Le Corbusier tuvo varios contactos directos con Argentina entre finales de los 20 y los 50. Parte de ellos surgieron como consecuencia de los rechazos hacia sus propuestas urbanísticas en Europa, y otra parte por contactos particulares con las élites intelectuales del país.
Las primeras interacciones fueron probablemente para el proyecto de la vivienda propia de Victoria Ocampo en 1928. Una escritora parte de la alcurnia argentina fundadora de la histórica revista Sur, y fiel defensora y divulgadora de los movimientos de vanguardia en el país. Le Corbusier respondió a este encargo con un proyecto en clave racionalista que finalmente no podría concluir y sería reinterpretado y finalizado por Alejandro Bustillo, en otra parcela, manteniendo el concepto moderno de la vivienda a pesar de la clara persistencia de la tradición académica en su obra sincrónica (e incluso posterior).
Solamente un año más tarde, tendría lugar el evento que más ayudó a sentar las bases del pensamiento corbusierano en el sur del continente americano. Una serie de diez conferencias del Maestro basadas en su reciente libro “Precisiones respecto a un estado actual de la arquitectura y el urbanismo” organizadas por la Asociación Amigos del Arte, que le permitiría difundir su ideal moderno, pero que también lo empaparía con la cultura artística del Río de la Plata y establecer vínculos con las clases pudientes y europeístas del país.
Mas tarde, probablemente influido por su visita a la ciudad ex novo de
La Plata, Le Corbusier aplicaría algunas de sus máximas urbanísticas en el Plan Director de Buenos Aires, realizado en conjunto con Ferrari Hardoy y Kurchan (que más adelante fundarían el
Grupo Austral junto a
Antoni Bonet i Castellana) que se encontraban trabajando en su estudio de rue de Sèvres 35. Esta propuesta derivaría posteriormente en la creación del Estudio del Plan de Buenos Aires, a cargo de los mismos arquitectos en 1962, con ideas francamente deudoras de aquellos postulados del habitar, trabajar, circular y recrearse.
En definitiva, esta visita marcó un punto de quiebre en relación a la concepción de la arquitectura argentina y latinoamericana que, en el mismo año estaba realizando, de la mano de Martín Noel, un Pabellón argentino de corte neocolonial para la Exposición Iberoamericana de Sevilla.
El pensamiento del maestro ha influido en múltiples ámbitos de la disciplina en Argentina y gran parte de sus representantes contemporáneos. Entre los más destacados podemos mencionar a Alberto Prebisch, Alejo Martinez, Antonio Vilar, Wladimiro Acosta,
SEPRA o los ya mencionados arquitectos del Grupo Austral y Amancio Williams, entre otros que profundizaremos a continuación, a propósito del período de revisión de posguerra.
Sexto Panteón del Cementerio de Chacarita (1950 – 1958)
Sexto Panteón del Cementerio de la Chacarita por Ítala Fulvia Villa. Fotografía por Atelier escala. Elsa Dupont y Léa Namer © 2019
Esta recientemente resurgida obra, aunque frecuentemente atribuida a Testa (y de manera injusta, francamente), es proyecto de Ítala Fulvia Villa y es, probablemente, el que mejor refleja de todo este catálogo las interacciones que existen entre la influencia de Le Corbusier y la
resignificación regionalista de la Modernidad.
La arquitecta, que supo formar parte también del Grupo Austral e incluso del Plan Director de Buenos Aires casi desde su comienzo (aunque no se le suele dar el crédito que le corresponde) como vínculo entre la oficina en Francia y la Argentina, estuvo a cargo de la proyectación y dirección de los
Panteones del Cementerio de la Chacarita, en la Capital Federal, desde su cargo en la Dirección General de Arquitectura y Urbanismo de la Municipalidad.
El Panteón Subterráneo o Sexto Panteón es, para algunos autores, el primer ensayo de la modernidad en relación a un ámbito funerario de tal escala
1, y esto no solo por estar adelantada a los clásicos exponentes de referencia en relación a este movimiento (
Biblioteca Nacional Mariano Moreno o
Banco de Londres y América del Sur), sino que además fue el germen que posibilitó incluso la ideación de estas propuestas. Recordemos, por ejemplo, que el joven Clorindo Testa, formó parte del equipo que colaboró con Villa para este proyecto, cinco años antes de comenzar con su
Centro Cívico de Santa Rosa.
