La vivienda que los clientes encargaron a Wojciech Kotecki y Katarzyna Mach se convirtió en un reflejo de su personalidad: introvertida y escondida, pero abierta al paisaje. La planta es ortogonal y se divide en distintos espacios mediante paredes móviles y transparentes que permiten una visión amplia de toda la casa y la entrada de gran cantidad de luz.
A través de salientes y retranqueos aparecen «semipatios». Grandes muros verticales marcan el límite con la naturaleza exterior y se interrumpen con cristaleras de suelo a techo que generan un estrecho contacto con la arboleda de pinos. La cubierta está inclinada en forma de tipi para mejorar la ventilación a modo de chimenea.

La Casa de los Viajeros por Wojciech Kotecki y Katarzyna Mach. Fotografía por Nate Cook.
En cuanto a la elección de materiales, los arquitectos emplearon madera, piedra, cerámica, vegetación y terracota para crear espacios cálidos y naturales. La vegetación del exterior alberga plantas exóticas que transportan a los habitantes a otro clima. Mientras tanto, el interior se llena de una colección de objetos pasados y materiales importados de viajes como la cuarcita de Vals, que permite a los viajeros seguir con su afición de viajar y regresar.
Descripción del proyecto por Wojciech Kotecki y Katarzyna Mach
Esta casa pretendía ser un refugio, un lugar al que regresar, un espacio para conservar recuerdos y memorias de viajes lejanos.
Con esta petición, los viajeros contactaron al arquitecto Wojciech Kotecki, cofundador de BBGK Architekci, y a la arquitecta Katarzyna Mach. El resultado fue la Casa Sadowski: «un hogar propio»: profundamente personal, ligeramente introvertida, pero abierta a su entorno. Una vivienda de una sola planta, organizada íntegramente en la planta baja, enclavada entre pinos. Oculta bajo un amplio techo con una geometría similar a la de una tienda de campaña. Diseñada para que sus habitantes permanecieran siempre juntos.
La curiosidad por el mundo y el afán de explorar lo desconocido están inscritos en nuestro ADN nómada. Al descubrir nuevos lugares, nos embarcamos no solo en un viaje alrededor del mundo, sino también en nuestro interior, y los recuerdos que acumulamos se convierten gradualmente en parte integral de nuestra identidad.
Los Sadowski, una pareja de viajeros apasionados y experimentados, sienten una fascinación especial por los destinos lejanos, a veces extremos: desiertos, regiones polares y otros paisajes remotos. Tras años de exploración, decidieron construir su propia casa: un lugar al que regresar, un refugio, un espacio para preservar los recuerdos y su tesoro de recuerdos de viajes lejanos. Para hacer realidad esta visión, recurrieron al arquitecto Wojciech Kotecki, cofundador de BBGK Architekci, y a la arquitecta Katarzyna Mach. Así nació la Casa Sadowski: un "hogar propio" profundamente personal, algo introvertido pero totalmente abierto a su entorno natural.
La casa se construyó en una parcela arbolada, entre pinos. Durante sus viajes, los Sadowski observaron cómo, en condiciones diversas y a menudo extremas, las personas crean viviendas sencillas pero altamente eficientes. Quedaron fascinados por el arquetipo de un espacio compartido resguardado bajo una cúpula: como un tipi, una yurta o un iglú. Quizás fue esta cercanía e intimidad, tan características de la vida en comunidad tradicional, lo que más les impactó, como pareja que siempre había compartido vida, pasiones e intereses, y que ahora se sentía guiada por la necesidad de crear «su lugar en la tierra».
Esta idea se convirtió en el punto de partida del proyecto. Una casa de una sola planta, organizada completamente a nivel del suelo, oculta bajo una amplia cubierta con geometría de tienda de campaña, diseñada para que sus habitantes siempre estuvieran juntos. Los Sadowski deseaban que su casa permaneciera abierta a la naturaleza circundante, arraigada en la tierra. De ahí la estructura acristalada que difumina la frontera entre interior y exterior. En su centro, los arquitectos diseñaron un atrio con un jardín interior y una cubierta de cristal retráctil, que permite a los residentes vivir dentro de la casa y, al mismo tiempo, disfrutar del cielo abierto. Desde el este y el oeste, dos semipatios recortan el volumen, atrayendo la vegetación hacia el interior. A petición de los propietarios, se añadió una ventana corredera panorámica de 22 metros de largo, abriendo el espacio habitable hacia el bosque y fusionando la casa con el jardín. Las paredes móviles y el techo practicable permiten una interacción fluida entre la luz y el espacio, a la vez que crean ventilación natural, funcionando de forma similar a un tipi. Con la circulación del aire, el viento transporta los sonidos y aromas del bosque.
Siguiendo la visión de los propietarios, el edificio, los interiores y el jardín se concibieron como un todo único y cohesivo. Esto fue posible gracias a la estrecha colaboración con la arquitecta paisajista Marta Tomasiak y los arquitectos de interiores Monika Bronikowska y Adam Bronikowski. Igualmente importante fue la participación de los propios Sadowski, quienes participaron activamente en la definición del concepto desde el principio. Como resultado, el proyecto no solo responde a las necesidades prácticas de sus habitantes, sino que, sobre todo, refleja sus personalidades. Los interiores, amplios y luminosos, presentan materiales naturales y cálidos (madera, piedra, cerámica, vegetación y terracota), mientras que los atrios albergan plantas exóticas que, combinadas con el resto, evocan la estética del modernismo tropical. Este tranquilo refugio en un bosque de Varsovia transporta a sus habitantes a la atmósfera del sur.
Los futuros propietarios también desempeñaron un papel activo en la selección de materiales y muebles. Un ejemplo de ello es la cuarcita de Vals, descubierta durante un viaje, una piedra que solo se extrae en un lugar del mundo: el valle de Vals, en Suiza. En el salón, un lugar especial está reservado para el piano de cola de la anfitriona. La atmósfera de la casa se ve influenciada por numerosos objetos de la colección privada de los viajeros (pinturas, esculturas, figuras) que narran historias de lugares lejanos. Invitan a los visitantes al mundo de los Sadowski: un santuario de objetos personales valorados menos por su valor material que por su significado emocional. Inseparablemente unidos a sus dueños, estos objetos co-crean un "hogar en progreso": una vivienda diseñada para evolucionar al ritmo tranquilo de los viajes y regresos, de la colección de recuerdos y la vegetación creciente que la envuelve por todos lados.
El apellido de los propietarios se ha cambiado para proteger su privacidad.