Los diferentes espacios se reflejan en los lucernarios dando importancia a la componente vertical de los espacios. Desde el exterior esta componente cobra mayor sentido ya que parece que no hay cubierta, sino laterales.
Descripción del proyecto por José Juan Barba
El proyecto se desarrolla a tres niveles: en relación con el lugar, respondiendo al programa y desarrollando la percepción del espacio. Los niveles se mezclan, dialogan y de sus cruces va surgiendo el proyecto.
1. En su relación con el lugar en el que se implanta, el desarrollo se plantea desde premisas como el menor impacto posible en el entorno natural y por tanto intervenir en un medio semi-natural desde criterios de sostenibilidad pasiva (la actitud que creemos más eficiente y activa con su entorno), con un programa cultural y aplicando materiales cuyo envejecimiento le permita dialogar con los cambios tonales, cromáticos y de luz del entorno, todo ello sin renunciar a la realización de una obra abstracta (no mimética con el contexto) en lo que supone una acción realizada por el hombre, una obra violenta en el sentido que expresaba Ignasi de Sola Morales, «...la arquitectura es un acto de violencia, porque cambia la naturaleza de los materiales que usa y el lugar en el que se asienta», los transforma, los modela y con ello violenta el espacio al generar algo nuevo que previamente no existía. Una violencia entendida como el cambio que se produce en los seres vivos cuando crecen, transitan y viven.
2. Programaticamente el proyecto se plantea como la agrupación de cinco módulos en torno a un patio en dos niveles. El conjunto, presentado como un único elemento arquitectónico, desarrolla sus cinco áreas temáticas como una única sala, abrazando sus recorridos estos dos patios que representan dos opuestos, artificialidad y naturaleza, como contrapuestos a partir de los cuales se genera la vida. La vida es aquí representada e interpretada por el río, el elemento que riega el territorio en función de las condiciones natural-geográficas del mismo pero también como proceso generador de vida a través de la artificialidad impuesta por la mano del hombre.
La condición de territorio inundable, situado en un valle fluvial, define la solución planteada desde su inicio. Así, la propuesta queda elevada del terreno natural mediante un sistema de pilotis, realizándose el acceso a través de una rampa que sirve de penetración pero también de elemento que, al elevarse del territorio, permite su observación, emulando la sensación de desprendimiento de la tierra que cualquier río nos brinda cuando intentamos cruzarlo o navegarlo.
3. Cuando un ciego congénito recupera la visión la sucesión de espacios deja de ser una continuidad horizontal, en el sentido de extensión de sucesión de acontecimientos, según el sentido horizontal del desplazamiento. Cuando esta persona fue capaz de ver, quedó consternado al darse cuenta de que el espacio continuaba hacia arriba, vertiginosamente, mucho más allá de su alcance. En el proyecto la generación de lugares parte de una comprensión completa del espacio y de la incidencia que sus diferentes fugas nos presenta. La componente vertical del espacio interior queda reflejada en las cúpulas y su fuga a través de los lucernarios. Cuando nos encontramos en el exterior la evidencia de la componente vertical del espacio se intensifica por contraposición, no hay cubierta y sí laterales casi incorpóreos. El material en sí, no limita las visiones laterales, sin embargo cuando disponemos dos muros, sus juegos de reflexión y reflejos limitan las visiones laterales, se plantea un paisaje nuevo o la ampliación del paisaje circundante en el interior del proyecto.
Los cruces generan intersecciones y estas son leídas por el visitante mediante recorridos. Todos los recorridos son en torno a los patios que reflejan artificialidad a través de un jardín japonés sobre-elevado al nivel del pavimento del resto del Centro, recordando su condición artificial al separarse del terreno y su condición natural al arropar un segundo jardín, un jardín de ribera que crece directamente en contacto con el terreno.
El recorrido del Centro se inicia con una sala de proyecciones donde el visitante recibe un primer baño de información. El recorrido siempre doble o infinito, al no existir puertas entre los diferentes espacios, permite que tanto el visitante como el programador del Centro pueda establecer infinitos recorridos según las necesidades expositivas o intereses del observador.
El edificio se envuelve en sí mismo para generar una abstracción del entorno. Todo el proyecto intenta hacer patente de manera constante los puntos más simbólicos del programa.
La salida del recorrido se realiza a través del pasillo descubierto, artificio entre vidrios, único momento en que se pierde la visión directa de los patios aunque su presencia siga presente. La doble pared de vidrios y la ausencia de techo intentan dejar en el visitante la sensación de un recorrido interior a través del río. Su salida, al igual que su llegada vuelve a producirse a través de una pasarela sobre un pequeño jardín de plantas autóctonas.