Más allá del explícito carácter brutalista de la obra, el panteón retoma muchos conceptos modernos de arquitectura y urbanismo, y los reinterpreta en la escala del sepulcro componiendo una “pequeña” ciudad dentro de la ciudad. Un negativo de la
Unidad de Habitación tanto en desarrollo (hacia abajo del nivel del suelo) como en contenido (no proyecta para la vida sino para la muerte), que resignifica los postulados de la planificación corbusierana en clave latinoamericana, por medio de acciones que simultáneamente estaban comenzando a desarrollarse en la
Escuela Carioca de Brasil.
El proyecto muestra la versatilidad de los
cinco puntos (o seis si somos lo suficientemente atrevidos como para incluir entre ellos a la promenade) abordados con magistralidad y atendiendo a las demandas espaciales del programa y el contexto. Terrazas ajardinadas en planta baja, estructuras independientes (aunque no todas), cerramientos y carpinterías independientes y un recorrido casi laberíntico se enlazan en un conjunto monumental de una innovación y modernidad tan europea como latinoamericana, cargada de una racionalidad tan estricta como la plasticidad y expresión de sus formas y materiales.
Centro cívico de Santa Rosa (1955-1963, 1972-1976, 1981, 2006)
Santa Rosa Civic Center Clorindo Testa, Boris Dabinovic, Augusto Gaido and Francisco Rossi. Fotografía cortesía de Fototeca Bernardo Graff Archivo Histórico Provincial Prof. Fernando E. Aráoz
De todos los arquitectos que dejan ver la influencia del Maestro en su obra,
Clorindo Testa es, sin lugar a dudas, el que ha tenido menos remordimientos en relación a las diferentes etapas y pensamientos que moldearon su carrera.
El centro cívico de Santa Rosa no solo fue la primer gran obra del arquitecto, sino que representó una clara demostración de intenciones en cuanto a su forma de concebir el espacio arquitectónico en sí mismo y su rol frente a la ciudad, dos características que, como se ve en las imágenes, son deudoras del período más plástico de
Le Corbusier, pero sin olvidar sus fundamentos racionalistas (aunque más adelante esto cambiaría en su obra posmoderna).
Esa concepción del bloque aislado, aún sin llegar a la ruptura del volumen platónico en su totalidad, con materiales nobles y utilizados en bruto, nos redirige fácilmente hacia el edificio del Secretariado de
Chandigarh o incluso a las Unidades de Habitación, donde el bloque se implanta exento y funciona de manera completamente autónoma de cara a la ciudad.
Escuela Normal Superior N°1 en Leandro N. Alem (1957-1963)
Escuela Normal Superior N°1 por Rivarola y Soto. Fotografía por Graciela de Kuna
Los arquitectos Raúl Rivarola y Mario Soto fueron de los principales hacedores de la obra pública de la provincia de Misiones durante el gobierno desarrollista de Arturo Frondizi, mayormente a base de concursos, y nos han dejado más de un ejemplo con claras referencias al legado de Le Corbusier. Entre ellas la Escuela en Leandro N. Alem y el Hotel de Turismo (1959-61) en la ciudad de Posadas, con francas reminiscencias a la
Unidad de Habitación tanto en el tratamiento de las fachadas como en la distribución de los espacios, e incluso en el icónico bloque de servicios que parecería haber sido sacado directamente de aquella icónica obra.
Con respecto a la escuela en la ciudad de Alem, el proyecto surgió como parte de un esfuerzo modernizador por parte del gobierno de la recientemente emancipada provincia de Misiones (1953). El encargo consistía en una escuela normal (magisterio) localizada en un lote de tres manzanas, en un territorio de clima subtropical húmedo (y esto fue un aspecto clave en la propuesta), y contaba con un abultado presupuesto que fue sujeto de críticas debido a los esfuerzos y carencias propios de una provincia naciente.
La escuela, al igual que el Hotel, transpone elementos y resoluciones puramente corbusieranas al contexto litoraleño, pero no de manera irreflexiva, sino que los arquitectos parten, en cada decisión proyectual, de una demanda específica del programa que habilita este tipo de resoluciones. La colosal cubierta arqueada que corona y distingue al edificio, por ejemplo, nace de una necesidad práctica: el escaso acceso a agua potable en la meseta basáltica y el alto nivel de lluvias anuales de la ciudad. El programa de necesidades exigía una cisterna con un área de recolección de agua de lluvia para uso de servicios, que Rivarola y Soto resolvieron de manera excelsa incorporando esa función a la cubierta, que automáticamente nos recuerda en su morfología a la proyectada por Le Corbusier para la Asamblea de
Chandigarh, y que drenaba sus excedentes por gigantescas gárgolas de muy cuidadosa resolución que también se asemejan bastante a las diseñadas por el Maestro para la Capilla de Notre Dame du Haut.
