En la fachada trasera, TRAZIA, anexa un volumen exterior, al edificio principal existente, como nuevo núcleo de comunicaciones y servicios. Para este volumen, utilizan una combinación de aparejos de ladrillo, un material tradicional que dialoga con la parte existente del establo en la parte trasera del patio.
En el interior destacan los papeles pintados propios del Art Decó, de un indudable valor patrimonial, en conjunto con baldosas hidráulicas, ambos en muy buen estado de conservación, conformando un conjunto de gran armonía cromática para el museo.
Descripción del proyecto por TRAZIA
Se trata de un edificio de dos plantas entre medianeras que ocupa una parcela rectangular de 16 m x 45 m aproximadamente. En la parte trasera de la parcela se sitúa el patio de la vivienda. El edificio data del barroco, en cuya época fue un convento dominico. Fue luego en la época de la desamortización cuando se convirtió en vivienda particular, cuya moradora más conocida fue la Sra. Dolores Ayora Olcina (1878-1958), proveniente de una familia de comerciantes del petróleo de finales del siglo XIX, y que con el “boom” de la Revolución Industrial vio enriquecer su fortuna. A la misma familia perteneció el conocido Palacio Ayora y los jardines que llevan el mismo nombre en Valencia.
El proyecto tiene como objetivo la rehabilitación del edificio y su acondicionamiento para otorgarle un uso museístico. En la fachada trasera se anexa un volumen exterior al edificio principal como nuevo núcleo de comunicaciones y servicios.
Carlos Pardo y Lucía Hernández, tiene claro en todo momento que la premisa es dejar que el edificio dialogue y nos cuente su historia, rescatando mediante rigurosos trabajos de restauración cada una de sus huellas que permiten apreciar con claridad las diferentes vidas que responden a distintas etapas históricas. Así el edificio se convierte en un museo de si mismo.
Tras la necesaria rehabilitación estructural, el equipo de arquitectos, arqueólogos y restauradores, trabajan en el edificio de manera que cada uno de los paramentos que lo conforman (suelos, techos y muros) se estudia y proyecta como si de un plano independiente se tratara.
La intención es modificar lo menos posible la distribución interior de espacio, por lo que la actuación se centra en la rehabilitación y puesta en valor de lo existente.
De especial valor, son los papeles pintados propios del Art Decó, ya que, además del indudable valor patrimonial que tienen por sí mismo, −dado que forman parte de un conjunto perfectamente conservado, sin intrusiones ni modificaciones posteriores, algo que se da en muy escasas ocasiones−, son una muestra importantísima de la incorporación a las arquitecturas domésticas de las nuevas tendencias europeas en cuanto a recurso decorativos, lo que resulta muy novedoso en el estado actual del conocimiento de los espacios domésticos en medios rurales.
Cabe destacar también los suelos de baldosa hidráulica, que se encuentran en perfecto estado de conservación y con los papeles anteriormente descritos, forman un conjunto de gran armoní cromática.
En un intento de respeto absoluto, los arquitectos utilizan un lenguaje totalmente diferente en aquellos elementos que no forman parte del conjunto existente, tratándolos de una forma neutra con materiales tales como el vidrio, el acero y la madera. De esta manera, el visitante podrá leer el edificio y comprender aquello que forma parte de la historia del edificio y aquello que se trata de una actuación posterior.
El nuevo módulo exterior se plantea de manera que volumétricamente ocupe el espacio que anteriormente ocupaba la zona de cocinas y que, por su estado ruinoso, había sido derribado. Y buscando esa simetría de la fachada trasera que en su día existió con otro volumen lateral, en el suelo, mediante la iluminación se marca la huella de éste.
En un intento de diálogo del nuevo volumen con el antiguo edificio, se decide tratar la nueva fachada con ladrillo cerámico macizo, material tradicional que conversa con el establo existente en la parte trasera del patio y que, mediante la combinación de distintos aparejos, establece un juego de luces y sombras, que permiten que el edificio tenga una lectura muy diferente durante el día y la noche.
Es en el jardín, antiguo huerto trasero, donde los distintos tratamientos del pavimento, conforman distintos espacios para ser vividos, barro cocido, terrizo y piedra son atravesados por una acequia de agua que riega lo que se proyecta como una reinterpretación del huerto valenciano, donde los naranjos y la vid no pueden faltar, con unas luminarias especialmente diseñadas por los arquitectos para dicho proyecto.