
La propuesta de Muñoz Miranda Arquitectos prestó especial atención a la recuperación del patio central, que se reconstruyó parcialmente mediante recursos especulares evocando la parte desaparecida y recomponiendo una percepción visual donde pasado y presente dialogan. La intervención en el patio comienza con la eliminación de un muro de carga de principios del siglo XX realizado para soportar el recrecido sobre el patio de las plantas superiores, lo que permite liberar la planta baja y recomponer la visión de las cuatro columnas originales del patio de mármol de Sierra Elvira, mediante la inserción de dos pilares metálicos HEB que liberan de su condión estrucutral a las columnas.
Un conjunto de intervenciones complementarias se suma a las anteriores, estableciendo un diálogo franco con la estructura preexistente, al tiempo que se dota al edificio de una mejor estabilidad estructural, debilitada por sucesivas actuaciones indiscriminadas, incluso en la fachada. Estas operaciones enriquecen el proyecto y definen tanto su expresión estética como su resiliencia urbana y arquitectónica.

Hostal para siete habitaciones por Alejandro Muñoz Miranda. Fotografía por Javier Callejas Sevilla.
Descripción del proyecto por Muñoz Miranda Arquitectos
En el entramado histórico de Granada, junto al curso sinuoso del río Darro y en la encrucijada marcada por el Puente Cabrera a los pies de la Alhambra, un edificio anónimo de viviendas encierra en su interior siglos de transformaciones. La rehabilitación que lo convierte en un hostal de siete habitaciones no se limita a la restauración material, sino que propone un ejercicio de convivencia entre tiempos, donde lo antiguo y lo nuevo se entrelazan en una coreografía precisa de estructuras, juntas y reflejos. Este proyecto no busca disimular la huella de la historia ni borrar las cicatrices del uso, sino mostrarlas, potenciarlas y, en última instancia, reescribirlas.
Desde el inicio, la intervención plantea un gesto radical: eliminar del edificio todas las adiciones superfluas que, a lo largo de décadas, habían distorsionado la lectura de la casa original. Esta operación quirúrgica permite redescubrir la estructura primigenia de muros de carga de tapial y ladrillo macizo, los forjados de madera y, sobre todo, el patio central en su planta baja, hoy convertido en epicentro del proyecto. Sin embargo, la eliminación no es absoluta: se conserva la ampliación histórica de las plantas primera y segunda que, a principios del siglo XX, ocupó la mitad del patio, tras la eliminación de los jabalcones —voladizos de madera sobre el río—, los cuales fueron demolidos por decreto municipal tras un devastador temporal. Esta invasión del patio, consolidada por la necesidad de aumentar la superficie, se incorpora al relato, integrándose como una capa más de la memoria constructiva introduciendo un efecto óptico especular que completa la imagen espacial del patio.
Bajo la superficie de lo visible, el edificio narra su evolución mediante una serie de “injertos estructurales”. Antiguas reparaciones, como refuerzos metálicos roblonados o la sustitución puntual de vigas de madera por perfiles en doble T, revelan una historia de adaptaciones sucesivas. Estas huellas no se ocultan: se reconocen como elementos clave para entender el proceso de transformación, como notas marginales en un manuscrito que ha sido corregido y vuelto a reescribirse una y otra vez.

La nueva estructura metálica surge desde el corazón del patio como una segunda columna vertebral que sostiene al conjunto. Este sistema porticado vertical no sustituye a la fábrica existente, sino que se superpone a ella, generando un diálogo entre la ligereza del acero y la inercia masiva de los muros originales. El encuentro entre ambas materialidades se hace explícito en la coronación del edificio, donde la cubierta metálica de pares tensados se posa sobre la fábrica histórica, como si una estructura flotante encontrara apoyo en la gravedad pétrea. En este gesto se materializa la idea de la junta tectónica como lugar de encuentro y transición, uniendo no solo materiales y técnicas, sino también épocas y narrativas.
La intervención alcanza uno de sus momentos más significativos en la planta baja, donde se elimina un muro de carga añadido durante la ampliación del patio, recuperándose la planta baja libre. En su lugar, dos pilares metálicos de sección HEB restituyen la visión de las cuatro columnas originales del patio de mármol de Sierra Elvira, que en su día soportaron los forjados de madera. Estas columnas, ya liberadas de su función estructural, permanecen como vestigios, reliquias de la forma artística (kunstform) que Bötticher distinguía del núcleo estructural (kernform). Frente a ellas, los nuevos pilares asumen simultáneamente ambos papeles: soporte y expresión, técnica y símbolo.
Sobre estos nuevos apoyos se disponen vigas metálicas de gran canto que, situadas por encima de las antiguas de madera, sostienen el resto del edificio. Este sistema horizontal se integra con la rehabilitación de los forjados existentes: algunas piezas de madera son sustituidas por otras nuevas, siguiendo la técnica original, mientras que en todas se introduce una capa de compresión armada con conectores metálicos. El resultado es una red de coexistencias donde lo antiguo y lo contemporáneo se entrelazan sin jerarquías, permitiendo que la estructura se lea como un palimpsesto.

