El edificio intervenido por Vázquez Consuegra ha visto pasar esas modificaciones a lo largo de su historia, tanto por motivos de fuerza mayor (como el terremoto de Lisboa en 1755) como por cambios de propietarios y funciones. Los usos de sus espacios pasaron de litúrgicos ha fabriles, con una época dedicada a la milicia como Cuartel de Caballerías durante las invasiones francesas, para finalmente acabar (o al menos hasta ahora, quién sabe cómo seguirá creciendo este organismo) como sede del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH).
En los albores de los años noventa, el Ayuntamiento de Sevilla comenzó con un proyecto de urbanización de la zona este del río Guadalquivir, que traería consigo diferentes intervenciones en la obra y sus zonas aledañas. Fue así que las obras de la Capilla de Afuera cayeron en manos de Roberto Luna y Fernando Mendoza, las de la Universidad Internacional de Andalucía en las de Marín, del Pozo y Yanes, las del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo a José Ramón y Ricardo Sierra y las del IAPH a Vázquez Consuegra, en el entonces Claustro de Legos.
Las intervenciones de Vázquez Consuegra se realizaron en varias fases e implicaron acciones tanto de obra nueva, como de rehabilitación. En aquel entonces, el edificio existente era ya una composición compleja con huellas de cada uno de sus estadios previos y el arquitecto optó por acciones de completamiento que diesen a la obra una lectura clara del conjunto. Estas acciones terminarían por colmatar estos intersticios que entre chimeneas, cubiertas con dientes de sierra, campanarios y cúpulas se convierten en una verdadera heterotopía de la arquitectura andaluza.
Como lo fuera en su aspecto tipológico, los materiales y las soluciones estructurales también adoptaron un lenguaje contemporáneo en línea con la obra del autor, que se equilibraría sutilmente con las preexistencias del lugar, balanceando el ladrillo con las cubiertas de hormigón, las tejas cerámicas con el acero de las estructuras y los acabados revocados con los grandes lucernarios que alumbran las áreas principales del edificio.
Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico por Guillermo Vázquez Consuegra. Fotografía por Duccio Malagamba.
La primera etapa de la obra vería la luz como Pabellón Real durante la Exposición Universal de Sevilla de 1992, en el mismo momento en que Vázquez Consuegra presentaría también, a escasos 500 metros, su reconocido Pabellón de la Navegación con motivos del ya mencionado evento.
El próximo octubre, con ocasión de la primera edición del Festival Internacional de Arquitectura Open House Sevilla, este edificio abrirá sus puertas entre los días 21 y 23, para que cualquier interesado pueda acercarse a conocer a este gran ejemplo de arquitectura y, por qué no, aprovechar para dar una vuelta por el resto de las intervenciones en el Monasterio y sus alrededores.
BIBLIOGRAFÍA.-
- ANTEQUERA LUENGO, J.J. (1992). «La Cartuja de Sevilla: historia, arte y vida». Anaya.
- SANTOS TORRES, J. (1992). «El Monasterio de la Cartuja en la historia de Sevilla: 1400-1992». Editorial Rodríguez Castillejo.
- SOBRINO, J. (1998). «Arquitectura de la Industria en Andalucía». Instituto de Fomento de Andalucía.
- SOCIEDAD ESTATAL PARA LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL SEVILLA 92 (1988). «La Cartuja de Sevilla: ribera, monasterio, fábrica, corta y recinto». Sociedad Estatal para la Exposición Universal de Sevilla 92.
Descripción del proyecto por Guillermo Vázquez Consuegra
La Cartuja de Santa María de las Cuevas, más allá de su consideración como edificio ha de entenderse como una pequeña ciudad encerrada en sus cercas, una ciudad análoga a la ciudad de Sevilla, al otro lado del Guadalquivir y sometida como ésta a un continuo proceso de modificación a lo largo de sus cinco siglos de existencia.
Muchos fueron los acontecimientos que se abatieron sobre la Cartuja acelerando cambios y transformaciones: el terremoto de Lisboa, la ocupación francesa..., pero sobre todo fueron los fuertes embates de río, en sus frecuentes avenidas, los que obligaron una y cien veces a su reconstrucción.
Tras la exclaustración de 1835 la Cartuja, ya en plena decadencia, pasa a manos del comerciante inglés Pickman instalando su afamada factoría de lozas. Poco a poco, hornos y chimeneas comienzan a emerger junto a campanarios y espadañas, entremezclando sus estructuras con las existentes, transformando la mayoría de las dependencias, colmatando sus intersticios y modificando, en definitiva, el sistema de relaciones entre las viejas construcciones y los espacios exteriores. Un entramado denso y promiscuo, caótico y laberíntico en el que las nuevas estructuras se entremezclan y superponen a los alterados fragmentos de la vieja fábrica primitiva.
Nuestra intervención se produce sobre el sector de la Cartuja que se ha dado en llamar Área Fabril, al venir caracterizada por las instalaciones industriales y la escasa presencia de construcciones religiosas: el claustro de legos con sus celdas y huertas, la procuraduría y un conjunto de construcciones destinadas a almacenes, graneros, tahonas y caballerizas.
En cuanto al valor y estado de conservación de las construcciones, obviamente presentaban un carácter muy desigual, encontrando mayor intensidad en los espacios resultantes de la yuxtaposición y superposición de ambas estructuras que en las propias construcciones consideradas de forma autónoma.
De la organización primitiva se mantenían, en bastante buen estado, los almacenes que construyen el costado a poniente así como los que constituían el granero grande, si bien éstos con fuertes modificaciones. Del conjunto del claustro de legos podría reconocerse, en el espeso entramado de albercas y cobertizos los restos de la galería porticada, junto al volumen casi irreconocible de las celdas de legos.
Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico por Guillermo Vázquez Consuegra. Fotografía por Hisao Suzuki.
El proceso de intervención, por razones de urgencia y operatividad se dividió en una serie de etapas, correspondiendo a la primera de ellas la valoración y toma de decisión de las permanencias, y por consiguiente, de las demoliciones, consolidaciones provisionales y otras operaciones encaminadas a despejar la confusa estructura organizativa del conjunto.
Tras algunos titubeos iniciales acerca del programa, que afectaron a las primeras etapas de la intervención, el uso fijado definitivamente para este sector fue el del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico. Un complejo constituido básicamente por cinco áreas: Talleres, laboratorios, documentación, administración y zona de recepción y exposiciones.
Aceptamos como base de partida la consideración del sector como agregación de piezas de distinta entidad y naturaleza, como una estructura compleja definida por su condición acumulativa y fragmentaria, producida tanto por el indiscriminado crecimiento de las instalaciones fabriles como por el resultado masivo de las demoliciones realizadas antes de nuestra intervención.
Una intervención que trataría de afirmar esta condición episódica y discontinua, buscando construir adecuadamente sus bordes, añadir nuevas edificaciones a las existentes controlando sus relaciones, escalas y proporciones, completar fragmentos, abrir nuevos espacios, mantener, en fin, la extraordinaria cualidad urbana --con los claustros, callejones y adarves-- del edificio anfitrión.
Las primeras etapas de la construcción del proyecto (que al igual que el desarrollo de las obras se fue redactando en fases sucesivas) se producen sin contar con un programa de usos. Serían los viejos edificios, o más bien sus restos, los que habrían de sugerir el camino a seguir, con el fin de proponer una arquitectura nueva que buscara sus fundamentos en la experiencia de lo existente.