La exposición Clima Fitness propone una reflexión alternativa sobre la relación entre el cuerpo y lo planetario, que en realidad se centra en la capacidad que tenemos para auto-diseñarnos como consecuencia directa del cambio climático, tomando de la biología evolutiva, el término «climate fitness» que describe la aptitud de una especie para adaptarse al cambio climático.
La propuesta muestra la otra cara del cambio climático, la asunción de lo inebitalbe y la busqueda de como acomodarse a ese cambio. El concepto del fitness climático se muestra como algo presente en tendencias que buscan acondicionarse mental y físicamente para adaptarde a las potenciales consecuencias de catástrofes naturales.
«Hoy todos nos estamos convirtiendo en climáticamente fit. En el contexto de la crisis medioambiental, todos estamos adaptándonos, de manera voluntaria o involuntaria. Desde maquillaje antipolución, hasta pastillas para dormir durante noches inusualmente calurosas, el uso de mascarillas si el aire es de mala calidad, dietas alimenticias bajas en emisiones, o programas de entrenamiento, ya parte del mainstream, que creen que un cuerpo fit conlleva un planeta fit», dice Common Accounts.
Con un cierto grado de ingenuo optimismo, sin enfrentarse a las perdidas intermedias y frente a posicionamientos mas apocalípticos, como reclamo radical, y que pretende emoderar según la comisaria de la exposición, Maite Borjabad: «Esta exposición no es sobre sostenibilidad, sino sobre cómo el cambio climático afecta a lo cotidiano, al día-a-día, y cómo nosotros mismos estamos cambiando por ello».
Clima Fitness. Instalación por Common Accounts. Fotografía por Geray Mena.
Clima Fitness: Rituales de Adaptabilidad por Maite Borjabad
En el contexto de la crisis climática, la especie humana está recurriendo a prácticas de adaptación que implican una reconfiguración radical del cuerpo y la vida cotidiana. La idea de fitness climático, utilizada en la biología para describir la capacidad de una especie para ajustarse al cambio climático, está siendo apropiada por la cultura popular para referirse a la preparación física y mental necesaria para enfrentar las posibles consecuencias catastróficas del colapso ambiental.
Así se argumenta en el ensayo Planet Fitness, escrito por Common Accounts (Igor Bragado y Miles Gertler), que esta exposición expande. Desde productos cosméticos que buscan proteger la piel de los efectos de la contaminación hasta comunidades de «supervivientes» que se entrenan para enfrentar un posible colapso social, pasando por dietas que promueven la salud individual y planetaria, se están explorando nuevas formas de adaptabilidad que implican una redefinición profunda de la relación entre el cuerpo y su entorno. Pero la adaptabilidad no es solo una práctica individual, sino una herramienta para cuestionar las estructuras sociales y económicas que nos han llevado a la crisis climática en primer lugar y esta redefinición de adaptabilidad no puede ocurrir en un vacío político y social.
«A través del concepto de planetarity/planetariedad la filósofa poscolonial Gayatri Chakravorty Spivak nos permite reformular la relación entre el mundo humano y lo natural en clave ecológica, pero interligada a la justicia social y al pensamiento feminista decolonial, proponiendo marcos éticos relacionales alternativos a la globalización. En un sistema global capitalista, el planeta está en la especie de la alteridad, la categoría de la otredad y por tanto perteneciente a otro sistema y, sin embargo, la habitamos como si de un préstamo se tratara.
La planetariedad implica un compromiso ético y político con el Otro, no sólo como objeto de nuestra compasión o simpatía, sino como sujeto activo de su propia liberación y emancipación. [...] La planetariedad nos obliga a repensar nuestras relaciones con el medio ambiente, reconociendo que nuestra supervivencia como especie está inextricablemente ligada a la salud y el bienestar del planeta Tierra en su conjunto.»
Gayatri Spivak
Arte de Faysal Altunbozar. Clima Fitness. Instalación por Common Accounts. Fotografía por Geray Mena.