La estrategia estructural se extiende también a los elementos de comunicación vertical. La antigua escalera, deteriorada e inadecuada, se reemplaza por una nueva pieza metálica plegada, realizada con chapones metálicos autoportantes. Esta escalera no solo articula los recorridos, sino que también actúa como elemento de arriostramiento, complementándose con la estructura metálica que alberga el ascensor. Ambos elementos refuerzan la estabilidad sísmica del edificio, al tiempo que introducen un lenguaje material contemporáneo que se muestra sin artificios.
Cada gesto constructivo refuerza la idea de honestidad material. Los perfiles y chapones de acero quedan vistos, las juntas se revelan sin disimulo, las soldaduras y uniones hablan de su propia técnica. Esta franqueza alcanza su máxima expresión en el recercado de los huecos de fachada. Mediante marcos metálicos embutidos en el espesor del muro, se dota de rigidez a una envolvente debilitada por la apertura indiscriminada de ventanas en el pasado.
Luego, se separan sutilmente los nuevos enmarcados de chapa (jambas, dinteles y alféizares) de la fábrica original, evidenciando las deformaciones y desplomes acumulados y haciendo visible la tensión entre estabilidad y ruina. Aquí, la junta no es solo un recurso técnico, sino también un ornamento en el sentido que le atribuía Louis Kahn, es decir, una manifestación de la lógica constructiva que se convierte en expresión estética.

El proyecto no se limita a resolver cuestiones estructurales. También se aventura en el terreno de la percepción y la memoria mediante un recurso poético: la restitución virtual del patio original. Allí donde el espacio físico ya no puede recuperarse, se recurre a la ilusión óptica. Una serie de paneles de vidrio-espejo estriados, dispuestos en diente de sierra, fragmentan y reflejan la realidad, creando una visión simultánea de lo que fue y lo que es. Desde ciertos ángulos, el observador percibe la geometría ortogonal del patio perdido; desde otros, la imagen se distorsiona y se comprime, evocando los corredores que antaño recorrían la galería. La cubierta del patio, cerrada mediante una montera acristalada, prolonga este juego visual, fusionando los reflejos del cielo con la trama especular, hasta conformar una escena en la que el pasado se proyecta sobre el presente.
Esta operación especular no busca engañar, sino invitar a la reflexión. Frente a la materialidad tangible de la nueva estructura, el reflejo evoca la dimensión intangible de la memoria. Así, el proyecto se sitúa en un territorio intermedio, donde la rehabilitación no es mera conservación ni simple modernización, sino reinterpretación crítica. La coexistencia entre lo físico y lo ilusorio se convierte en metáfora de la coexistencia entre tiempos históricos, entre la estabilidad muraria y la fragilidad del vidrio, entre la certeza constructiva y la ambigüedad perceptiva.
En última instancia, esta intervención demuestra que la rehabilitación patrimonial puede trascender el plano técnico para convertirse en un acto cultural. La superposición de estructuras, la precisión de las juntas, la transparencia de los materiales y la evocación especular conforman un relato complejo, donde cada capa se reconoce y se respeta. El edificio, antes condenado a la ruina, se transforma así en un espacio vivo que narra su propia historia, una historia hecha de permanencias y mutaciones, de cargas y reflejos. En este diálogo incesante, el pasado no queda petrificado, sino que encuentra en la arquitectura contemporánea un aliado para seguir siendo presente.