En el exterior la vivienda se observa como una agrupación de cilindros de distintas alturas y diámetros que quedan repartidos por la parcela de forma similar a un iceberg que también asoma a la calle. Esos cilindros dejan espacios entre ellos, generando patios y terrazas capaces de generar una continua relación entre espacios interiores y exteriores.
Descripción del proyecto por DJarquitectura
La casa número cero está situada en un barrio de nueva creación en la periferia de Motril, ciudad costera de la provincia de Granada. Las condiciones urbanísticas colapsa las manzanas con edificaciones dispares que se aproximan vertiginosamente unas a otras, invadiendo la intimidad de los vecinos. En esta maraña edificada, la casa se posiciona en una parcela de geometría casi triangular y situada en el extremo de una manzana de viviendas unifamiliares en hilera, que estuvo durante mucho tiempo en barbecho ante la dificultad de encajar una tipología similar a las viviendas vecinas.
En el encargo para construir la casa, subyace el deseo de sus propietarios por habitar un paisaje intimista para una vida tranquila, con el fin de reponerse al infortunio de un accidente que arrebató gran parte de la capacidad sensorial de su hijo.
A partir de esta doble premisa, del lugar y sus moradores, la casa número cero se aborda a su vez desde dos propósitos que se unen en una estrategia espacial. Uno más disciplinar; basado en la idea de la construcción de una isla dentro de contexto urbano descrito, que se concreta en la habilidad de generar una arquitectura de precisión formal y ambicioso programa en una parcela de compleja geometría. La otra más experimental, que trabaja sobre la percepción del espacio doméstico, la experiencia de las rutinas diarias ante las diferentes capacidades sensoriales de sus habitantes, utilizando la arquitectura como instrumento que intensifique la noción del tiempo y del espacio, a través de la creación –sobre los mismos espacios- de atmósferas cambiantes que dan lugar a paisajes domésticos que referencie los ritmos cotidianos.
En definitiva, asociar cotidianidad y fenomenología como experiencia vital.
Como estrategia general y para conseguir esta ambientalidad, la casa se configura mediante estancias rotondas despojados de aristas, con lo que se consigue suavizar, neutralizar y ablandar los espacios; la luz que entra por las ventanas recortadas en los paramentos, se envuelve por la curvatura y continuidad de la pared, produciendo un efecto degradado de la luminosidad, acogiendo los espacios en una nueva atmósfera interior más espesa y de menor contraste que motiva la serenidad. En una representación matizada y cambiante que es reflejo y reproduce los diferentes estados meteorológicos y de luminosidad en el trascurso del día.
La distribución estratégica de los huecos sobre las grandes superficies envolventes y el diseño específico de las celosías, revela -a lo largo del día y sobre un mismo espacio- diversas atmósferas a las que se asocian las distintas rutinas domésticas. Así, un espacio puede macularse de tonos asalmonados al alba asociado al desayuno, mientras que aumenta su luminosidad blanqueándose para el almuerzo. Asociaciones entre actividad, espacio y atmósfera que dotan de manera específica los ritmos de este hogar.
La casa se configura a través de la agrupación de estos espacios circulares de diferentes diámetros y alturas sin jerarquía y uso específico. Quedan así dispuestos sobre la parcela y amontonados en varias alturas, como un Iceberg, comienzan bajo el nivel del suelo y asoman en la calle. Los cilindros se disponen tangentes entre ellos, unos dentro de otros, y a veces se recortan en la fachada y medianera –con mitades o cuartos de círculos- adaptando la distribución a las condiciones urbanísticas de la parcela; retranqueos y relación con las medianerías.
Estos cilindros van dejando espacios vacios a modo de patios y terrazas en todas las alturas, con el propósito de relacionar los interiores con espacios exteriores. La diversidad de vacios producto de estas geometrías permite que cada espacio circular se asome a un patio distinto, compensando con una identidad singular la reiteración de espacios circulares.
Diversificar los accesos y disponer varios núcleos de escalera, tanto en el interior como en el exterior, posibilita un recorrido sin fin aparentemente laberíntico. Esto, junto a la indefinición de los usos, permite múltiples posibilidades de organización interna de las estancias, donde lo público y lo privado se puede redefinir y configurar, adaptando la casa a las necesidades actuales y futuras.
Constructivamente, los espacios macizos entre-cilindros albergan la estructura portante, la red de instalaciones, así como hacen posible el grosor en el que se alojan las carpinterías. Ocasionalmente, por su dimensión, se aprovechan como alacenas y hornacinas. Siendo el espesor de los muros cilíndricos variable para poder adecuar la dimensión de dichos huecos con carpinterías planas.
La ejecución de la obra se ha desarrollado con unos medios muy ajustados. De manera que, para poder llevar a cabo la precisión que requieren las geometrías curvas de la casa, se han recuperado tecnologías artesanales de albañilería, evitando cualquier tipo de industrialización en el proceso. Así se disponen losas de hormigón sobre fábricas de ladrillo de distintos tipos y espesores que permiten curvaturas diferentes; dinteles ejecutados in situ, al igual que los puntales de carga y alfeizares, así como los revocos y suelos continuos… En este proceso constructivo, cualquier inexactitud en una etapa, es fácil corregirla en fases posteriores. Una construcción artesanal, por capas, que se combina con técnicas materiales actuales, como la utilización de diferentes tipos de morteros, impermeabilizantes, elásticos y de alta adherencia…, que aplicados a modo de hojaldre, unos sobre otros, concilian los requerimientos normativos y técnicos constructivos, en una apariencia de continuidad material.