Respondiendo a este reclamo que nos plantea Gayatri Spivak, en donde urge subvertir las jerarquías entre especies y lo que permitiría en cierta manera la abolición de la otredad, surge la pregunta: ¿Qué ocurriría si en vez de situar a la especie humana en una jerarquía superior y al planeta y todo lo que lo compone en la categoría de otredad, nos posicionamos todas en el mismo sistema de relevancia y derechos? Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowski, explorando las cosmologías amerindias y recogiendo de sus aprendizajes, traen una concepción alternativa de lo humano que difiere de las visiones occidentales tradicionales. Tal y como explican en su libro ¿Hay un mundo por venir?, las cosmologías amerindias no establecen una distinción radical entre lo humano y lo no humano, sino que reconocen la agencia y la subjetividad en todas las formas de vida, incluidos animales, plantas y espíritus. En esta propuesta, el universo se desarrolla a través de un proceso de diversificación, partiendo de la humanidad como materia prima a partir de la cual las distintas categorías de seres y cosas del universo van conformándose. Desde esta perspectiva, lo humano no se limita solo a los seres humanos, sino que abarca a todas las especies y formas de vida. Esta concepción desafía la jerarquía antropocéntrica occidental, que da a los seres humanos una posición privilegiada y dominante sobre el resto del planeta.
«En el origen, en suma, todo era humano o, mejor dicho, nada era humano. En un número considerable de mitos amerindios [...] se imagina la existencia de una humanidad primordial como única sustancia o materia a partir de la cual el mundo vendría a ser formado. Tras una serie de peripecias, algunas fracciones de la humanidad originaria [...] se van transformando en las especies biológicas, accidentes geográficos, fenómenos meteorológicos y cuerpos celestes que componen el cosmos actual. La parte que no se transformó, que permaneció esencialmente igual a sí misma, es la humanidad histórica, o contemporánea. [...] Todo era “humano”, pero todo era “uno”. La humanidad era una multitud polinómica; ella se presentó desde el inicio bajo la forma de la multiplicidad interna, cuya externalización morfológica, esto es, la especiación, es precisamente la materia de la narrativa cosmogónica. Es la naturaleza la que “nace” o se “separa” de la cultura y no al revés, como sostiene en cambio la antropología y la filosofía occidental.»
Déborah Danowski y Eduardo Viveiros de Castro
Arte por Irati Inotiza. Clima Fitness. Fotografía por Geray Mena.
Con este marco de pensamiento y consecuente acción, el problema que constituye la premisa misma de este proyecto (la crisis climática), estaría obsoleto, quizás no habría llegado a ser siquiera. Y es que un cambio de paradigma necesita no solo subvertir muy conscientemente los sistemas en los que estamos inmersas, sino que requiere de ejercicios radicales de imaginación y pensamiento que nos provean de nuevas narrativas. Clima Fitness supone entonces un lugar de ensayo para tejer cuerpo y planeta a través de narrativas radicales y resilientes. Así la noción de fitness sirve en este proyecto de activador narrativo en su doble significación. Por un lado, desvelando el cuerpo como realidad social y culturalmente construida a través del fitness, entendido como ejercicio físico, junto a los entrenamientos y la cultura asociados a ella. Por otro lado, recuperando y situando la noción desde la biología que define el fitness de una especie como su capacidad de adaptación al medio con el que se relaciona. Esta definición doble nos permite explorar cuestiones como el biopoder y su intrínseca relación con el cuerpo y el trabajo, la construcción de la masculinidad tóxica y su performatividad a través del fitness, los entrenamientos como mecanismos disciplinantes del cuerpo colectivo, los extractivismos territoriales de los paisajes productivos, la interrelación histórica entre la ambición por controlar el cuerpo y dominar el entorno natural, o nuevos rituales de adaptabilidad crítica que podemos imaginar desde reconsideraciones contemporáneas de la mitología.
En este ejercicio de redefinición de mecanismos de adaptación, de relaciones de interdependencia, de rituales en búsqueda de vínculos mutualistas en vez de extractivistas, la cuestión del límite del ser humano se posiciona en el centro. Tal y como Common Accounts enuncian en su ensayo, la última frontera del Antropoceno bien podría ser el cuerpo humano. Pero entonces, ¿dónde se define el límite del cuerpo humano y su afección? ¿Dónde deja de ser humano el ser humano? Beatriz Colomina y Mark Wigley describen en su libro are we human?, cómo el ser humano es una categoría inestable.