Sin querer extendernos mucho más sobre esta icónica obra, y sin pretender que este apartado resulte en uno demasiado enciclopédico, no podemos evitar mencionar la utilización de los parasoles en el proyecto. Tal como sucedía en el único proyecto urbano ejecutado por Le Corbusier, el tratamiento de los parasoles respondía específicamente a favorecer las condiciones de un clima benigno, sobre todo en términos de ventilación. Ambas obras toman la decisión de dejar que el viento sub-tropical atraviese el volumen en sus áreas públicas, utilizando los brise-soleil como único filtro y despojándose de todo tipo de carpinterías para dichas áreas.
Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano - UNC (1959-1960)
Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano por Bidinost, Chute, Gasó, Lapacó y Meyer. Fotografía por Ramiro Isaurralde
A diferencia del caso anterior, el programa de esta escuela proyectada por Osvaldo Bidinost, Jorge Chute, José Gasó, Mabel Lapacó y Martin Meyer, no es el de una escuela normal, sino el de una escuela de comercio, de nivel secundario, con tecnicaturas y parte de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Localizada en un barrio puramente universitario, el terreno en que se implanta el volumen tiene como límite natural (hoy rectificado) el cauce del río Suquía, que desde el inicio acompañó al proyecto como una expansión natural del edificio.
Más allá de las obvias referencias a la obra de Corbusier en su morfología, consecuentes con el proceso de revisión de posguerra, o su racionalidad manifiesta en cada uno de sus espacios programáticos, la obra interesa por tres aspectos: el salón de usos múltiples, la cubierta y su diálogo entre el lenguaje internacional y el local.
Por un lado, el salón de usos múltiples toma parte de aquello que sucedía en la obra misionera, de juntar los usos públicos bajo una misma cubierta y delimitarlos virtualmente por los parasoles que, en este caso, oscilan entre apoyados y colgantes, entre materiales vistos y hormigones teñidos de colores. Además, en este espacio se utiliza un recurso que está tomado casi directamente del catálogo de Corbusier (aunque por supuesto tiene un origen más barroco que moderno). Es precisamente la disrupción de la ortogonalidad de la planta mediante otros volúmenes que irrumpen de manera autónoma y escultórica como un gesto de libertad formal frente a la racionalidad de las funciones más estrictas, como en este caso lo son la escalera central y el auditorio que asoma de una manera muy similar a la de la Asamblea Legislativa de
Chandigarh.
Por otra parte, la colosal cubierta de 108 metros lineales que actúa como una “sombrilla” y contenedor de las funciones de la escuela, que remata el edificio también en una clara referencia a la obra india del Maestro. No obstante, de un modo muy característico en la arquitectura de aquel período, el equipo de arquitectos resolvió el basamento del edificio con un gran zócalo de piedra bola (material que habitualmente arrastran los ríos de la zona) que delimita al complejo, y que de cierta manera equilibra esa relación entre materiales y técnicas locales e internacionalizados.
No obstante, también es importante insistir en que aun con soluciones materiales y constructivas que representaban una experiencia mucho más familiar y accesible en relación a otros sistemas internacionales como el Steel framing, o las claras referencias morfológicas y lingüísticas de cada obra, esta relación con el Maestro no es para nada taxativa, sino que, como queda explicado, cada solución no parte de la tabula rasa (como sucedía en muchos casos de la obra de Corbusier) e intenta conjugar el vocabulario internacional con el carácter local de cada entorno y programa.
Cuando se trata de las formas arquitectónicas, ninguno de estos arquitectos tenía ningún prejuicio de reconocer su admiración por Le Corbusier, su vehemencia intelectual por el Maestro. Su adhesión al pensamiento corbusierano era manifiesta, casi un homenaje, una arquitectura que celebraba otras arquitecturas, pero, claro está, sin ser una copia o una impostación directa. Quizás esta es una buena oportunidad para dejar de lado ya la necesidad de hacer ese análisis casi psicoanalítico intentando encontrar el original y la copia (que tanto ha limitado además a la historiografía en muchas ocasiones) y simplemente comprender el valor de época de cada obra en su contexto.
NOTAS.-
BIBLIOGRAFÍA.-
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Rivarola, Raúl R. y Soto, Mario F. (1981) Escuela Normal N° 1, Leandro N. Alem, Pcia. de Misiones. Revista Summa. Recuperado de https://bit.ly/2UqSGnp