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Editorial |
Otoño 2004 - José Juan Barba

Se ha vuelto ha celebrar la Bienal de Venecia y en este caso, como casi siempre, la controversia ha vuelto a renovarse con la temática del evento. Sin entrar a comentar lo que cada país ha ido presentando en sus diferentes pabellones, la temática general que Kurt W. Forster ha hecho fluir como argumento de la muestra, bajo el título "Metamorph 9", ha hecho de lo virtual el escaparate de una supuesta presente o futura Arquitectura, sin embargo más que a lo virtual la muestra parecía dar soporte a las propuestas derivadas de las condiciones marcadas por un pequeño grupo de diferentes software que se han venido popularizando en los últimos cinco años, quedando relegada la discusión real sobre lo virtual, y sin embargo el concepto ha salido de nuevo ampliamente denostado.

Este año también se cumple el 75 aniversario de la construcción por Mies van der Rohe del pabellón alemán para la exposición de Barcelona. En la actualidad sólo se puede disfrutar de dicho pabellón mediante los textos de su descripción, los planos que sirvieron para su construcción, las fotografías de época o visitando la brillante réplica levantada con motivo del año 92 por  Solá-Morales y Ramos. En esta espléndida reproducción no hubo software que apoyase su reconstrucción virtual y sin  embargo su propia realización, la ausencia de las sombras proyectadas por las columnas jónicas que se situaban frente al pabellón, o la imposibilidad de reproducir los dibujos de las betas naturales de las piedras originales nos hacen evidenciar que el pabellón actual no es sino una arquitectura virtual, exquisita en su reproducción pero carente de recuerdos, al igual que le ocurría en la película "Blade Runner" de Ridley Scott a los replicantes cuya realidad se veía afectada por la virtualidad de sus recuerdos insertados y asumidos como propios pero tan ajenos y externos que imposibilitaban que su fisicidad fuese real, casi como si de la escenografía de un ser humano se tratase, cuando la única prueba de su realidad era una fotografía de sus recuerdos virtuales. Una realidad virtual que no es menos real que la supuesta realidad que creemos vivir.

La Arquitectura, al igual que los humanos que la habitan, no queda reflejada tan sólo en los planos, los rastros de su existencia son más complejos y necesitan sobre todo, por encima de su corporeidad, de memoria, de historia, de recuerdos y percepciones que permitan sentirla como real. La Arquitectura no se hace tan sólo de piedras, ladrillos, acero o cristal, sino también de percepciones y sin embargo con este último material tampoco se pueden construir pilares, muros o suelos sino tan sólo paisajes virtuales. Sólo la relación entre ambos grupos de materiales hace que lo virtual pase a ser un componente de lo real y no un elemento autista generando una llamada "realidad virtual".

El pasado 9 de octubre moría Jacques Derrida, creador e impulsor de la teoría de la "deconstrucción". Su pensamiento y sus propuestas para pensar una realidad diferente a través de la deconstrucción de la realidad que nos hemos acostumbrado a percibir, tuvieron un gran impacto en los años ochenta en la Arquitectura y en la lectura formal de las propuestas que se generaron. Según comentó él mismo hace unos años en una visita a Madrid, no había pretendido generar un pensamiento arquitectónico como el que había recorrido el final de los ochenta y principios de los noventa, sus propuestas eran más complejas e intentaban abarcar algo mucho más amplio, la forma de pensar nuestra propia realidad.

La realidad que la metamorfosis planteada por K. W. Forster nos propone está todavía demasiado lejos de la realidad del pensamiento deconstructivista. La realidad que plantea para la Arquitectura está condicionada por la torpe complejidad  de los software actuales, impregnada de un gran formalismo, al igual que el deconstructivismo arquitectónico pasado, y por tanto resulta inviable como Arquitectura por su incapacidad para impregnarse de  memoria percibida realmente.

A pesar de la belleza intrínseca del pabellón de Mies van der Rohe, su reconstrucción, su realidad actual, al menos en ese material con el que no se construyen pilares o muros, se asemeja bastante a la realidad resultante de la reforma de una de las calles más emblemáticas, la calle 42 de Nueva York y que en estos momentos se encuentra prácticamente concluida. La desaparición de los cines porno, de los sexshop, las casas de putas baratas, los burdeles e incluso la mayoría de los antiguos teatros que han desaparecido entre las Avenidas 6ª y 9ª, como si se tratase de la erradicación de la memoria de la ciudad, como si de una limpieza de la historia se tratase, hace que la realidad actual de la calle 42, convertida en un gran centro comercial abierto al espacio urbano, no sea menos "virtual" por su falta de historia, sensaciones y memoria que algunas de las "arquitecturas" esgrimidas en la Bienal de Venecia.

Otoño 2004 - José Juan Barba