«El ser humano no es un organismo biológico claramente definido con una forma concreta y con un conjunto de capacidades que colabora en una red sociopolítica para cambiar las cosas a su alrededor. Por el contrario, el ser humano está definido por su diversidad y su plasticidad, su habilidad para modificar sus propias habilidades. Y es esta misma plasticidad, la inestabilidad radical del ser humano, la base de su impacto masivo. Cuanto más maleable e indeterminada sea una especie, mayor es el impacto. Porque al rediseñarse a sí misma, rediseña el planeta.»
Beatriz Colomina y Mark Wigley
Clima Fitness. Instalación por Common Accounts. Fotografía por Geray Mena.
Frente a un vínculo bastante dañado entre la especie humana y el planeta, los posicionamientos apocalípticos tienden a florecer. Y es que pensar el futuro en código apocalíptico resulta más cómodo que reconocer posibilidades de cambio que tenemos a nuestra alcance. Parecería que estamos más preparadas para visualizar el fin del mundo que para imaginar un mundo diferente. Lo apocalíptico, la inacción y la resignación se encadenan y pueden parecer las únicas maneras de generar imágenes de futuro; frente a esto, el optimismo es un reclamo radical, empoderador y que habilita el cambio. Así, resistiendo el pesimismo cómodo, que se resigna a enunciar la debacle ecológica a tal nivel de complejidad sistémica, en donde el yo parece apenas ya tener agencia, Clima Fitness plantea un ensayo de pensamiento crítico generador y propositivo interviniendo en esos límites difusos y maleables de una capacidad adaptativa, mutante y simbiótica. Operando desde las interrelaciones y aprendizajes de la ecología posmoderna, las teorías ecofeministas, la biología o la fabulación especulativa, este proyecto se embarca en activar y pensar desde alguna (de las muchas) interacciones críticas que dan forma a nuestro mundo y los enredos entre especies que lo componen.
A Clima Fitness le precede un trabajo, un diálogo y unas maneras de hacer, con esa vocación optimista. Para empezar, esta exposición, en vez de ser una conclusión hiper coherente a toda una investigación, se plantea como un punto de partida (y por ende no necesariamente coherente en su totalidad). Huye de separar exposición y programa público, de separar formatos y de ofrecer conclusiones. Por el contrario, aglutina distintas puertas de entrada a pensar sobre un enunciado compartido, a abrazar las incongruencias y las fricciones no conclusivas y posibilitar maneras de pensamien to que pueden ocurrir de manera específica desde el espacio expositivo. El ensayo Planet Fitness de Igor Bragado y Miles Gertler (Common Accounts) sirvió como arranque, para empezar a plantear una preocupación compartida y abrir el espacio a otras artistas que desde sus propias disciplinas y preocupaciones también se estaban acercando al fitness o al clima. Así igual que Mary Maggic arranca con kombucha y termina proveyéndonos con SCOBY, las ideas de Planet Fitness se fueron fermentando, evolucionando, fracturando, plurificando y expandiendo a través del ejercicio curatorial para dar cabida a Faysal Altunbozar, a Itziar Barrio, a Ibiye Camp, a Irati Inoriza y a Mary Maggic y así terminar articulando Clima Fitness. Para continuar y empoderandonos a través de las fricciones y los retos, la exposición inaugural que arranca Clima Fitness se hace en un espacio donde no ha habido antes una exposición de esta naturaleza, y en donde la permanencia a lo largo del tiempo de objetos y dispositivos ha tenido que pensarse y adaptarse a la lógica propia de la nave, a su climatización (que no es la de una galería o un museo) y las comunidades que la habitan. Y como cualquier relación simbiótica mutualista entre especies, la instalación espacial concebida por Igor y Miles, provee de su propio ejercicio conceptual al mismo tiempo que acoge las piezas de las otras artistas facilitando su existencia física en la Nave 17 de Matadero Madrid. Exponer arte contemporáneo, en esta nave y de esta manera, ha sido un ejercicio colectivo de adaptabilidad en sí mismo.
Clima Fitness es una exposición, es un gimnasio, es una performance, es un dispositivo, es un ensayo. Es un encuentro en constante evolución que invita a decodificarnos, a pensarnos colectivamente, a pensarse a una misma como individua, a situarnos en el momento contemporáneo, y resituarnos para encontrar agencia, agencia de cambio y de afección planetaria. Entender los límites y flujos inexorables entre nuestro cuerpo y el planeta que habitamos y redefinirlos desde la mutualidad.