El proyecto del museo tiene como objeto fundamental dar cabida de manera ordenada a las magníficas piezas encontradas a lo largo de los años en las excavaciones del Molinete, a la vez que el edificio ofrece la posibilidad física de conectarse con el conjunto de yacimientos ahí encontrados.
Descripción del proyecto por Amánn Cánovas Maruri
La arquitectura no es un oficio que se pueda permitir caminar a ciegas, es un testigo de su tiempo y también su época precisa le da las herramientas que necesita para convertirse en un instrumento de transformación, como disciplina creadora que es.
Aun así, parte del material sobre el que se sustenta son las herramientas de la memoria y el contexto. No es posible elaborar una arquitectura razonable si no conservamos nuestra memoria, si olvidamos lo que otros han construido, sin su enseñanza certera y evocadora (no hablo de construcción vulgar y sometida al comercio). Y tampoco es posible obviar el contexto como materia sobre la que es posible reflexionar.
Un contexto que en absoluto es celoso y opresivo, sino que al contrario ofrece los datos precisos para un trabajo serio. Este contexto no es exclusivamente físico, sino esencialmente cultural y social, aporta la lectura del presente y proyecta la arquitectura al futuro. Nada es memorable sin estar profundamente enraizado con su presente cultural, si no refleja con atención el panorama de su época; si no ayuda a describirlo y a desarrollarlo. Este pequeño Museo del Molinete se relaciona de manera obsesiva con esos dos conceptos: memoria y contexto.
El edificio en el que se proyecta el Museo se sitúa en los bajos y el sótano del Centro de Salud del Casco Histórico de Cartagena. Con el edificio de la Curia ya excavado, el proyecto del Centro de Salud se redactó con la intención de preservar los restos encontrados y también de propiciar un conjunto de espacios que hicieran posible una restitución volumétrica de una gran parte del edificio de la Curia. En este sentido el proyecto que desarrollamos se remite a las decisiones, previa y acertadamente, tomadas en el año 2009.
No es este un trabajo de unos pocos, sino que posee un espíritu colectivo, es resultado de una estrategia de ciudad. Posee una vocación de convertirse en un espacio cultural que quiere conectar el pasado y el presente. El objeto fundamental de Museo es dar cabida de manera ordenada a las magníficas piezas encontradas a lo largo de los años en las excavaciones del Molinete.
También ofrece este edificio la posibilidad física de conectarse con el conjunto del yacimiento, siendo el principio de un recorrido que se desarrollará por todo el espacio arqueológico ya excavado y consolidado, pero también por aquel que, quedando como reserva, contiene expectativas de unirse al resto.
La actuación se desarrolla en tres plantas, la primera de ellas comunica con la calle exterior y se convierte en la recepción de los visitantes. Dicho nivel contiene los servicios generales del Centro y dibuja una primera sala en la que se sitúan una buena cantidad de piezas singulares.
La sala principal emplea unos materiales directos en su construcción, chapas de acero en las paredes y resinas en los suelos, techos de hormigón y paredes de sisal que evocan una tradición material y atemperan el ruido, todo ello dispuesto para que las piezas se conviertan en las protagonistas del espacio. Si en este recinto hay piezas de una singularidad extrema estas son las dos Musas y el Apolo, pinturas de una factura y una conservación excelentes, a ellas junto con el texto del Emperador Heliogábalo se les dedica un lugar de privilegio que le da carácter a la exposición.
Se sitúan dentro de unos medios cilindros de acero recubiertos interiormente de sisal que ocupan y estructuran el espacio central de la zona superior del Museo. Estas piezas se convierten en unas pequeñas capillas que resaltan y hacen evidente la calidad de las pinturas, se adueñan del espacio y lo estructuran. Este primer espacio es por tanto un lugar de evocaciones. El resto de las paredes contiene vitrinas enrasadas que sirven de acompañamiento a ese centro del espacio que se configura con las pinturas murales.
La segunda planta se acerca al nivel de excavación, se estructura como un balcón colgado que no toca los restos y permite su observación tranquila. Por tanto, se empieza a descender de manera gradual. Desde la arquitectura es una planta de paso y pretende ser neutra, se conservan los materiales, paredes en acero barnizado, matizado por paños de sisal, y suelos de acero; pero su configuración espacial permite una relación fronteriza entre la cota de entrada y el nivel de excavación, su carácter se centra en ser más un recorrido que una estancia, aun así, su dimensión permite controlar la espacialidad del conjunto, dándole tamaño y una cierta domesticidad y amabilidad. Es un lugar que pretende pensar en los visitantes y no tan sólo en las piezas expuestas.
La planta de excavación es el centro de la actuación. Un vacío de casi ocho metros, permite trabajar con la huella espacial de la Curia y de esta manera se obtiene su restitución hipotética. La decisión fundamental es actuar desde una condición mestiza, por tanto, las estructuras antiguas se funden con la arquitectura contemporánea, distinguiéndose, pero a la vez siendo un solo organismo. Desde el techo de esos ocho metros se cuelga una restitución volumétrica fabricada con acero y barras traslúcidas de plástico, un baldaquino que permite ver entre sus materiales y que sugiere un espacio desaparecido.
Este volumen otorga el carácter que la actuación del Molinete siempre ha tenido, un respeto absoluto por la obra antigua y una arquitectura contemporánea que la acompaña para hacerla mejor. El resultado es una hibridación feliz, una arquitectura moderna justificada por los restos antiguos y a la vez unos restos que crecen de manera valiente y optimista con la arquitectura del presente. De nuevo memoria y contexto cultural contemporáneo.