La intervención de Paredes Pedrosa, realizada para proteger el yacimiento arqueológico de La Olmeda, establece un interesante diálogo entre modernidad y memoria, entre una nueva arquitectura y el paisaje que la rodea. De acuerdo con la intención de los arquitectos, el conjunto de restos fragmentados del pasado recupera el carácter unitario que tuvo mediante la materialización de varias estrategias.
La primera se materializa con la envolvente del edificio realizada con chapa perforada de acero —cuyos troqueles aumentan su intensidad en altura a modo de desmaterialización de la estructura— y trasdosada con policarbonato translúcido, generando un tamiz que filtra la luz natural que llega a los distintos elementos del programa: la villa y las termas con sus mosaicos, el museo y un centro de estudio para arqueólogos.

Villa Romana La Olmeda por Paredes Pedrosa Arquitectos. Fotografía por Luis Asín.
La siguiente permite que la propuesta invite al visitante a recorrer sutilmente los espacios que componían la vivienda por medio de una pasarela enlistonada de madera que permite no tocar los restos y que, oportunamente, se expande y se contrae marcando puntos de atención y articulando un paseo fluido. Este recorrido se convierte en el hilo conductor con el que se narra la extensa ocupación del yacimiento y su sistema constructivo modular.
El entramado estructural de la cubierta tiene una base romboidal de tubos de acero que, exteriormente, se reviste de aluminio e interiormente queda visto a modo de artesonado, modulando el gran lienzo interior continuo que todo lo cubre. Algunos espacios de la villa se delimitan mediante mallas metálicas que, a modo de cortinas, facilitan la contemplación de los mosaicos iluminados en ámbitos diferenciados, recuperando así los límites espaciales originales de las estancias.

Villa Romana La Olmeda por Paredes Pedrosa Arquitectos. Fotografía por Luis Asín.
Descripción del proyecto por Paredes Pedrosa Arquitectos
La Olmeda recupera la huella y los mosaicos de una Villa del siglo IV en un paisaje horizontal de choperas y supone, además de su exposición y protección arqueológica, la inserción de un gran volumen en un lugar no construido, convirtiendo el lugar arqueológico en una construcción en el paisaje.
En el interior, bajo la ligera cubierta laminar, organizada en cuatro bóvedas, se integran yacimientos y mosaicos, iluminados a través del cerramiento de chapa perforada que varía su densidad en altura, para tamizar la luz. La estructura metálica de la cubierta es de base romboidal e interiormente queda visto como un artesonado.
Dentro del amplio espacio arqueológico, una pasarela de madera horizontal, se dilata y comprime según los puntos de contemplación de los mosaicos articulando el recorrido.
Las distintas salas se delimitan con tejidos metálicos suspendidos, favoreciendo la contemplación de los mosaicos iluminados en ámbitos diferenciadas y recuperando espacialmente las estancias. Se quiere así presentar al visitante un organismo complejo, evitando dominar de un solo golpe de vista toda la excavación.