
La intervención en la casa familiar llevada a cabo por Estudio qo y Taller de Arquitectura la Fundación (TAF) puede resumirse en tres operaciones: la vinculación con el exterior por medio de la apertura de la vivienda original al patio, la ejecución de una cubierta que da lugar a una galería de usos múltiples y la incorporación de una piel de ladrillos, que a modo recubrimiento textil envuelve e integra la totalidad de la obra.
Poniendo en valor fragmentos del pasado significativos para los habitantes de la casa, la propuesta no se impone y respeta lo preexistente. Lo nuevo, se suma de forma sutil al lenguaje material del ladrillo visto e incorpora elementos arquitectónicos, como el asador y el hogar, que reflejan los característicos rituales de encuentro de la cultura argentina. Presente y pasado se entrelazan en un proyecto que, como premisa, se concibe desde la memoria, los recuerdos y lo existente.

Reforma y ampliación de una casa de fin de semana por Estudio qo + TAF. Fotografía por Javier Agustín Rojas.
Descripción del proyecto por Estudio qo + TAF
La obra comprende la reforma y ampliación de una casa de fin de semana. Para cumplir con los requisitos técnicos y programáticos del encargo se hizo uso de recursos que remiten a las casas familiares de los habitantes de esta residencia. El compromiso de hacer una casa familiar se define en el equilibrado respeto y la atención a los intereses particulares de sus integrantes. Desde esta perspectiva, entendemos que se debe apuntar conseguir una convergencia de sus gustos particulares. Estas ideas, que aparecen como recuerdos recortados de las casas donde vivieron y crecieron (sus espacios, fachadas, colores o terminaciones), se trasladan como intenciones acerca de cómo debe ser la casa propia.
La propuesta se configura a partir de tres operaciones programáticas. En primer lugar, la vivienda original se abre al patio, ampliando una abertura existente e incorporando una nueva. En segundo lugar, se conforma una cubierta que acomoda una galería y una ampliación destinada a múltiples usos. En tercer lugar, se recubre la totalidad de la obra con una piel de ladrillo dispuesto en panderete. Complementario a este abordaje programático, dos operaciones materiales articulan la intervención: la que concierne a los muros y la que define la columna de la galería.

La primera operación, la de recubrir la obra a partir de una lógica casi textil, integra los cuerpos que componen la vivienda, amalgamando lo preexistente y lo agregado. Al mismo tiempo, esta operación soluciona las carencias técnicas del interior de la vivienda original. En la composición material de este ropaje reverberan ecos de lo propiamente doméstico; tanto de la vivienda periférica en general como de las casas de la infancia de los clientes.
La piel de ladrillo recorre toda la fachada variando principalmente en altura. Las terminaciones principales, el ladrillo visto dispuesto a soga y el revoque fino pintado de blanco, se reparten sobre la envolvente exterior de acuerdo a criterios técnicos y funcionales. El gesto inicial es duplicar la masa muraría para mejorar la aislación térmica. Luego, una serie de elementos alteran su homogeneidad: un banco, una abertura, una cubierta, un dintel; cada elemento interviene sobre la piel, y esta responde a sus requerimientos. La disposición final responde a lógicas que no resultan aparentes a primera vista, permitiendo que la configuración resultante trascienda lo funcional.

La tira que se ubica contra la medianera, sugerida en la distribución original de la casa, sale desde el interior de ésta y se prolonga para configurar una espalda. Este elemento es la espina de la organización de la propuesta, sirviendo a todos los espacios. Su espesor permite la posibilidad de configurar distintos usos según el área a servir. El muro pasa entonces a ser banco, espacio de guardado, mesada de cocina, espacio de lavado, nicho para electrodomésticos, hueco para aire acondicionado, etc.
La operación que define la columna que sostiene la galería constituye una experimentación material y se encuadra en una reflexión disciplinar más amplia:
1. Uno de los temas recurrentes de nuestra historia es el deseo de dominar la materia y manipularla a nuestro antojo. Son incontables los esfuerzos por dominar la alquimia que va de la naturaleza virgen al recurso destilado, la herramienta o el producto. Ahora, con lo artificial atravesando cada dimensión de nuestro día a día, asistimos a una suerte de regresión (una más de las tantas retiradas estratégicas). Resulta más seductor ceder el control nuevamente a la materia y a su comportamiento no-del-todo-predecible. Quizás sea una forma de lavar las culpas. Quizás es solo una oportunidad para esquivar lo sobre-diseñado. O quizás tenga que ver con esa idea que reza que nuestro futuro ha de parecerse mucho más al pasado. De cualquier manera, en este contexto, nos atrajo la oportunidad de esquivar soluciones genéricas mediante el empleo de un material antes de ser industrializado. Para ello fue necesario entender sus lógicas y ponerlas a funcionar a partir de un procedimiento racional. A partir de ello, la belleza de una forma impredecible y sorpresiva fue el regalo que ofrece toda experimentación.

2. La columna es resultado de un procedimiento. El origen es el deseo de incorporar a la reforma la memoria de aquello que se tuvo que remover en un principio – el árbol – para que ésta suceda. El sufijo in- (hacia adentro) y la raíz corporis o corpus (cuerpo) indica la acción de meter algo en el interior de otra cosa y hacer que juntas formen un cuerpo. La etimología sugiere entonces un procedimiento paranoico crítico que consiste en poner la racionalidad técnica al servicio de ese deseo. El corte del tronco en cuatro (operación cartesiana) representa esa razón, esa técnica. La voluntad de permitir que la resultante sea una pieza algo impredecible es la expresión pura de ese deseo, de ese dar cuerpo a la memoria.
3. El resultado final es un elemento que cumple su función estructural, pero reverbera con ecos de lo ominoso (el unheimlich freudiano, lo perverso que asoma en lo familiar). La irregular figura del árbol se recorta sobre lo que debiera ser solo un prisma inerte y cava su presencia como una ausencia. Aquello que no está denuncia o señala lo que alguna vez estuvo, la columna de Caín.

La materialidad del hogar preexistente de ladrillo visto, con su silenciosa resistencia en el tiempo, ofreció un origen para el discurso de la propuesta. Se volvió así el punto de partida de la ampliación, permitiendo que lo nuevo no se imponga, sino que se teja desde lo existente. El asador de la reforma, simple, aunque imponente, y el hogar original, corazón de la morada, son mucho más que simples elementos arquitectónicos. En su esencia, ambos representan la historia colectiva de nuestra cultura y sus rituales de encuentro.
Aunque los habitantes de la casa creen contemplar algo nuevo, en cierto modo se encuentran en presencia de sus propios recuerdos. Asisten al eco de sus memorias, fragmentos del pasado reconfigurados en un collage de resoluciones técnicas y estéticas. La casa se sostiene en una yuxtaposición de temporalidades, como si el tiempo mismo jugara a reordenar los vestigios de lo vivido para configurar un escenario. Finalmente, no existe una línea clara que separe el presente del pasado, porque habitar esta casa es, en esencia, habitar un tiempo entrelazado.