno, pues creían que la casa tenía una tendencia radical, en lo que concierne a la rentabilidad del edificio, los materiales empleados, sus dimensiones y su elevado costo. Por supuesto la casa no pretendía solucionar ninguna problemática social. Algunos investigadores la comparan con una casa coetánea: la Villa Savoye, de Le Corbusier, la cual costo 10 veces menos que la casa Tugendhat. Para hacernos una idea, solo el coste del tabique de ónix tenía el valor de una casa unifamiliar. En este sentido el vanguardista checoslovaco, Takel Teige, dijo sobre ella que era “el colmo del esnobismo”.
Los Tugendhat solo vivieron en la casa 7 años, pues por la inminente llegada del nacionalsocialismo emigraron en el 1938. En 1942, la casa queda inscrita en el registro de la propiedad y cedida al Deutches Reich. En el transcurso de guerra fue utilizada como las oficinas técnicas de la fábrica de motores de aviónes Ostmark. En este instante la escultura de Lehmbruck y la pared de ébano habían desaparecido. Cuando termina la guerra en 1945, la armada roja se acuartela en la mansión y pasa a ser una estuela de danza hasta 1950.
En 1950, Checoslovaquia aparece como el país propietario de la casa en el registro de propiedad. A partir de aquí la casa se utiliza como establecimiento estatal para gimnasia terapéutica.
En 1963, fue declarada monumento cultural y restaurado en 1985. La Unesco, en el año 2001, la incluye en la lista de Patrimonio Universal.
Las últimas obras de renovación y restauración de la Casa Tugendhat se han realizado durante los años 2010 a 2012. El martes 29 de febrero de 2012, se realizó la ceremonia de reapertura de la vivienda Tugendhat tras su cierre durante los dos años dedicados a este proceso.
"El Sr. Tugendhat vino a verme. Hay que decir de entrada que recibía la casa como un regalo de bodas. Era un hombre muy escrupuloso, estaba enfermo y, por desconfiar de un solo médico, tenía tres a su servicio. Había estado mirando casas y buscaba un arquitecto. Me escogió por un motivo curioso. Había visto una casa que hice cuando era joven, cuando tenía alrededor de veinte años, que estaba excelentemente construida. Le gustó y aspiraba a algo similar. Se me presentó y charlamos. Fui a ver el emplazamiento y diseñé la casa. ¡Casi se muere! Pero su esposa, una mujer interesada por el arte y propietaria de algunos Von Gogh, dijo: “Reflexionemos”. Su marido por poco la echa a la calle.
Pero en Nochevieja él vino a verme, explicó que lo habían pensado bien y que siguiera adelante con la casa. Teníamos, respeto a la misma, nuestras discrepancias, pero no tenía importancia. Comentó que no le gustaba este espacio abierto, inerme a eventuales alborotos de la gente cuando estuviese en la biblioteca sumergido en profundas cavilaciones. Si no me equivoco él era un hombre de negocios. “Muy bien”, respondí, “Lo probaremos y si a usted no le convence podemos cerrar la habitación con paredes acristaladas. Será lo mismo”. Hicimos el ensayo. Nos pusimos a montar un andamiaje de madera. El leía en la biblioteca y nosotros hablábamos en todo normal. No oyó nada en absoluto.
Más tarde me dijo: “Bueno, cedo en todo, salvo en el mobiliario”. “Es una lástima”, conteste. Decidí enviar los muebles de Berlín a Brno. Al encargado de la obra le indiqué: “Guárdelos y poco antes de la comida avísele que está en su casa con los muebles. Se enfadará, pero no le haga caso”. Sin verlos siquiera exclamó: “Todo fuera”. Sin embargo, después de comer ya le gustaban. Creo que tenemos que tratar a nuestros clientes como si fueran niños pequeños, no como arquitectos."